Derramar la sal, pasar por debajo de un andamio o abrir un paraguas estando bajo techo son acciones que a menudo se evitan por pura superstición. Todas ellas, en general, están asociadas con la atracción de la mala suerte por parte del que las realiza y es por ello que incluso hasta los más descreídos evitan ejecutarlas o, de hacerlo, al menos recuerdan o bromean con las supuestas consecuencias. Son creencias tan arraigadas a la cultura popular que ya son una costumbre compartida por todos los que las conocen. Aunque parezca algo un tanto banal, el estudio de la superstición es un interesante fenómeno que lleva años siendo abordado desde el punto de vista psicológico, ya que está presente en los individuos desde el principio de la existencia del ser humano.
Pocos presumen de llevar una piedrecita de la buena suerte en el bolsillo, pero la mayoría acepta sin sorpresas que algunos ascensores no tengan el botón de la planta 13. La superstición incluso se esconde en gestos cotidianos que hasta los más incrédulos realizan, como soplar las velas de una tarta de cumpleaños
Derramar la sal, pasar por debajo de un andamio o abrir un paraguas estando bajo techo son acciones que a menudo se evitan por pura superstición. Todas ellas, en general, están asociadas con la atracción de la mala suerte por parte del que las realiza y es por ello que incluso hasta los más descreídos evitan ejecutarlas o, de hacerlo, al menos recuerdan o bromean con las supuestas consecuencias. Son creencias tan arraigadas a la cultura popular que ya son una costumbre compartida por todos los que las conocen. Aunque parezca algo un tanto banal, el estudio de la superstición es un interesante fenómeno que lleva años siendo abordado desde el punto de vista psicológico, ya que está presente en los individuos desde el principio de la existencia del ser humano.
Gente en EL PAÍS