Ejército disminuido, narco y guerrilla: las fuerzas de Maduro para enfrentarse a Trump

El líder bolivariano cuenta, entre otros, con el generalato, manchado por el narco y los negocios sucios, con la Inteligencia cubana y con la guerrilla colombiana Leer El líder bolivariano cuenta, entre otros, con el generalato, manchado por el narco y los negocios sucios, con la Inteligencia cubana y con la guerrilla colombiana Leer  

El despliegue militar de EEUU en el sur del Caribe ha situado al usurpador Nicolás Maduro en un escenario que no imaginaba en sus pesadillas: un presidente ilegítimo con su «cabeza» valorada en 50 millones de dólares y considerado el gran líder narcotraficante y terrorista del Cártel de los Soles. Pero Maduro ya sobrevivió en 2019 al desafío de las fuerzas democráticas. Para la actual crisis cuenta con sus aliados más fieles: el generalato, manchado por el narco y los negocios sucios; la Inteligencia cubana; el bloque de dictaduras, con Rusia a la cabeza; y la guerrilla colombiana, preparada para resistir en la frontera. Para la guerra de resistencia popular ha «exhibido» a ocho millones de milicianos, propaganda demencial, aunque sus brigadas de torturadores y paramilitares han impuesto el terror interno. ¿Y el Ejército? Armado hasta los dientes por Chávez, la propia crisis venezolana ha horadado su sistema defensivo y ha diezmado sus fuerzas.

Generalato y Cártel de los Soles

«Estamos preparándonos para responder ante cualquier amenaza de EEUU o quien sea contra nuestra soberanía. Sabemos que el asedio es una estrategia eminentemente militar», predicó el general Vladimir Padrino López, ministro de Defensa y el gran líder del generalato que no sólo mantiene por la fuerza bruta a Nicolás Maduro en el poder. Entre los 2.000 generales chavistas existe un grupo que capitanea el famoso Cártel de los Soles, la red de redes del narcotráfico venezolano. «Este cártel no es un mito, es la estructura misma del chavismo. El corazón financiero del régimen«, asegura sin fisuras el politólogo Walter Molina. Las investigaciones durante dos décadas de la agencia antidrogas DEA corroboran cómo los militares apartaron al narco colombiano Walid Makled y tejieron negocios con la guerrilla colombiana y cárteles mexicanos hasta crear un emporio capaz de mover el 20% de la cocaína continental.

«Ha destruido las bases democráticas en Venezuela y reconfigurado el poder. El Cártel de los Soles es una amenaza real a la estabilidad regional», advierte Zair Mundaray, antiguo número dos de la Fiscalía venezolana. Quién le iba a decir a Maduro que quienes le mantienen en el poder, los mismos que se benefician con estos negocios millonarios, los mismos que pisotearon con sus botas a los jóvenes de barrios pobres que reclamaron la victoria democrática del año pasado, se han convertido ahora en el principal objetivo del «Imperio». No para una invasión, que no está en los cálculos; tampoco para una operación de extracción, el sueño dorado de tantos venezolanos, pero sí para ataques específicos, «a Fuerte Tiuna, por ejemplo», precisó el ex embajador estadounidense Jimmy Story. Fuerte Tiuna es el principal cuartel de Caracas y en cuyo interior mantienen sus mansiones tanto Maduro como Padrino López.

Ejército

Pese a la obsesión de Hugo Chávez por convertir a Venezuela en una potencia militar, su amenaza contra EEUU en el Caribe no es en absoluto realista. El comandante supremo lo intentó, al fortalecer con acuerdos con Rusia a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) como nunca antes. Las estrellas de la modernización militar fueron los Sukhoi rusos, un lote de 24 aeronaves que se unieron a los F-16 estadounidenses, protagonistas del incidente del jueves en aguas del Caribe. En teoría, también las fuerzas de infantería estarían bien nutridas, con más de 200.000 soldados, pero la gigantesca crisis socioeconómica también ha diezmado estas fuerzas. «Sobre el papel tienen unas capacidades convencionales significativas, con sistemas antiaéreos. Pero el gran problema es que la disponibilidad de estos medios y de los otros es sumamente baja. Los S-300 de la base del Sombrero tienen problemas con el radar, también hay falta de recursos humanos: la gente capacitada para operarlos ha emigrado como tantos venezolanos.

«En los alrededores de Caracas se sitúan los tres sistemas S-300 que operan misiles antiaéreos que sí tendrían buena operatividad», enumera para EL MUNDO Andrei Serbin Pont, director de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES) y uno de los mayores conocedores de las capacidades bélicas del chavismo. Incluso los Sukhoi rusos tienen limitaciones de pilotos y de horas de vuelo. «Estimamos que sólo la mitad de la flota está operativa: en el mejor de los casos Maduro podría poner 4 o 5 de estos aviones en el aire. Los buques estadounidenses tienen mucho más poder antiaéreo que lo que puedan hacer estos aviones, asumiendo que la iniciativa sea venezolana y ataque primero y no al revés, que sea EEUU quien decida anular las capacidades centrales con misiles cruceros contra los Sukhoi, los F-16 y los sistemas antiaéreos. Con eso neutralizarían esas capacidades previas», advierte el experto.

Tras el juego de guerra ordenado por Maduro en el Caribe al sobrevolar dos F-16 uno de los destructores estadounidenses, considerada una provocación y un error estratégico, Trump ha elevado su apuesta. Según CNN, «el presidente sopesa una multitud de opciones incluido el posible golpe de objetivos dentro del país como parte de una estrategia más amplia destinada a debilitar a Maduro».

