De polvos de arroz a champú de menta, la nueva juventud (con 122 años) de Instituto Español

La empresa de perfumería y cuidado personal fundada en Sevilla en 1903 aspira a ser referente en el consumo familiar y superar los 100 millones de ventas Leer La empresa de perfumería y cuidado personal fundada en Sevilla en 1903 aspira a ser referente en el consumo familiar y superar los 100 millones de ventas Leer  

Los polvos de arroz Sol de la marca Ánfora, en estuche redondo de metal, son hoy un tesoro de coleccionistas. Pero cuando se pusieron a la venta, a principios del siglo XX, se popularizaron rápidamente y fueron la base sobre la que nació y se desarrolló Instituto Español, una empresa esencialmente de perfumes (y algo de cosmética) que abrió sus puertas en 1903 junto al puente de San Bernardo, en Sevilla. La fundaron dos familias malagueña y una de Madrid y desde entonces jamás ha dejado de fabricar sus productos, 122 años de historia y actividad ininterrumpidas incluso durante la Guerra Civil.

De aquel modesto local extramuros de Sevilla a las modernas instalaciones que hoy acogen su planta de fabricación en Hinojos (Huelva) va mucho más que un siglo largo. Ya no fabrica polvos de arroz de la marca Ánfora, pero en su catálogo hay ahora mismo 250 referencias distintas, desde geles de avenas a champús de menta, pasando por cremas de manos y pies y, lo último, un gel frío con efecto calmante, sin olvidar perfumes y colonias que son parte del ADN de la empresa. Como la mítica Gotas de Oro.

El Instituto Español del siglo XXI, conservando la esencia de sus polvos de arroz o de sus Gotas de Oro, es hoy una empresa que vende en 68 países diferentes, que tiene una plantilla de más de 200 trabajadores o, mejor dicho, trabajadoras, porque las mujeres representan el 98% de su plantilla, y que se ha marcado el ambicioso «pero asumible» objetivo de alcanzar en siete años los cien millones de facturación.

El entrecomillado es de Vicente Granados, el director general de una compañía que nunca ha dejado de ser familiar. De las fundadoras, la empresa pasó a ser propiedad hasta de ocho familias y en los años 70 del siglo XX otra familia, la de José María Ruiz Mateos y su imperio Rumasa, se hizo con Instituto Español. Aunque no por mucho tiempo, porque fue uno de los primeros activos que el Estado le expropió al controvertido empresario. En 1983, el abuelo de Vicente, también Vicente Granados, vio en la compañía de perfumes, que por entonces fabricaba en una nave en el Polígono Carretera Amarilla de Sevilla, una oportunidad que no quiso dejar escapar y que sumó a sus negocios.

Vicente Granados, el abuelo, era un emprendedor nato que ya sabía lo que era el éxito cuando reparó en la fábrica de perfumes sevillana. Su mujer era de Sevilla y empresaria también -tenía una planta textil que vistió a los últimos de Filipinas- y la capital andaluza no era territorio inexplorado. Hizo crecer a Instituto Español, que pasó en poco tiempo a manos de su hijo Norberto, que ya sí, se trasladó con su familia a Sevilla para tomar las riendas del legado que, en vida, repartió el patriarca. Y hoy, sus tres hijos, los tres nietos del visionario de Villamayor de Campos, Vicente, Norberto y Patricia gestionan una compañía que ha multiplicado por cien su plantilla, desde los poco más de 20 que trabajaban en la nave del Polígono Carretera Amarilla a los 268 que cada día, en turno de mañana, se encargan de producir y comercializar los productos desde la sede de Hinojos.

Unas instalaciones que, explica el director general, también han crecido en los últimos años y que van a seguir creciendo a corto plazo para incrementar su capacidad de almacenamiento y mejorar su logística y con una planta específicamente para fabricar cremas que, además, abrirá la puerta a la producción bajo marcas blancas, algo que, hasta el momento, no forma parte del negocio y que, precisa Granados, tampoco es una prioridad ni lo será.

