En Botsuana, en el extremo sur de África, hay unos 130.000 elefantes. En la vecina Zimbabue, prosperan otros 82.000. En Namibia al oeste, Zambia al norte y Sudáfrica, todas en la región, hay, sumados, otros 60.000. Parecen muchos, pero el elefante africano está desapareciendo. Un estudio con datos desde 1964 publicado en la revista científica PNAS muestra cómo en la mayor parte del continente, las poblaciones de paquidermos han encogido, sobreviviendo solo en las áreas protegidas. La reducción ha sido más dramática entre los elefantes de bosque (Loxodonta cyclotis), que han desaparecido de la mayor parte de las selvas. Mientras, la especie de sabana (Loxodonta africana), la más numerosa, ya se ha extinguido de casi todo el Sahel y ha reducido su presencia hasta en un 70%. Solo en el sur parece aguantar. Al juntar estos datos con los del elefante asiático (Elephas maximus), también en peligro de extinción, se oscurece el futuro del animal terrestre más grande del planeta.
Las poblaciones de paquidermos se han reducido hasta en un 90% salvo en el extremo meridional del continente
En Botsuana, en el extremo sur de África, hay unos 130.000 elefantes. En la vecina Zimbabue, prosperan otros 82.000. En Namibia al oeste, Zambia al norte y Sudáfrica, todas en la región, hay, sumados, otros 60.000. Parecen muchos, pero el elefante africano está desapareciendo. Un estudio con datos desde 1964 publicado en la revista científica PNAS muestra cómo en la mayor parte del continente, las poblaciones de paquidermos han encogido, sobreviviendo solo en las áreas protegidas. La reducción ha sido más dramática entre los elefantes de bosque (Loxodonta cyclotis), que han desaparecido de la mayor parte de las selvas. Mientras, la especie de sabana (Loxodonta africana), la más numerosa, ya se ha extinguido de casi todo el Sahel y ha reducido su presencia hasta en un 70%. Solo en el sur parece aguantar. Al juntar estos datos con los del elefante asiático (Elephas maximus), también en peligro de extinción, se oscurece el futuro del animal terrestre más grande del planeta.
Contar elefantes no es fácil. A los de selva, hay que ir a buscarlos y con cuidado, a veces estimando su número partiendo de sus deposiciones. A los de sabana, con las enormes distancias que suelen recorrer, los cuentan desde el aire. Hay otros métodos indirectos de estimar su población, como el número de cadáveres recuperados o las toneladas de marfil decomisadas en lugares tan distantes como Hong Kong (28 toneladas requisadas en 2014) o Emiratos Árabes Unidos (10 toneladas solo en 2015). Ahora un grupo de científicos ha recurrido a estas y otras bases de datos, algunas iniciadas en los años 60 del siglo pasado, aún en el periodo colonial, para detectar como le ha ido a las distintas poblaciones de paquidermos africanos. Su objetivo no era saber la cantidad que había y quedan, eso ya lo hace de forma periódica la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en sus informes. Lo que buscaban era ver la evolución de su densidad demográfica. En palabras del ecólogo de la conservación de la Universidad Nelson Mandela (Sudáfrica) y coautor del estudio, Dave Barfour, querían “desarrollar cuantitativamente una evaluación de las tendencias de la población de elefantes continentales en un modelo formal”. Un modelo que se pueda seguir usando, válido para ver la evolución a lo largo del tiempo.
Y la tendencia es dramática. Con datos entre 1964 y 2016 de 475 zonas de los 37 países donde había elefantes, el nuevo trabajo permite no solo ver el declive de la densidad demográfica de estos gigantes, sino lo rápido que están desapareciendo: En estos 52 años, en los tiempos en los que se ha desarrollado la conciencia ecológica y la ciencia de la conservación, hasta el 96% de las poblaciones de elefante africano de bosque han perdido efectivos. En regiones de Gabón o República Centroafricana, muchas de ellas han desaparecido por completo. En lo que va de siglo, en el primero de los países, cuyas selvas apenas suponen el 12% del África húmeda, pero que acogían a más de la mitad de efectivos de esta especie, murieron hasta 20.000 elefantes desde inicios de siglo, según datos de la UICN.
El destino del elefante de sabana no ha sido mejor en la mayoría del continente. En la región del Sahel, inmediatamente al sur del Sáhara, las poblaciones de elefantes han sido mucho más que diezmadas. En países como Chad apenas quedan unos centenares. En el este del continente, donde se encuentran áreas protegidas famosas por los documentales, como el complejo Masai Mara, el área del Serengueti y la zona de conservación de Ngorongoro, entre Kenia y Tanzania, aún quedan varios miles de estos proboscidios. Pero es la segunda región donde la densidad se ha reducido más, con solo un 10% de las poblaciones que hayan aumentado sus efectivos. En conjunto, el descenso poblacional ha sido del 70% en medio siglo, lapso inferior a la esperanza de vida de estos animales, que pueden vivir hasta los 70 años.
