El movimiento del 10 de septiembre en Francia aspira a revivir el espectro de los chalecos amarillos

El objetivo del 10-S, apoyado por Jean-Luc Mélenchon, es paralizar Francia durante un día, aunque los sindicatos están divididos Leer El objetivo del 10-S, apoyado por Jean-Luc Mélenchon, es paralizar Francia durante un día, aunque los sindicatos están divididos Leer  

El espectro de los chalecos amarillos, el movimiento contra la subida del impuesto a los carburantes que paralizó el país y movilizó a más de tres millones de franceses a finales del 2018, vuelve a planear sobre Emmanuel Macron con una fecha marcada en rojo en el calendario: 10 de septiembre.

Bajo la consigna «Bloquons tout!» («¡Bloqueemos todo!»), el tam-tam lleva sonando en las redes desde mediados de julio, como reacción al presupuesto de «regresión social» anticipado por el primer ministro, François Bayrou, en pleno verano. El líder de La Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, se apuntó a la «iniciativa popular» y aspira a canalizar y capitalizar las protestas, pero los sindicatos están divididos y siguen las dudas sobre el origen y el alcance del movimiento, y su capacidad de coordinación.

La calle, ya se sabe, suplanta ocasionalmente al Parlamento en Francia como el auténtico tercer poder, con revoluciones capaces de derribar gobiernos y forzar giros políticos. Está sin embargo por ver si el rechazo a los recortes sociales (y la supresión de dos días festivos) anunciados por Bayrou acaba cuajando en un auténtico movimiento del 10-S, emparentado de lejos con el 15-M y precedido de asambleas ciudadanas en plena canícula.

«Las razones de la cólera de los chalecos amarillos no solo están intactas, sino que han sido amplificadas», sostiene la sindicalista y profesora de la Academia de Montpellier Sabine Raynaud. «La reforma de las pensiones, las elecciones anticipadas y este Presupuesto que ataca brutalmente las conquistas de los trabajadores han agravado la situación».

«Hay que ser prudentes porque este movimiento está aún en el limbo y sus formas son confusas», advierte sin embargo en Le Monde la historiadora y experta en movimientos sociales Marion Fontaine. «De momento, lo que existe no son más que las anticipaciones por parte de los actores políticos y sindicales. Desde un punto de vista histórico todo esto se inscribe dentro de una cronología extremadamente corta, aunque sus orígenes pueden encontrarse en la primera década del siglo con el movimiento de los indignados y después con las protestas de los chalecos amarillos y contra la reforma de las pensiones».

«La Francia de Macron es la Francia de los pobres: el sentimiento de abandono persiste y el desafío no ha hecho más que crece», alerta por su parte Jacline Moraud, una de las impulsoras del movimiento de los chalecos amarillos, que ha dado su apoyo expreso a las protestas organizadas del 10-S.

El objetivo de «Bloquons tout!» es paralizar Francia por un día, con huelgas en los comercios y los transportes públicos, acciones de disrupción en los aeropuertos y las estaciones de tren, bloqueos en las carreteras y en las refinerías… Los taxistas y los agricultores, dos sectores en pie de guerra en los últimos meses, han anunciado su intención de unirse a la movilización. El llamamiento pide a los franceses no comprar en las grandes superficies ese día, boicotear a los grandes bancos como «cómplices de la especulación» y no usar plataformas digitales como Amazon o Uber.

La división sindical y la llamada alternativa a la huelga general el 18 de septiembre, pueden restar apoyos a la convocatoria del 10-S, percibida cada vez más como una iniciativa de la izquierda radical. El líder de La Francia Insumisa anunció de hecho el 22 de agosto su respaldo total a la iniciativa.

«El 10 de septiembre debe ser un día de bloqueo general y de huelga general para los trabajadores», declaró Mélenchon ante cientos de militantes de LFI en Châteauneuf-sur-Isère. «Esta es nuestra estrategia: ayudar y servir al movimiento. Los estamos ayudando a autoorganizarse», afirmó.

La extrema derecha de Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen se ha desmarcado por su parte abiertamente de la protesta. Su delfín, Jordan Bardella, recalcó durante el fin de semana que el objetivo de su partido es la convocatoria de nuevas elecciones anticipadas tras la previsible caída de Bayrou la próxima semana.

El ministro de Interior y líder de Los Republicanos, Bruno Retailleau, descalificó de antemano el movimiento, vinculándolo a la extrema izquierda: «Esta consigna de bloquear todo es estúpida. El país no necesita ser bloqueado; al contrario, lo que hace falta es avanzar».

«No creo que sea un movimiento amplio, pero puede haber acciones espectaculares», reconoció Retailleau. «He enviado un telegrama a los prefectos para que estén preparados, por si hay efectivamente intentos de bloquear los sitios estratégicos y las infraestructuras esenciales del país», aseveró.

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