El Canal de Panamá, la última obsesión hegemónica de Trump

El presidente quiere el control del istmo para apuntalar su nuevo orden mundial mientras denuncia las concesiones a China y el «precio exorbitante» para barcos de EEUU Leer El presidente quiere el control del istmo para apuntalar su nuevo orden mundial mientras denuncia las concesiones a China y el «precio exorbitante» para barcos de EEUU Leer  

«Estamos condenados a vivir bajo el paraguas del Pentágono». Cuando el general Omar Torrijos dejó para la Historia la sentencia que ha gravitado sobre Panamá a lo largo de su vida como nación, el líder nacionalista acababa de firmar en Washington los trascendentales acuerdos con Jimmy Carter sobre el Canal, motivo hoy de disputa. Gracias a ese tratado, Panamá comenzaría el año 2000 con la soberanía plena del canal que atraviesa su territorio, construido y administrado por Estados Unidos desde 1914 hasta esa fecha.

Años después de estos acontecimientos, en 1989, las guayaberas blancas ensangrentadas de los líderes civilistas Guillermo Ford, Guillermo Endara y Ricardo Arias Calderón abrieron los informativos de medio mundo tras la salvaje agresión de los Batallones de la Dignidad de la dictadura militar. La Casa Blanca decidió poco más tarde restituir a los ganadores de la contienda electoral y para ello dio inicio a la operación Causa Justa, la decimotercera invasión estadounidense, que les liberó de las garras del dictador Manuel Noriega, el famoso narco Cara de Piña. Con el Canal no se juega.

Fundamentales también fueron en 1903 las tropas estadounidenses para la separación de Panamá de Colombia. «Bogotá tenía fuerza militar y no aceptaba la separación de Panamá, que quería comenzar a construir el Canal en agosto de ese año y el Senado colombiano lo negó. Fueron obtusos, porque sin esa negativa Panamá jamás lo hubiera hecho. El presidente Theodore Roosevelt dispuso a sus tropas y bastó con apenas un bombardeo», recuerda para EL MUNDO el historiador Omar Jaén, la memoria más lúcida del Istmo y uno de los negociadores de los Tratados Torrijos-Carter, de nuevo sobre la mesa tras las amenazas de Donald Trump.

En el ojo del huracán, como lo estuvo durante meses de la sequía, se ha situado hoy el Canal de Panamá, uno de los enclaves más estratégicos del continente, los 82 kilómetros navegables en la parte más estrecha del istmo, que unen el Mar Caribe y el Océano Pacífico y por donde pasa el 3% del comercio mundial.

Un dato histórico subraya su importancia: la ventaja de unir a Nueva York y San Francisco a través del canal ahorra a las flotas estadounidenses 12.600 kilómetros de navegación (casi una cuarta parte de la circunferencia del planeta), lo que fue trascendental en las guerras del Pacífico de la II Guerra Mundial.

«China está operando el Canal de Panamá, pero no se lo dimos a China. Se lo dimos a Panamá y lo vamos a recuperar», disparó el inquilino de la Casa Blanca en su primer discurso al mundo. El rictus del mandatario republicano sorprendió a los observadores, porque Panamá mantiene lazos históricos, económicos, políticos y culturales que le convierten en el país más proestadounidense del continente, más allá de que usen al dólar como su moneda. Así no se trata a un aliado, pensaron todos los demás.

El puñetazo al hígado nacional se sintió como nunca. El presidente conservador José Raúl Mulino reaccionó contundente al principio, pero llevado por la estrategia de cabeza fría empleada por la mexicana Claudia Sheinbaum se ha preparado para recibir al secretario de Estado, Marco Rubio, con una clara postura gubernamental: «El canal es y seguirá siendo de Panamá. [Pero] no existe ningún tipo de pugna, ningún tipo de confrontación. Primero porque no hay fundamento para una confrontación. Es EEUU la relación privilegiada que tenemos, no es China«.

Más claro no puede hablar un gobierno, en cuyo seno están convencidos de que cerrarán la crisis sin perjudicar a su economía, cuyo PIB depende en un 20% del canal y sus negocios paralelos.

¿Qué mueve entonces a Trump a situar al Canal de Panamá, como a Groenlandia, en el centro de su agenda desencadenada? EL MUNDO ha consultado a expertos, analistas, políticos e historiadores para buscar una respuesta a la espera de las exigencias que Rubio pondrá sobre la mesa en su primera gira internacional. En principio, a Trump le motiva un cóctel que mezcla estrategia geopolítica, ambiciones económicas y cierta inquina personal. El ego del magnate resultó herido durante el litigio que mantuvo con sus antiguos socios de la Torre Trump, el rascacielos ocupado hoy por el Hotel Marriott en Punta Pacífica, a pies de la Bahía de Panamá City. La familia Trump no sólo perdió la titularidad del edificio, también un millón de dólares, según sus propios cálculos.

