Descubren rayas ‘parlanchinas’ en el Mediterráneo: así suenan cuando se sienten en peligro

La raya abre y cierra la boca mientras mueve sus aletas pectorales, emitiendo una especie de chasquido o clic mientras nada por Marina Alta, Alicante, una zona declarada Área de Importancia para Tiburones y Rayas (ISRA, según sus siglas en inglés). Es uno de los dos ejemplares de raya ―una áspera (Radula radula) y otra tembladera (Torpedo marmorata)― que los investigadores de la Asociación por el Estudio y la Conservación de los Elasmobranquios y sus Ecosistemas (Catsharks) han grabado produciendo ese sonido. Hasta ahora, de los 665 tipos de rayas que existen en el mundo, solo estaba documentado un comportamiento semejante en tres ejemplares de otras especies en Australia e Indonesia. “Estos dos registros son los primeros que se han identificado en el mar Mediterráneo, donde existen unas 35 especies de rayas”, indica Claudio Barría, experto en tiburones y rayas y uno de los autores del estudio que se publica en la revista científica Marine Biology.

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 Los científicos han grabado a dos ejemplares de dos especies en Alicante, una de ellas endémica, emitiendo chasquidos con sus bocas  

La raya abre y cierra la boca mientras mueve sus aletas pectorales, emitiendo una especie de chasquido o clic mientras nada por Marina Alta, Alicante, una zona declarada Área de Importancia para Tiburones y Rayas (ISRA, según sus siglas en inglés). Es uno de los dos ejemplares de raya ―una áspera (Radula radula) y otra tembladera (Torpedo marmorata)― que los investigadores de la Asociación por el Estudio y la Conservación de los Elasmobranquios y sus Ecosistemas (Catsharks) han grabado produciendo ese sonido. Hasta ahora, de los 665 tipos de rayas que existen en el mundo, solo estaba documentado un comportamiento semejante en tres ejemplares de otras especies en Australia e Indonesia. “Estos dos registros son los primeros que se han identificado en el mar Mediterráneo, donde existen unas 35 especies de rayas”, indica Claudio Barría, experto en tiburones y rayas y uno de los autores del estudio que se publica en la revista científica Marine Biology.

Los investigadores han comprobado que las rayas parlanchinas solo producían el sonido cuando un submarinista se hallaba cerca de ellas y, a medida que se alejaba, la frecuencia disminuía hasta que paraba. “Esto nos lleva a pensar que pueden estar asociados a una estrategia defensiva frente a potenciales amenazas como depredadores o la presencia humana”, añade Barría. Son necesarias más investigaciones para poder asegurar que “se comunican entre ellas, pero es probable que sea así, porque cuando alguien emite un sonido deber existir un receptor, además de que podrían estar advirtiendo a sus congéneres del peligro”, añade. También podría tratarse de un indicador de estrés que puede causar alteraciones en el comportamiento, indica el artículo publicado.

El descubrimiento llegó por casualidad “como ocurre muchas veces en la ciencia, se va en busca de algo y te topas con sorpresas”. En esta ocasión, la misión de Barría y Álvaro Almagro, también autor del estudio, era contar ejemplares de raya mantelina (Gymnura altavela), catalogada en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). El trabajo se llevó a cabo entre noviembre y diciembre de 2023 y estudiaron cuatro especies de rayas. En total detectaron a 25 individuos, y de ellos solo se registró la producción de sonido en dos: una raya áspera y una raya eléctrica o tembladera. “Es un hallazgo importante porque la elaboración de sonidos comunicativos podría ser una característica común en las rayas e incluso serviría para modificar la percepción negativa que se tiene de la especie, al hacerla más cercana a nosotros es más sencillo comunicar a la sociedad la necesidad de protección”, opina Barría.

La investigación tiene también implicaciones en las acciones de conservación y manejo de sus hábitats. “En el mar Mediterráneo la mitad de las rayas están en peligro, y es probable que el ruido antropogénico interfiera en la comunicación entre las especies que producen sonido, por lo que es crucial integrarlas como sensibles en los estudios de impacto ambiental”, plantea el artículo.

En el mundo animal existen dos tipos de producción de sonido: activa y pasiva. La primera aparece cuando existe una intencionalidad, como ocurre con los cantos de las aves. La pasiva se genera a partir de interacciones con el entorno, como el ruido del movimiento a través del agua o el roce contra objetos, sin intención comunicativa directa, recuerda el artículo científico. Se conocen aproximadamente 990 especies de peces que cuentan con esa habilidad, pero es probable que la cantidad sea mayor y todavía no se sepa. De las 27 que pertenecen a la clase Elasmobranchii [tiburones y rayas], hay 13 producen sonido de manera involuntaria cuando se alimentan, por ejemplo, cuando rompen conchas, señala el artículo. Pero en este caso no es involuntario.

Otra cuestión es que exista algún tipo de comunicación. “Esta capacidad ha sido estudiada sobre todo en cetáceos, que son los mamíferos marinos que más sonidos emiten, pero en peces, sobre todo en tiburones y rayas, es muy desconocida”, indica Barría. Por ejemplo, los alrededor de 2.000 cachalotes que sobreviven en el Mediterráneo occidental cazan con sus clics. Reciben un retorno en su cabeza y logran elaborar un mapa de los fondos como los sistemas sonar. Los chasquidos les sirven para alimentarse, para ver lo que les rodea, pero se trata también de un sistema de comunicación y socialización.

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El delfín mular es uno de los mamíferos acuáticos más inteligentes. Utilizan el sonido como principal vía de comunicación a través de silbidos y chasquidos y son sociales. Los científicos han detectado también que tienen un gesto similar a una sonrisa humana cuando juegan con otros compañeros.

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