Sébastien Lecornu toma posesión como el tercer primer ministro en un año mientras crece el malestar en la calle Leer Sébastien Lecornu toma posesión como el tercer primer ministro en un año mientras crece el malestar en la calle Leer
Llegó el día más temido. El recién creado movimiento 10 de septiembre aspira a movilizar a más de 100.000 activistas en Francia bajo la consigna «Bloquons tout!» y siguiendo la estela de los chalecos amarillos que hace siete años paralizaron el país con sus acciones de bloqueo en las carreteras, las rotondas y las infraestructuras básicas.
El casus belli era entonces el impuesto a los carburantes y el coste de la vida; la mecha prendió esta vez en plena canícula tras la presentación de la presupuesto de austeridad de François Bayrou con 43.800 millones de euros en recortes sociales y la supresión de dos días festivos. Lejos de aplacar los ánimos, la dimisión del primer ministro ha servido para agitar el patio: miles de manifestantes se adelantaron el martes con protestas ante los ayuntamientos de las principales ciudades francesas con pancartas de «Bye Bye Bayrou».
Aunque está por ver si el movimiento cristaliza, el ministro de Interior Bruno Retailleau ha decidido blindar el país con el despliegue de 80.000 policías y con la misión de «controlar el terreno» y prevenir hasta 600 acciones de bloqueo y disrupción detectadas de antemano.
Las acciones arrancaron en plena madrugada del miércoles, con cerca de 200 detenidos. Según las cifras facilitadas por la prefectura de policía de París, 132 personas fueron detenidas en el área metropolitana de París. El ministro del Interior, Bruno Retailleau, dimisionario y presidente de Los Republicanos (LR) volvió a acusar a «la extrema izquierda» de haber «confiscado» esta movilización nacida en las redes sociales.
En París hubo diaturbios a la entrada de varios institutos como el Victor Hugo o el Hélène Boucher. Marsella y Nantes fuero los puntos calientes con cortes en las carreteras y actos de vandalismo en jornada que se anticipaba como caótica.
Decenas de enclaves estratégicos, como los Campos Elíseos o la estación del Norte en París, esperan la llegada de las temibles Compañías Republicanas de Seguridad (CRS), especializadas en violencia urbana, prestas a usar sus drones, sus vehículos blindados Centaure y su arsenal de gases lacrimógenos y cañones de agua para dispersar a los manifestantes.
Bruno Retailleau ha alertado contra la presencia de «grupúsculos de odio a la policía» que aprovechan cualquier excusa para instigar la violencia y el vandalismo. El ministro y líder de los Republicanos asegura que existe un vínculo entre esos grupos y la extrema izquierda y ha lanzado su dedo acusador contra el líder de La Francia Insumisa (LFI), Jean-Luc Mélenchon, que ha decidido apoyar la jornada de protesta, respaldada de manera desigual por los sindicatos (que han convocado por su parte un huelga general el 18 de septiembre).
«La Francia insumisa está llamando a soplar sobre las brasas de la exasperación y la cólera de los franceses y su objetivo es crear un clima de insurrección», declaró Retailleau en la antesala del 10-S. Mélenchon entró al trapo y aseguró que el ministro de Interior «ha declarado la guerra a los franceses». «Tenemos el derecho constitucional a manifestarnos pacíficamente», recalcó el líder de LFI, que aseguró no apoyar la violencia ni el desorden.
Aunque el origen del movimiento es incierto, todo apunta a que la mecha pudo prender en el mes de mayo, la primera vez que Julien Marissiaux, un emprendedor del norte del país, usó la consigna «Bloquons tout!» en un canal de Telegram, pidiendo directamente la destitución de Emmanuel Macron.
El tam-tam ganó tracción en las redes tras el anuncio del presupuesto de austeridad de Bayrou a mediados de julio. La extrema derecha se desmarcó y el movimiento se fue escorando hacia la izquierda, hasta lograr el apoyo político y logístico de La Francia Insumisa a finales de agosto.
El objetivo es lograr un parón general del país durante un día, con huelgas en los comercios, los servicios públicos y los transportes, acciones de disrupción en los aeropuertos y las estaciones de tres y bloqueos en las calles, las carreteras y en los accesos a las refinerías.
El referente obligado es el movimiento de los Chalecos Amarillos, que movilizaron a más de tres millones de franceses en los bloqueos de la carreteras y rotondas desde finales del 2018. Sus acciones se saldaron con 6.400 detenidos, más de 2.000 heridos y al menos 500 casos de abusos policiales.
Jacline Moraud, madrina del movimiento de los gilets jaunes y fundadora del partido Los Emergentes, ha dado su apoyo moral al 10-S y ha acusado directamente al presidente de la situación explosiva que vive el país: «La Francia de Macron es la Francia de los pobres: el sentimiento de abandono persiste y el desafío no ha hecho más que crecer».
Un total de 86 diputados, la mayoría de La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, presentaron entre tanto el martes una moción de destitución como presidente de la República de Emmanuel Macron. En la exposición de motivos, los diputados acusa a Macron de «actuar como un autócrata», «amenazar a la República» y «violar la Constitución en varios aspectos».
Aunque el impeachment del presidente (invocando el artículo 68 de la Constitución) puede ponerse en marcha con el respaldo de una décima parte de la Asamblea Nacional, la iniciativa debería pasar por numerosas fases, puede ser rechazada por la mesa de la Asamblea si no cumple los requisitos y tiene pocos visos de prosperar.
Internacional // elmundo