«Trump quiere controlar el Canal de Panamá, es un tema de poder. Siente que puede hacerle bullying a los aliados y que estos se someterán. Con Vladimir Putin y Xi Jinping es más cuidadoso. Realmente es un desastre con repercusiones enormes a nivel global y eso es justamente lo que Trump está buscando: la ruptura total con el orden de la posguerra. Su aspiración es construir un nuevo orden mundial con aliados como Rusia, Hungría y otros», profundiza para este periódico María Puerta Riera, profesora de Gobierno Americano en Florida.

Para apoyar su presión contra Panamá, Trump no sólo ha buscado tiempo para ironizar sobre la retirada de carteles escritos en chino en la capital panameña. También ha disparado con su metralleta de fakes en todas direcciones.

«Todo es mentira, empezando por la supuesta muerte de 38.000 estadounidenses durante la construcción del Canal, como ha dicho Trump. Según la documentación histórica, durante 10 años murieron 5.611 trabajadores, la mayoría afroantillanos. De ellos, sólo 350 eran estadounidenses. Es realmente alucinante», denunció el historiador Jaén, quien también forma parte de la comisión que asesora al presidente Mulino en esta encrucijada histórica para el país.

Lo mismo ocurre con los «precios exorbitantes» para los barcos de EEUU. Falso. Las tarifas son las mismas para todos, incluso sus buques de guerra no hacen la cola de los demás.

Desde el 31 de diciembre de 1999, el tratado vigente sobre el Canal es el de neutralidad, que impone el libre tránsito sin discriminación en tiempos de paz y de guerra. «Panamá, como soberano del Canal, invita a EEUU a ser garante del derecho de libre tránsito. Sólo si Panamá se lo pide pueden intervenir», aclara Omar Jaén.

Otro fake de Trump, también muy claro, como la acusación de que soldados chinos ocupan el istmo, fue respondido por la Autoridad del Canal: de los 8.500 trabajadores sólo hay tres chinos y no son gerentes.

A favor de las teorías de Trump sí conspiran las negociaciones turbias del expresidente Juan Carlos Valera, que en 2017 rompió relaciones con Taiwan para echarse en brazos de China, segunda en el ranking de barcos del Canal. Las dudas sobre los intereses que movieron al mandatario no han cesado. Lo mismo ocurre con la titularidad de los puertos de Balboa y Cristóbal, a la entrada y a la salida del canal, cuya concesión pertenece a la empresa Panamá Ports, subsidiaria de la empresa de Hong Kong Hutchinson Holdings.

«Panamá no ha mantenido una política cautelosa. El proceso de establecer relaciones diplomáticas con China no fue transparente y estuvo cargado de improvisaciones, además de ir contra el análisis geopolítico. Desde entonces, la suma de pequeñas decisiones ha conseguido preocupar a Washington», desvela a EL MUNDO Carlos Raúl Moreno, antiguo subadministrador de la Autoridad Marítima de Panamá.

La celebración del Año Nuevo Chino se vivió esta semana con especial énfasis en Panamá City, incluso la broma popular es que los fuegos artificiales se escucharon como nunca gracias a los aportes de la Embajada. También festejó el Instituto Confucio, que promueve la cultura y los idiomas chinos en todo el mundo, que se levanta en medio del corazón de la Universidad Nacional de Panamá, como si se tratara de una película de espías.

«Vivimos un momento de máxima sensibilidad geopolítica, en los que Panamá debe defender su independencia pero también jugar con pragmatismo», advierte Moreno, quien conoce a fondo los movimientos a favor de empresas chinas, como la concesión del cuarto puente sobre el canal, que enfadan a Washington. «Es una amenaza directa [la presencia china en Panamá]», aseguró Marco Rubio antes de coger el avión para Panamá City.

«Pero también tenemos relaciones históricas con China y nos conviene hacer negocios con ellos. Lo preocupante de todo esto es que EEUU es la primera potencia que pierde su hegemonía política, pero no ha perdido la hegemonía militar«, precisa a EL MUNDO Quibián Panay, exsecretario general de la Asamblea Nacional y dirigente del Partido Revolucionario Democrático (PRD), creado por Torrijos y hoy opositor.

Panay es uno de los padres de la Ciudad del Saber, levantada en donde estuvo la denostada base de las Américas, en donde se asegura que fueron entrenados represores y torturadores de las dictaduras militares del siglo XX. En estos días, la Ciudad del Saber se ha llenado de banderitas panameñas, una siembra empujada desde las redes sociales a la que también se ha sumado parte de la administración.

Quien no se acaba de fiar del cierto optimismo que se respira en el país es el ídolo local Ruben Blades, artista y activista que desde Nueva York avisa a su gente: «El Canal es el verdadero objetivo de Trump; Panamá [que no tiene ejército] debe prepararse para la eventualidad de otra intervención».

Blades no olvida que en el siglo XIX la pelea por una raja de sandía entre un panameño y un estadounidense provocó unos disturbios sangrientos y la ocupación de Ciudad de Panamá. Esa tajada hoy mide 82 kilómetros y es el objeto de deseo del hombre más poderoso del planeta en su versión desencadenada.

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