Alerta en Alemania por la caída del consumo de cerveza: una crisis cultural que pone en jaque a 1.500 cervecerías

El consumo de cerveza ha caído a mínimos históricos: un 6,8% menos en los primeros meses de 2025. Un golpe duro para un sector clave de la economía alemana que corre el riesgo de perder relevancia también en la industria Leer El consumo de cerveza ha caído a mínimos históricos: un 6,8% menos en los primeros meses de 2025. Un golpe duro para un sector clave de la economía alemana que corre el riesgo de perder relevancia también en la industria Leer  

Los Biergarten, esas icónicas cervecerías al aire libre surgidas en el siglo XIX en Múnich, son desde hace generaciones parte del paisaje veraniego alemán. En aquellos tiempos, la cerveza se elaboraba exclusivamente en invierno, ya que no existían refrigeradores y la fermentación en frío requería temperaturas de entre 4 y 8 grados. Durante el verano, para conservarla, se almacenaba en sótanos profundos a orillas del río Isar, y se mantenía fría con bloques de hielo extraídos de los ríos congelados en invierno.

Para mejorar la refrigeración, se plantaron castaños sobre esas bodegas: daban sombra sin dañar las estructuras subterráneas con sus raíces superficiales. Con el tiempo, esos lugares empezaron a ofrecer cerveza directamente en el sitio, colocando mesas de madera bajo los árboles. Así nacieron los Biergarten, espacios populares de convivencia que atrajeron a todo tipo de público.

Tal fue su éxito que las cervecerías tradicionales comenzaron a vaciarse, y en 1812 el rey Maximiliano I se vio obligado a intervenir: permitió seguir vendiendo cerveza en las bodegas, pero prohibió que se sirviera comida. Por eso, hasta hoy, en los Biergarten de Múnich es común llevar su propio almuerzo desde casa.

Este verano de 2025, el clima ha sido «perfecto para la cerveza», según Volker Kuhl, director general de la cervecera Veltins. Pero el sector tiene poco que celebrar: Alemania atraviesa una crisis cervecera sin precedentes, percibida por muchos como el declive del que fuera su «producto cultural por excelencia».

«Los alemanes beben menos cerveza que nunca. La Oficina Federal de Estadística reporta ventas de 34,5 millones de hectolitros entre enero y mayo, la cifra más baja desde la reunificación», advierte el diario Die Welt en un artículo con un título alarmante: La cerveza alemana corre peligro de desaparecer. La caída de este año —un 6,8% en los primeros cinco meses— no es un hecho aislado, sino la aceleración de una tendencia que lleva más de una década. En 2013, el consumo promedio era de 107 litros por persona al año; en 2023, bajó a 88. «El año pasado se vendió un 15,1% menos de cerveza que en 2014», informa Deutsche Welle. Ni siquiera la Eurocopa de 2024, que había despertado esperanzas en el sector, logró frenar el descenso.

El derrumbe de 2025 ha hecho saltar todas las alarmas. «Es un dato histórico», asegura Kuhl en declaraciones a Die Welt. «Es preocupante y representa una verdadera lucha por la supervivencia para muchas cervecerías«, añade. Alemania cuenta actualmente con unas 1.500.

La cerveza forma parte tan intrínseca de la identidad alemana que ya en el año 98 d.C. el historiador romano Tácito describía a los pueblos germánicos como grandes bebedores. Alemania cuenta con la ley agroalimentaria más antigua aún en vigor: la Ley de Pureza de la Cerveza (Deutsche Reinheitsgebot), que data de 1516 y exige que la bebida solo contenga agua, malta de cebada, lúpulo y, más tarde, levadura.

En Alemania, los jóvenes pueden beber cerveza desde los 14 años si están acompañados por sus padres, y desde los 16 si la compran por su cuenta. En Italia el límite es de 18, y en Estados Unidos, de 21. Sin embargo, esta permisividad está en entredicho. El ministro federal de Salud, Karl Lauterbach, quiere eliminar el consumo supervisado y prohibir el alcohol a los menores de 16 años. El 65% de los alemanes, según una encuesta de Forsa, apoya la medida.

Más allá de una crisis cultural, el declive cervecero responde a una mayor conciencia sobre los riesgos del alcohol. «Vivimos en una sociedad envejecida. Hay una tendencia creciente hacia el bienestar y la salud. A eso se suma la contención del gasto. Todo ello impacta negativamente en el mercado cervecero», explica Holger Eichele, director de la Asociación Alemana de Productores de Cerveza.

Y no solo los mayores beben menos: según una encuesta de Statista de 2023, apenas el 24% de los jóvenes de la Generación Z (entre 18 y 28 años) bebe cerveza regularmente, frente al 33% de los millennials (1980-1994), el 35% de la Generación X (1965-1979) y el 38% de los baby boomers (1946-1964). Aun así, la cerveza sigue siendo la bebida alcohólica más consumida en todos los grupos.

«Las ventas para calmar la sed diaria se mantienen, pero han desaparecido la segunda, la tercera y la cuarta cerveza que antes acompañaban las comidas festivas o sociales», lamenta Rainer Emig, director comercial de Veltins. Aunque algunos podrían verlo como un cambio positivo, para muchos supone una auténtica crisis de identidad. «Hay una ola de salud; ya no se permite beber al conducir. Muchos inmigrantes vienen de culturas donde el alcohol no tiene presencia o está prohibido. Y hoy la oferta de bebidas es inmensa, lo que afecta a la cerveza», comenta el maestro cervecero Wolfgang Scheidtweiler a SWR Aktuell.

La tendencia queda clara con un dato revelador: la producción de cerveza sin alcohol se ha más que duplicado en los últimos diez años, según recuerda Deutsche Welle.

Aun así, la cerveza como institución cultural no ha desaparecido. Y la pasión por la bebida tampoco. El año pasado abrió en Múnich Die Null, el primer Biergarten completamente sin alcohol del país. Fue una prueba piloto. Cerró al final del verano y no volvió a abrir.

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