Abogan por negociar la compra de más petróleo y no imponer más sanciones a cambio de aceptar deportaciones y reducir los flujos migratorios Leer Abogan por negociar la compra de más petróleo y no imponer más sanciones a cambio de aceptar deportaciones y reducir los flujos migratorios Leer
Durante la campaña electoral, Venezuela fue una de las obsesiones de Donald Trump. Hablaba del país sudamericano en todos sus mítines, en la mayoría de actos, en muchas entrevistas. Aseguraba que Caracas era ahora una de las ciudades más seguras, ya que todos sus criminales campan a sus anchas por Nueva York y el resto de Estados Unidos. Él no hablaba de Maduro, de las sanciones al país, de la necesidad de ser más duros en defensa de los derechos y libertades, pero sus colegas del Partido Republicano, sobre todo en Florida donde la comunidad de venezolanos emigrados no deja de crecer, sí. Pero una cosa son las campañas y otra el día después.
Las voces alrededor de Trump que abogan por negociar con Maduro y encontrar una solución mutuamente satisfactoria para las necesidades de ambos van cogiendo fuerza y llegando al oído del presidente electo. La fórmula sería algo así como más petróleo (y menos sanciones) a cambio de menos inmigrantes y aceptar repatriaciones. La Casa Blanca impuso importantes sanciones a Venezuela en el primer mandato de Trump , pero tras la invasión de Ucrania y con los desequilibrios geopolíticos y en la cadena de suministros, Joe Biden aflojó un poco (igual que Europa) como fórmula que aspiraba también a propiciar unas elecciones libres. Eso enfurecía a los exiliados venezolanos en EEUU, que se han inclinado mucho más por el Partido Republicano y sus promesas de apretar al régimen bolivariano hasta que ceda.
En los últimos meses, tras reconocer como ganador de las elecciones a Edmundo González, Washington ha aumentado las sanciones, incluyendo a 21 cargos adicionales esta misma semana. Pero muchos en el entorno de Trump están presionando para que no vaya a más, y están negociando directamente con Maduro. Según The Wall Street Journal, discretos contactos de importantes ejecutivos petroleros como Harry Sargeant III, un multimillonario donante del Partido Republicano y habitual de los campos de golf de Mar-a-Lago, pero también de los aeropuertos privados de Caracas, parecen estar dando frutos, a pesar de que Maduro endurece una vez más su deriva autoritaria.
En el quipo del presidente electo hay halcones conocidos respecto al país, empezando por el secretario de Estado designado, Marco Rubio, o el ex asesor de seguridad nacional Mauricio Claver-Carone. Pero los argumentos que cogen fuerza apuntan a varias vías. La primera, que EEUU no debe ser policía del mundo y cuidar sus intereses, y entre ellos están las deportaciones y los flujos migratorios (durante los últimos cinco años, las autoridades estadounidenses han detenido a más de 900.000 venezolanos que intentaban cruzar la frontera) así como la lucha contra los narcos y las llegadas de droga. La segunda, que si se mantiene una línea muy severa con Caracas, las posibilidades de que la influencia rusa y china crezca aumentan. La tercera, que la mano dura no funciona. Más de siete millones de venezolanos han dejado el país en la última década, el país es mucho más pobre, la situación no deja de deteriorarse y Maduro sigue ahí. La cuarta, el coste económico para los norteamericanos.
La semana pasada, pone como ejemplo el diario estadounidense, miles de barriles de asfalto líquido venezolano comprado por Sargeant llegaron al puerto de Palm Beach, a unos pocos kilómetros de la residencia de Trump. Y muchos más están en camino, aprovechando un resquicio en las sanciones dejado por el Departamento del Tesoro. «Es indiscutible que el flujo de asfalto venezolano de alta calidad y bajo costo ha supuesto un beneficio para el contribuyente estadounidense», ha dicho Harry Sargeant IV, presidente de Global Oil Terminals e hijo del fundador, en relación a ese cargamento de 43.000 barriles de asfalto líquido, suficiente para pavimentar más de 70 kilómetros de carreteras. «Ha sido un golpe para nuestros competidores estratégicos porque, bajo las sanciones, estos barriles se convirtieron en combustible a precios muy bajos que subsidiaba la economía china». Un problema quizás mayor para EEUU que la política interna venezolana.
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