Distensión en el conflicto por el Canal de Panamá pese a la «influencia China»

La reunión clave entre el secretario de Estado, Marco Rubio, y el presidente panameño, José Raúl Mulino, certifica la distensión en un conflicto a todas luces forzado por Donald Trump Leer La reunión clave entre el secretario de Estado, Marco Rubio, y el presidente panameño, José Raúl Mulino, certifica la distensión en un conflicto a todas luces forzado por Donald Trump Leer  

Ni invasión militar para recuperar el Canal de Panamá ni sometimiento económico a Washington, al menos de momento. La reunión clave entre el secretario de Estado, Marco Rubio, y el presidente panameño, José Raúl Mulino, certificó la distensión en un conflicto a todas luces forzado por Donald Trump, que incluso llegó a amenazar con la toma del canal para liberarlo de las garras chinas.

«Pueden estar tranquilos los ciudadanos, no siento que haya ninguna amenaza de EEUU en estos momentos y mucho menos el uso de la fuerza», aseguró Mulino, quien minutos antes había reconocido que los panameños han vivido días de ansiedad desde el discurso de toma de posesión de Trump.

«Un paso importante», enfatizó el Departamento de Estado de EEUU tras la reunión, aunque para seguir la línea presidencial insistieron en la supuesta violación del Tratado de Neutralidad en la que estaría incurriendo Panamá, provocada por «la posición de influencia y control del Partido Comunista de China».

«Es inaceptable y, a falta de cambios inmediatos, requeriría que EEUU tomara las medidas necesarias para proteger sus derechos», dejó por escrito el Gobierno estadounidense.

El debut de Rubio en su primer gira internacional supuso a la postre un «encuentro altamente respetuoso y cordial», en el que se sentaron las bases, siempre según Mulino, de las relaciones entre Ciudad de Panamá y Washington, dos estrechos aliados históricos. «Queremos trabajar con EEUU como siempre lo hemos hecho», reiteró el mandatario, quien admitió que él mismo se encargó de «las voces de descargo» ante las acusaciones del despliegue chino en el estratégico istmo que une el Mar Caribe con el Océano Pacífico.

El mandatario panameño se atuvo a la auditoría que actualmente realiza la Contraloría sobre los dos puertos en manos de una empresa china, Panamá Ports, uno en la entrada del canal, Balboa, y otro a la salida, Cristóbal. Al parecer, esta es la principal preocupación para Trump y su equipo. Del resultado de esas investigaciones se encargará el equipo conjunto de ambas administraciones. Las explicaciones sobre lo que ocurre dentro del canal recaen en su autoridad, que es autónoma al gobierno.

Como concesión a Washington, Mulino adelantó que Panamá no renovará el memorándum de la ruta de la seda, alcanzado con China hace ocho años. Por el contrario, el presidente fue enfático a la hora de reclamar a EEUU que realice más inversiones en su país, porque fue precisamente esa «retirada» la que provocó la entrada de capital chino, ávida de negocios en la región.

Donde sí se produjeron avances fue en el tema migratorio: el Gobierno panameño está dispuesto a fortalecer el aeropuerto de Metetí, construido a la salida de la selva del Darién, para llevar a cabo deportaciones a países como Venezuela, Ecuador y Colombia. Precisamente hoy lunes el propio Rubio asistirá al vuelo programado con deportados colombianos.

Un hombre sostiene un cartel en protesta por la visita del secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, a Panamá.
Un hombre sostiene un cartel en protesta por la visita del secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, a Panamá.Bienvenido VelascoEFE

El gobierno panameño ya había hecho los deberes en el tapón que separa a su país de Colombia, ruta elegida por los emigrantes en su camino a Estados Unidos. De hecho el convenio firmado en julio pasado será ampliado en las próximas semanas. De momento las medidas puestas en marcha, que incluye el cierre de varios pasos para darle preferencia a uno solo, arrojan cifras inesperadas: en enero la reducción de emigrantes que atravesaron un territorio salvaje y lleno de trampas cayó el 94%, según los datos aportados por el Servicio Nacional de Migración. Frente a los 34.839 personas que cruzaron el Darién en enero de 2024, sólo 2.158 lo hicieron en el primer mes de este año.

Panamá figuraba en rojo en la agenda de Marco Rubio, incluso le dedicará dos días antes de seguir viaje a Costa Rica, El Salvador, Guatemala y República Dominicana. Un debut complejo que comenzó con un guiño a su sangre cubana. Hijo de exiliados que llegaron a Miami sin un dólar, sin hablar inglés y con sus creencias católicas perseguidas en la isla, Rubio asistió a misa en la Iglesia de la Merced, en el Casco Antiguo. No fue una elección casual: en su interior está la imagen más grande en Panamá de la patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre.

