Anglo American, que vale unos 23.000 millones de euros en Bolsa, se hace con Teck por 17.000 Leer Anglo American, que vale unos 23.000 millones de euros en Bolsa, se hace con Teck por 17.000 Leer
El empresario canadiense Michael Gentile, copropietario de la minera de ese país NorthIsle Copper & Gold, cree que «Donald Trump es lo mejor que ha pasado a Canadá». Así lo explicaba la semana pasada a la revista financiera estadounidense Barron’s. ¿Su argumento? El cierre del mercado estadounidense va a obligar a Ottawa a tomarse en serio el desarrollo de sus inmensos recursos naturales, a atraer inversión extranjera, y a liberalizar la economía, en especial en lo que se refiere a las barreras al comercio interno canadiense, al lado de las cuales la fragmentación causada por el Estado autonómico en España es un ejemplo de eficiencia liberal.
Tal vez la compra de la minera canadiense Teck por la británica Anglo American, anunciada ayer, sea un paso en la dirección de las esperanzas de Gentile. La operación no tiene el morbo de las grandes tecnológicas, desde luego. A fin de cuentas, son dos empresas antiguas -Teck ha cumplido 113 años; Anglo, como se conoce coloquialmente a la compradora, 108- que se dedican a la minería. La nueva entidad se denominará Anglo Teck, con lo que desaparece de la economía mundial una marca -Anglo American- que ha marcado infinitas controversias (y, en el pasado, tremendas violaciones de los Derechos Humanos en Sudáfrica y Namibia).
Anglo paga en teoría un 17% de prima por Teck, lo que supone unos 3.800 millones de euros. Pero, dado que va a dar a sus accionistas un dividendo extra de prácticamente esa misma cantidad para que den luz verde a la operación, la prima es, en realidad, cero. Así, Anglo American, que vale unos 23.000 millones de euros en Bolsa, se hace con Teck por 17.000, que es un 1% más del valor de la empresa ayer por la mañana, cuando se anunció la compra.
Pero la operación también es una señal de por dónde va el mundo de las materias primas minerales. Los ingresos de la nueva Anglo Teck procederán en un 70% del cobre. La futura compañía va ser la segunda o la tercera mayor productora privada de ese metal, con una producción que rondará este año los 1,3 millones de toneladas, tras la estadounidense Freeport-McMoran y empatada con las australiana BHP.
El cobre no tendrá el tirón mediático del litio o las tierras raras, pero su futuro es mucho más brillante que el de esos minerales estratégicos. Su demanda va a crecer en un 40% en la próxima década y media, debido a que juega un papel irremplazable en las energías verdes, en las redes energéticas inteligentes y en la telefonía 5G. La consultora Bloomberg NEF estima que de aquí a 2027, su precio subirá un 20%. Encima, no hay sustituto del cobre, y la oferta no da abasto, en parte por la complejidad y los costes -incluyendo los regulatorios- de la apertura y expansión de explotaciones mineras.
Tanto Teck como Anglo American han ido deshaciéndose de activos en los últimos años -la primera, de parte de su carbón; la segunda, de su platino y, ahora, de su división de diamantes, la archifamosa De Beers- para defenderse de los intentos de compra hostiles de la suiza Glencore y de la australiana BHP, respectivamente.
Precisamente BHP lleva a la última consecuencia de esta compra. Hace tres años, cuando la minera australiana dejó de cotizar en Londres para hacerlo solo en Melbourne, provocó una nueva oleada de depresión en Londres, cuya City está perdiendo peso como plaza bursátil desde el Brexit. La nueva Anglo Teck, al menos, tiene un punto favorable para el orgullo británico, porque el gigante, que estará valorado en unos 43.000 millones de euros, va a tener su sede en Vancouver, donde está Teck, pero tendrá como principal plaza de cotización en Londres, que es la base de Anglo.
El problema para el Reino Unido, sin embargo, es que esa empresa va a ser una minera. Y Londres ya está lleno de empresas extractivas y, en general, ‘viejunas’. Ninguna compañía tecnológica sale a bolsa en esa ciudad. Es un problema que Reino Unido comparte con la UE. Todas las tecnológicas se van a EEUU porque es allí donde hay capital, cultura del riesgo y, cada vez más, una idea clara de cómo funcionan esas empresas.
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