¿Debe la UE abandonar toda esperanza en la carrera tecnológica?

El crecimiento económico futuro dependerá de las nuevas tecnologías. La UE no puede resignarse a ser mera espectadora. Leer El crecimiento económico futuro dependerá de las nuevas tecnologías. La UE no puede resignarse a ser mera espectadora. Leer  

En un mundo con perspectivas demográficas poco halagüeñas, el crecimiento económico dependerá de las ganancias de productividad y estas a su vez, del dominio de las nuevas tecnologías. Esta dependencia directa entre nuevas tecnologías y crecimiento económico ha llevado a la tecnología al centro de la batalla geopolítica.

Desde el lanzamiento del Plan Made in China 2025 en el año 2015, China ha pasado a dominar un número creciente de tecnologías críticas. El Australian Strategic Policy Institute (ASPI) elabora un indicador de liderazgo en tecnologías críticas que muestra la creciente dominancia de China frente a Estados Unidos en tecnologías de información y comunicación avanzadas, materiales avanzados, biotecnología, defensa, espacio, robótica, energía, medio ambiente o comunicación y sensórica cuánticas. Incluso en IA, donde parece que Estados Unidos tiene un liderazgo indiscutible, el CEO de Nvidia, Jensen Huang, indicó la semana pasada que «China va a ganar la carrera de la IA».

Por supuesto, Estados Unidos es muy consciente del imparable avance del gigante asiático y por ello, ha empleado algunos de los recientes acuerdos en materia comercial para afianzar alianzas en su guerra tecnológica contra China. Solo así se entiende que en la declaración conjunta entre Estados Unidos y la UE se haya acordado colaborar para adoptar y mantener requisitos de seguridad tecnológica alineados con los de Estados Unidos, en un esfuerzo concertado por evitar la filtración de tecnología hacia destinos considerados preocupantes, una forma diplomática pero clara de referirse a China.

Más allá de la guerra entre Estados Unidos y China, lo verdaderamente preocupante es que ningún país de la UE aparece como líder en ninguna de las verticales tecnológicas del ASPI. La UE está enfrentando numerosos retos en estos momentos: una crisis industrial y de modelo económico en Alemania, una preocupante situación fiscal en Francia con ausencia de acuerdo político para diseñar e implementar una imprescindible consolidación fiscal, la continua amenaza a la seguridad por parte de Rusia con unos compromisos de expansión del gasto público en defensa que será difícil cumplir dado el reducido espacio fiscal y unos esfuerzos para la simplificación normativa y aumento de la competitividad por parte de las instituciones europeas que carecen de la visión clara y apoyo político necesarios. En este contexto, la pregunta es evidente: ¿debe la UE abandonar toda esperanza en la carrera tecnológica?

A mi juicio, como europeísta convencida, la respuesta es clara y fuerte: de ninguna manera. Si lo hacemos bien, aún podemos posicionarnos con fuerza en esta batalla.

Empecemos con la industria de los semiconductores. Aunque los grandes titulares los capturan Nvidia, la empresa estadounidense de mayor capitalización bursátil a nivel global y encargada del diseño de los chips de IA, y TSMC, la empresa taiwanesa capaz de manufacturar los chips más avanzados, en la UE tenemos otra joya de la corona: la neerlandesa ASML. ASML produce las conocidas máquinas litográficas ultravioletas extremas, sin las cuales no es posible producir los chips más avanzados. La cadena de valor de los semiconductores está muy globalizada en estos momentos y la UE controla una parte clave sobre la que nos podemos apalancar en caso de que alguna potencia decida excluirnos de su parte de la cadena de valor. Por ello, a futuro, cuando la Comisión Europea plantee su Chips Act 2.0, será esencial poner sobre la mesa las medidas necesarias para que ASML siga liderando la producción de la maquinaria más avanzada, de modo que no perdamos esa posición estratégica. Y además, tenemos que tener muy claro qué tipo de semiconductores necesita nuestra industria. La industria de la automoción tiene una fuerte dependencia no de los chips más avanzados, sino de los conocidos como legacy chips. En este sentido, las restricciones impuestas por China a las exportaciones de legacy chips de Nexperia, empresa que originalmente formó parte de la división de semiconductores de la neerlandesa Phillips y fue adquirida por una empresa china en 2019, es algo a estudiar y evitar en el futuro.

Sigamos con la IA. En abril de 2025, la Comisión Europea presentó el AI Continent Action Plan, que refleja una tensión no resuelta entre dos visiones: competir frontalmente replicando modelos existentes versus desarrollar un enfoque europeo diferenciado. A pesar de los múltiples aciertos del AI Continent Action Plan, el plan adolece de graves desequilibrios: concentra recursos en gigafactorías, precisamente donde la UE es menos competitiva, y con presupuestos muy inferiores a los de empresas individuales. Mientras Meta invertirá unos 60.000 millones de dólares este año para superar 1,3 millones de GPU en 2025, la UE destina 20.000 millones a cinco plantas que no estarán operativas hasta 2028 y apenas alcanzarían 500.000 chips. En suma, intenta competir a escala continental con lo que una sola empresa estadounidense ya ha superado individualmente. La UE debería concentrar sus recursos en los eslabones de la cadena de valor donde posee ventajas competitivas reales, evitando dispersarse intentando competir en todos los frentes. Su fortaleza radica en ámbitos como el desarrollo de modelos especializados basados en datos únicos —por ejemplo, historiales médicos o información industrial y regulatoria— que permiten una precisión sectorial inalcanzable para los modelos generalistas.

Continuando con las tecnologías cuánticas, lamentablemente, hay muy poco que la UE pueda hacer por la carrera de la computación cuántica: además de un riesgo de invierno cuántico, en la computación cuántica habrá una sola tecnología ganadora y las grandes tecnológicas estadounidenses ya están bien posicionadas. Pero en comunicación y sensórica cuánticas, la historia puede ser diferente: no habrá una sola tecnología ganadora y las aplicaciones industriales, muchas de ellas relacionadas con la defensa, están más próximas. Por ello, la UE debería seleccionar en qué verticales no hay ganador claro aún y cuenta con los suficientes recursos para dar la batalla.

Y para terminar, en relación con la computación en la nube, escribí un artículo específico al respecto en julio de este año en Actualidad Económica, que les animo a consultar. La adopción de la computación en la nube es clave para la competitividad del tejido empresarial europeo, pero para ello, hay que eliminar los obstáculos que generan reticencias a las empresas: el riesgo de quedar capturado por un solo proveedor, puntos únicos de vulnerabilidad y soberanía del dato. Para ello, la UE debe implementar la normativa de competencia, cerrar lagunas regulatorias y hacer un uso adecuado de la contratación pública.

En definitiva, la UE no puede ni debe resignarse a ser mera espectadora en la revolución tecnológica global. La UE tiene activos únicos que, si se aprovechan con inteligencia estratégica, pueden traducirse en liderazgo en nichos clave. Pero para lograrlo, es imprescindible abandonar la tentación de imitar modelos ajenos y asumir que nuestra fuerza está en la especialización, la calidad y la confianza. La carrera tecnológica no se ganará corriendo más rápido, sino corriendo mejor.

*Judith Arnal es investigadora principal en el Real Instituto Elcano y CEPS.

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