En claro contraste con la beligerancia mostrada por su presidente, Rubio se mostró afable desde el minuto uno, incluso dio la paz a los presentes en un ejercicio de diplomacia extendida. Frente al rictus contrariado que muestra Trump cuando habla de Panamá, Rubio hizo un ejercicio de empatía en medio del huracán. También se sabía bajo escrutinio mundial: primer latino en ejercer como poderoso secretario de Estado quien además decidió comenzar sus giras en las Américas, algo que no sucedía desde hace un siglo.

Por esas cosas del destino, la otra imagen de la virgen cubana permanece en la capilla de la Presidencia, dentro del Palacio de las Garzas, donde una hora más tarde el presidente José Raúl Mulino recibió a su invitado en un encuentro marcado por la incertidumbre, incluso por la contradicción: un mandatario claramente proestadounidense amenazado con la invasión militar del Canal de Panamá, víctima colateral de los deseos hegemónicos y expansionistas del inquilino de la Casa Blanca.

De hecho, Trump no dudo en replantear en las últimas horas que Canadá se convierta en «nuestro querido estado número 51» después de la imposición de aranceles del 25% a los vecinos del norte y del sur.

Para que le quedase claro al país, Mulino saludó a la prensa con un «Viva Panamá», que resume el estado de las cosas en el país centroamericano. Horas antes, el arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa, ya había apostado por la unidad nacional en este «momento crucial» para enfrentar el huracán Trump. «La soberanía no se regala ni se negocia, se defiende con determinación y amor por nuestra patria», clamó el clérigo, quien exhortó a los panameños a mantener la siembra de banderas panameñas en calles y hogares «por nuestra dignidad».

La llegada de Rubio ha causado tanta expectación en Panamá como el aterrizaje de Leo Messi, quien al frente del Inter de Miami disputó en la tarde el partido del año frente al Sporting San Miguelito. De eso iba este domingo panameño, de duelos en la cumbre.

Así lo perciben también los ciudadanos. Varios de ellos se hicieron selfies con el secretario de Estado a la puerta de la iglesia. No fue difícil encontrarles, por algo el país centroamericano es el principal aliado de EEUU en la región.

Otros, sin embargo, acudieron a la vigilia de la Plaza Cinco de Mayo, cerca del palacio presidencial, donde Rubio aparecía dibujado en carteles como si fuera el Joseph Goebels del American First, hasta con uniforme nazi. «Panamá se respeta», «Esta patria no se vende», «América no es sólo Estados Unidos» y otros lemas acompañaron al grupo de protestantes. Entre ellos destacaba Marco Andrade, dirigente sindical que informó, micrófono en mano, al «mensajero de EEUU que aquí hay un pueblo dispuesto a defender su canal».

Más tarde se quemaron carteles del Tío Sam, con cruz gamada incluida. Uno de los insultos elegidos por los manifestantes «gusano asesino», uno de los favoritos de la revolución cubana, desnudaba la filiación ideológica de los presentes: nacionalismo a ultranza, pero con insultos importados de otras tierras.

Otros, sin embargo, acudieron a la vigilia de la Plaza Cinco de Mayo, cerca del palacio presidencial, donde Rubio aparecía dibujado en carteles como si fuera el Joseph Goebbels del American First, hasta con uniforme nazi. «Panamá se respeta», «Esta patria no se vende», «América no es sólo Estados Unidos» y otros lemas acompañaron al grupo de protestantes. Entre ellos destacaba Marco Andrade, dirigente sindical que informó, micrófono en mano, al «mensajero de EEUU que aquí hay un pueblo dispuesto a defender su canal».

Más tarde se quemaron carteles del Tío Sam, con cruz gamada incluida. Uno de los insultos elegidos por los manifestantes «gusano asesino», uno de los favoritos de la revolución cubana, desnudaba la filiación ideológica de los presentes: nacionalismo a ultranza, pero con insultos importados de otras tierras.

La escasa presencia de manifestantes no avizora un ejército de ciudadanos, sobre todo en un país que desde la invasión estadounidense de 1989, que derrocó al general Manuel Noriega, no cuenta con fuerzas armadas.

Las distintas dictaduras de la región (Venezuela, Cuba y Nicaragua), tan cercanas a Panamá, también aparecieron en la reunión entre ambos dirigentes.

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