El porcentaje se ha quedado ahí gracias a que en el extremo sur del continente la tendencia ha sido la contraria: hasta el 42% de las poblaciones han visto aumentada su densidad demográfica. En países como Botsuana, que acoge la mayor población de elefantes de sabana, el problema es cómo solucionar los continuos conflictos entre los animales y una población humana en expansión. Sobre el éxito en el sur, el responsable científico de la organización Save the Elephants y autor sénior de esta investigación, George Wittemyer, destaca que es una cuestión muy compleja, pero se trataría de “una combinación de buena gobernanza de la conservación, incentivos para la conservación, más hábitat disponible”.
Aunque no entra en el rango temporal de este trabajo, se estima que hace un siglo había entre tres y cinco millones de elefantes repartidos por toda el África subsahariana. El último informe de la UICN, el de 2016, fue el primero en reconocer la existencia de dos especies diferentes en África, la de las selvas y la de las sabanas. También fue el primero que clasificaba al segundo como en peligro de extinción y al primero en peligro crítico. El informe cifra en unos 415.000 los que quedaban ese año (más una cantidad que podría llegar a otros 125.000 en zonas aún no estudiadas de forma sistemática). ¿Cómo ha desaparecido el 90% de aquellos entre tres y cinco millones? La caza por trofeos durante el periodo colonial tuvo su parte de responsabilidad. Pero tras la Segunda Guerra Mundial y el proceso descolonizador, la expansión demográfica humana y el avance de la agricultura necesaria para alimentar este crecimiento explosivo de la población, tomó el relevo.
Ahora, como dice Balfour, el investigador de la Universidad Nelson Mandela, “la principal causa de la disminución actual de la población actual es la caza ilegal, casi siempre para obtener marfil”. Este material, que no es otra cosa más que dentina, siempre fue apreciado por distintas culturas, también la europea. Pero no es hasta los años 80 del siglo pasado cuando estalla su comercio ilícito. Desde entonces, miles y miles de elefantes han sido asesinados para arrancarles sus colmillos para atender la demanda creciente de los países del Golfo y, sobre todo, de China. De hecho, hay trabajos que han conectado la emergencia de la clase media china tras la liberalización del comunismo de Estado en aquel país con el aumento del tráfico de marfil. El impacto es tal que hasta la naturaleza, por medio de esta selección artificial, está favoreciendo la emergencia de generaciones de paquidermos sin colmillos.
La comparación entre dos de los informes de la IUCN, el más reciente, el de 2016, con el anterior, el de 2007, permite ver la velocidad a la que los elefantes se dirigen a la extinción. Entre esos años, una década, África ha perdido 118.000 paquidermos. La mayoría del descenso se ha producido en las poblaciones de Kenia y Tanzania, de nuevo, por culpa del marfil. El reparto por grandes regiones ilustra las causas profundas del declive. El sur del continente alberga al 70% de los elefantes y el este otro 20 %. El oeste, la zona con mayor densidad demográfica humanas y África central se reparten el 10% restante, en su mayoría elefantes de bosque.
La situación no es mejor para el elefante asiático. Una vez presente desde el actual Irak hasta China meridional, el último informe de situación de la UICN le pintó un futuro tan negro como el del africano. En lo que vive un elefante, su población se ha reducido a la mitad y ha perdido más del 50% de su hábitat. Al ver los mapas de distribución, salta a la vista la enorme fragmentación del resto. Hay poblaciones en 13 países, desde Sri Lanka hasta el extremo este de Indonesia. Pero al ponerlas sobre el mapa, la mayoría están aisladas unas de otras. Algunos datos más refuerzan su estado de en peligro de extinción, con algunas subespecies, como la de Sumatra en situación crítica: La población de Sri Lanka se ha reducido en un 20% desde 1960; en la provincia china de Yunan, queda un tercio de los paquidermos que había en 1975.
En lo que va de siglo, las mayores pérdidas se han producido en países relativamente aislados de los procesos globales de modernización, como eran Laos, Myanmar y Vietnam. En 2018, último año con datos disponibles, quedaban en Asia un máximo de 51.000 elefantes de los 100.000 que había hace un siglo. A pesar de que todavía queden, quizá, algo más de medio millón de elefantes en el planeta, estos animales tienen bajas tasas de natalidad y crianzas de larga duración, lo que agrava la aceleración del declive. En una nota de la Universidad Estatal de Colorado (Estados Unidos), en la que es profesor, Wittemyer destacaba sobre los resultados del estudio de las poblaciones que “ponen de relieve la rapidez con la que incluso algo tan grande y visible como los elefantes puede desaparecer”.
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