El consumo de antidepresivos se ha disparado en los últimos años en casi todo el mundo. En España, entre 2020 y 2021, creció un 10%, y en México, el consumo de estos fármacos y de los ansiolíticos se duplicó durante la pandemia. El consumo de benzodiazepinas y otros tranquilizantes también es cada vez mayor, con datos que estiman que uno de cada diez españoles los han tomado en el último mes. Los psicofármacos son unos medicamentos omnipresentes, a veces normalizados, como la pastilla que se pasan entre dos amigas para dormir mejor, o polémicos, como los estimulantes que se emplean para tratar a los niños con déficit de atención. Aunque se vean como parte de un mismo grupo de medicinas, son sustancias muy diferentes que se deben utilizar con conocimiento, para la dolencia correspondiente y solo durante el tiempo necesario.
El especialista en salud mental acaba de publicar ‘Hablemos de los psicofármacos’, un repaso a las posibilidades y riesgos de los medicamentos para los males de la mente
El consumo de antidepresivos se ha disparado en los últimos años en casi todo el mundo. En España, entre 2020 y 2021, creció un 10%, y en México, el consumo de estos fármacos y de los ansiolíticos se duplicó durante la pandemia. El consumo de benzodiazepinas y otros tranquilizantes también es cada vez mayor, con datos que estiman que uno de cada diez españoles los han tomado en el último mes. Los psicofármacos son unos medicamentos omnipresentes, a veces normalizados, como la pastilla que se pasan entre dos amigas para dormir mejor, o polémicos, como los estimulantes que se emplean para tratar a los niños con déficit de atención. Aunque se vean como parte de un mismo grupo de medicinas, son sustancias muy diferentes que se deben utilizar con conocimiento, para la dolencia correspondiente y solo durante el tiempo necesario.
Para ofrecer una visión general y didáctica sobre estos medicamentos, David López (41 años, Madrid), psiquiatra fundador de mente A mente, ha escrito Hablemos de los psicofármacos (arpa), un libro en el que repasa sus características, para qué se deben utilizar y para qué no y trata de abrir un camino entre quienes los demonizan y los que los utilizan o los prescriben demasiado a la ligera.
Pregunta. Hay una enorme polarización en torno a los psicofármacos. Hay científicos que dicen que hacen más mal que bien y profesionales que defienden que los problemas psiquiátricos se pueden resolver con terapia y mejorando las condiciones sociales de las personas.
Respuesta. Yo creo que no hay una verdad absoluta. Hay personas que toman medicación y están satisfechas con su tratamiento. Generalizar y decir que todo se soluciona con políticas sociales o con terapia o con medicación, al final es tribalizar. Todas estas formas de afrontar un problema pueden ser válidas y tener incluso un efecto sinérgico. Yo en el libro hablo de los fármacos y no de política, porque no es mi campo.
P. ¿Cómo se puede conseguir el mejor resultado con todas esas herramientas?
R. Hay que analizar cuál es más indicada para cada cosa. La medicación puede ser más útil para tratar algunos síntomas y la terapia para que una persona tome algunas decisiones en su vida que no sabe afrontar. La medicación no te va a ayudar a tomar una decisión como iniciar un proceso de separación, pero hay personas que están deprimidas porque tienen una mala relación con su pareja. Cuando estás deprimido no funcionas bien y la medicación puede ayudar a salir de esa depresión para poder tomar decisiones sobre su vida, con ayuda de terapia, y resolver el problema que produjo la depresión. Los tratamientos no son excluyentes.
P. En la consulta, ¿cuáles suelen ser las principales preocupaciones de la gente sobre los psicofármacos?
R. Por un lado, se entienden los psicofármacos como un único grupo y son muchos. Que un psicofármaco tenga un efecto secundario no significa que otro la vaya a tener. Y a veces, se confunden los efectos de un fármaco con síntomas de la enfermedad. Te encuentras con alguien por la calle que de repente no te saluda y te dicen que está tomando una medicación. Y dices, ah, claro, es la medicación, cuando sin ella igual ni siquiera había podido salir de casa.
Una parte importante del estigma de los psicofármacos viene de las benzodiacepinas. Son adictivas y están implicadas en muchos accidentes de tráfico, porque aunque la gente se puede notar bien para conducir, disminuyen los reflejos.
Y también hay personas que tienen miedo a que si toman un fármaco están reconociendo su enfermedad, y a que si empiezas a tomar un fármaco lo vas a tener que tomar siempre y no va a haber otra solución a tu problema. Esto no es así. El problema que sí existe es que si no tratas esa enfermedad a tiempo, por ejemplo, una depresión, estás abocado a sufrirla el resto de tu vida porque hay más probabilidades de que se cronifique.