Cuba

Para medir cuál es la influencia cubana en Venezuela basta con recodar un dato histórico: Maduro mantiene un anillo de seguridad formado exclusivamente por agentes enviados desde La Habana, por algo fue el castrismo el que decidió que fuera el heredero de Chávez y no Diosdado Cabello. Los única formación de Maduro se llevó a cabo en la Escuela Superior del Partido Comunista de Cuba (PCC), donde fue entrenado por la inteligencia cubana para alcanzar el poder. «Tras el intento de golpe contra Chávez de 2002 éste quedó traumatizado. Los investigadores cubanos están desde entonces siempre al acecho en busca de señales de desviación ideológica entre militares, sobre todo con mando en tropa, para meterlos presos. Muchos de estos presos políticos (170 prisioneros militares de los 816 actuales, según reporta el Foro Penal) fueron interrogados por cubanos, sobre todo los más admirados por capitanear unidades de intervención. Ese es su papel, una simbiosis malévola», destaca para EL MUNDO Juan Antonio Blanco, presidente del laboratorio de ideas Cuba Siglo XXI.

Quienes conocen bien las interioridades del ejército venezolano saben que la reforma de la ley orgánica de las fuerzas armadas buscaba atomizar y debilitar las unidades militares, para evitar rebeliones o golpes. En caso de conflicto, donde las dos revoluciones se jugarían la supervivencia, los cubanos vigilarán que se mantengan prietas las filas y que cualquier «traición» salga muy cara. «Esa presencia continúa en la doctrina militar de la Inteligencia y contrainteligencia militar juegan un papel decisivo», sentencia Blanco.

Cuerpos de inteligencia y tortura

Especialmente diseñados para reprimir, los temidos Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) y Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) mantienen su protagonismo estelar en el terror y la persecución ordenada por Maduro contra todo aquel que amenace su presidencia de facto, obtenida tras el mayor fraude electoral de la historia de América Latina. En un escenario como el actual, y con el famoso coronel Alexander Granko Arteaga luciendo su barba poblada de forma reiterada junto a su jefe Maduro, son los encargados de fulminar cualquier tipo de rebelión o protesta interna. Ya lo dijo el mes pasado Christopher Landau, subsecretario de Estado: «Son los propios venezolanos los que deben conquistar la libertad».

Rusia y el bloque de las dictaduras

Fue el opositor Leopoldo López, uno de los cerebros detrás del desafío del 2019 contra Maduro, quien reconoció la importancia de los rusos y de las otras dictaduras para atornillar en el poder a Maduro. Pero el escenario internacional es hoy distinto, pese a que Moscú se mantiene como el gran aliado mundial del usurpador Maduro y así lo hace saber siempre que puede. Los rusos han ayudado a evadir sanciones y ha surtido de armas a Caracas, pero la invasión de Ucrania y los vaivenes del romance diplomático entre Putin y Trump han trastocado el tablero geopolítico. Los iraníes y sus famosos drones tampoco están para hacer grandes alardes, mucho menos con sus lanchas rápidas, «insuficientes para la Armada bolivariana», advierte Serbin Pont. «No creo que Xi se involucre de forma directa, porque Venezuela es mala paga y la corrupción los tiene espantados», acota María Puerta, profesora de gobierno americano en Florida.

La guerrilla colombiana

El Ejército de Liberación Nacional (ELN), que ha contado siempre con la ayuda del chavismo en su santuario venezolano, ha conseguido por fin tras años de lucha contra las otras guerrillas colombianas hacerse con el control de casi toda la frontera binacional. Y no sólo es que patrullen con militares chavistas o repartan comida en pueblos venezolanos, también monopolizan el corredor narco que lleva hasta la costa del Caribe y participan del contrabando de los minerales con sus socios del chavismo. Caracas cree que no hay mejor aliado para establecer un «muro» en los 2.219 kilómetros de la frontera con Colombia.

Milicianos, paramilitares y Tren de Aragua

Para la «guerra de resistencia popular prolongada», otro de los sueños ideológicos que los cubanos enseñaron a Maduro en el PCC con el ejemplo vietnamita, el chavismo cuenta con varios grupos de fieles a sabiendas de que el mayor deseo del pueblo venezolano es que todos ellos desaparezcan de sus vidas. El que más ha sonado estos días es el de los famosos milicianos, 8 millones según Maduro, que en las imágenes servidas por el gobierno componen un pequeño ejército de unos miles de veteranos famélicos o líderes comunales pasadas de peso.

Las cuentas no salen: sólo tres millones votaron por Maduro y al menos un millón lo hizo «empujado» por el sistema de control social implantado en el país. Se trata sin duda de una descomunal pieza de propaganda para hacer creer al mundo que el chavismo es un movimiento popular. Los temidos colectivos revolucionarios, en cambio, reaparecieron el año pasado para asesinar a quienes protestaban en las calles por el megafraude. Dedicados en los últimos años a enriquecerse con negocios sucios y corruptelas, convertido muchos de ellos en policías, mantienen licencia gubernamental para disparar y para matar. Como postre, el famoso Tren de Aragua, la mafia transnacional que ha saltado fronteras por todo el continente. Contratados el año pasado para asesinar en Chile al teniente rebelde Ronald Ojeda, no pasarían de ser una herramienta marginal para la maquinaria revolucionaria.

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