En el ejercicio 2024, las ventas alcanzaron los 72,5 millones de euros y el crecimiento de la facturación viene manteniéndose estable en los últimos siete años a un ritmo que oscila entre el 10 y el 15%. Instituto Español no solo no paró durante la pandemia del Covid-19, sino que aquel fue un año en el que el negocio siguió al alza. «Nos hartamos de fabricar gel hidroalcohólico», recuerda el director general, y aunque las ventas en perfumes bajaron, se compensó con el crecimiento de los productos de cuidado personal.

La hoja de ruta que ha diseñado el director general y sus hermanos llega hasta el año 2032 y para entonces la idea es haber traspasado el umbral de los cien millones de ventas. Manteniendo siempre, hace hincapié Granados, la vocación internacional de la compañía y un nivel de ventas en el extranjero que tiene fijado en torno al 30%.

Porque si algo tiene claro la familia Granados es la importancia de garantizar un equilibrio entre las ventas del mercado nacional y las del mercado internacional. De hecho, eso es algo que la familia, desde que tomó el control de la compañía en los años 80, ha tenido muy presente.

Fue en 1991 cuando Instituto Español se embarcó en su primera aventura internacional y lo hizo en un país con el que la familia propietaria tenía vínculos históricos. No fue una casualidad que Filipinas fuese el primer mercado extranjero en el que se vendieron sus productos. La abuela del actual director general había tenido ya tratos con la antigua colonia española y quedaban nexos que se aprovecharon para enviar el primer contenedor cargado de mercancía de la marca sevillana, en concreto la colonia de baño Gotas de Oro.

Después de aquella primera incursión, Instituto Español se abrió paso en el mercado holandés, aunque el más importante fuera de España es el de Estados Unidos, en el que tiene una presencia muy consolidada. Es, con diferencia, el mejor cliente de los 68 países a los que exporta ahora mismo la empresa con sede en Hinojos, un listado que Granados quiere ampliar a «72 ó 73» antes de que termine este año con la incorporación de nuevos mercados, sobre todo, en Europa. Alemania o Francia, en los que es complicado entrar, están en el punto de mira.

Sus champús, geles o colonias están asimismo en Puerto Rico, Panamá o Venezuela, en el continente americano, y en China desde 2014, donde la capacidad de crecimiento es «brutal», aunque teniendo muy cuente, precisa, que hay que adaptarse a cada mercado, a sus preferencias y costumbres.

Sobre los aranceles impuestos por la Administración Trump, el director general de Instituto Español es moderadamente optimista y destaca que la industria de la cosmética y el cuidado corporal «no es un sector esencial» para Estados Unidos y que, en cualquier caso, el principal perjudicado va a ser el consumidor americano.

También practica la empresa la venta multicanal y, aunque la venta a través de grandes cadenas de distribución (como Primor, Aromas o Druni) es la que mayor peso tiene, la venta online ha ido adquiriendo cada vez más importancia en los últimos tiempos. La compañía tiene canal propio, pero priman las tiendas virtuales de sus distribuidores, incluida la plataforma Amazon, en la que están muchos de sus productos.

Granados defiende que la fórmula del éxito de Instituto Español está en su concepto familiar, que va desde la propia concepción y filosofía de su producción a la gestión y propiedad de la compañía. Sobre esto último es claro y contundente: Instituto Español seguirá siendo de la familia y eso a pesar de que no han faltado fondos de inversión que han llamado a su puerta. «No estamos en eso», insiste.

Pero el concepto familiar está también en sus productos, que están pensados por y para familias -el eslógan de la empresa es «de familia a familia»-, que puedan ser usados por todos, en formatos de gran tamaño y con una apuesta decidida por la calidad pese a un coste que no es elevado.

«En diez años queremos ser referente en cuidado personal con la mejor relación calidad-precio, demostrar que se pueden hacer buenos productos a buen precio», apostilla Vicente Granados.

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