P. En el libro, dice que la falta de tiempo conviene a los psiquiatras en prescriptores de medicamentos, porque a veces es el único tratamiento que pueden ofrecer con el poco tiempo de que disponen.
R. Si te das cuenta, en las demás especialidades no es muy diferente. Hay una broma que hacemos sobre los dermatólogos, que siempre que vas te da una crema de corticoides y si no se te quita lo que tienes, miran más cosas. Es un tratamiento empírico. Si te exploro y veo que tienes una depresión y el tratamiento para la depresión es una psicoterapia, te la puedo ofrecer, pero tienes nueve meses de lista de espera y para poder hacer seis sesiones vas a tener que esperar año y medio o dos años. Y, como te explicaba antes, cuanto más tiempo está deprimida una persona peor va a ser la evolución. La otra alternativa es tomar un antidepresivo, que es lo que tengo a mi alcance. Quizá te vendría mejor una pareja o un trabajo o un grupo de amigos, pero eso no te lo puede dar un psiquiatra.
P. El uso de benzodiazepinas en España es uno de los más elevados del mundo. ¿Por qué?
R. En los demás países las darían también si no estuviesen limitadas. Seguramente se han hecho campañas hacia la población y los médicos para limitar su uso, como se hace con los antibióticos, aunque no creo que haya una causa única. Las benzodiazepinas son muy eficaces y producen una sensación placentera cuando se toman. No es como un antidepresivo, que hasta después de varios días no notas nada más que náuseas o incomodidad intestinal. Si tienes insomnio, sientes sueño, y si estás nervioso te tranquilizas. Atraen como atrae el alcohol o las comidas sabrosas. Y además, cuando se prescriben, vienen en cajas de muchos comprimidos, que no hacen falta para el tratamiento de un episodio concreto de ansiedad o insomnio. La gente acumula medicación en casa y después puede darle a un vecino o un familiar porque a ellos les ha ido bien.
Después, hay personas que llegan al médico de familia, que tiene siete minutos por paciente, y cuentan que les han despedido del trabajo, que no tienen dinero, que lo están pasando fatal, ¿me puedes dar otra receta? Y al médico le quedan tres minutos de consulta. ¿Qué hace? ¿Se pelea con el paciente, le dice que no, se juega una agresión, como pasa a veces? Al final le extiende la receta. Y está el tema de la receta electrónica. Con ella puedes establecer que todos los meses te den la caja del medicamento. Se prescribe una medicación, se mete la receta electrónica y un tratamiento que debería estar limitado en el tiempo, como cada caja vale un euro, sigue sacando cajas y acumulando, y lo sigue tomando él y dándoselo a familiares cuando tienen un problema. Es algo que tenemos que resolver entre todos, con más profesionales para que puedan tener más tiempo de consulta, más material de autoayuda, limitar las prescripciones o el tamaño de las cajas.
P. ¿Entonces es mejor lo que hacen otros países donde se consume menos?
R. Las benzodiazepinas son muy útiles en determinados momentos, así que no me parece bien tenerlas vetadas. Y como hay unas listas de espera muy largas y no hay más recursos alternativos, como grupos de relajación o para enseñar habilidades para regular el sueño, son una herramienta útil si una persona no puede dormir, por ejemplo, y tiene que seguir yendo al trabajo y rindiendo.
P. Hay muchas personas, en particular mujeres, que toman estos fármacos para regular su estado de ánimo.
R. Son gente que sufre, que tiene un malestar, una crisis de pánico, y tienen una urgencia por resolver esos problemas y se les da la prescripción porque no hay mucha alternativa. Pero el fármaco puede dar beneficios al principio y acabar siendo perjudicial. Hay una estadística que muestra que a partir de los 45 años es cuando más se consume. Puede ser por la carga social de las mujeres y la postmenopausia, pero también se da por un efecto acumulativo. Algunas llevan tomándolas desde los 30 años. El problema es mantener la prescripción de forma continuada. Se deberían buscar otras alternativas, empezar a ver por qué se llevan tomando tanto tiempo esos fármacos y derivar a psiquiatras para que ofrezcan otras posibilidades.
Muchas veces, se toman para dormir, así que habría que buscar formas para que durmiesen sin esa medicación, y antes de nada, comprobar que no hay una depresión, un trastorno generalizado que motiva ese insomnio. Y después, retirar el fármaco de una forma muy gradual, para evitar el efecto rebote, porque si no, el insomnio puede volver de una forma más aguda. Lo puedes retirar en gotas, por ejemplo. Dividir el comprimido en 10 partes y se va reduciendo una décima parte de comprimido cada semana o cada 15 días o cada tres días y la persona va cogiendo confianza y se va dando cuenta de que duerme igual de bien con una dosis cada vez menor hasta que lo deja de tomar.
Ciencia en EL PAÍS