España contra Draghi

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En un momento de cierto reconocimiento internacional, España –su Gobierno– se está empeñando en enviar mensajes confusos al mercado. El país sufre un insólito apagón total en su red eléctrica y las autoridades exhiben como gran activo que la gente no se mate por la calle. Efectivamente, el civismo y la solidaridad son intangibles que aprecian los inversores, pero también saber qué es lo que sucede y qué se hace para que no vuelva a pasar. Por medio, el Ejecutivo planta una consulta popular para abortar una operación de compra entre bancos privados y promueve la reducción de la jornada laboral sin acordarlo con la patronal. El argumento contra quien advierte de las contraindicaciones es que la Bolsa sube. La cotización intradía del Ibex 35 como termómetro de la política económica de un gobierno de esta ideología es algo que no vimos venir, pero revela en sí mismo un alarmante sesgo cortoplacista.
Reducir la jornada eleva automáticamente los costes laborales de las empresas. El catedrático Andreu Más-Colell calcula que el salario real por hora subirá un 6,6% de golpe y que, aunque el efecto sobre la productividad por hora trabajada será neutro, el de la productividad por trabajador será negativo. Por lo tanto, hay un riesgo claro de que el aumento de sueldos se reabsorba con crecimientos futuros menores a la inflación. Es decir, que la reducción de jornada se termine trasladando al poder adquisitivo de los trabajadores. Según Rafael Doménech, de BBVA Research, de salir adelante, la medida afectaría al 53% de los trabajadores si se extrapolan los datos de 2023. La clave estará en la implantación, pero podría limitar el margen empresarial para invertir en innovación.
El informe Draghi cita la palabra productividad en 76 ocasiones, ya que la caída de la evolución de ésta respecto de Estados Unidos está en el origen del diferencial entre ambas economías. Los europeos trabajamos unas 250 horas menos cada año que los norteamericanos y lo que producimos por hora es inferior. Para Draghi, dos terceras partes de la brecha productiva se explican en el atraso en la revolución digital. EEUU ha afrontado mejor el decrecimiento vegetativo –Europa perderá dos millones de trabajadores en la próxima década– y no tiene que financiar un Estado de Bienestar tan amplio. Todo eso es tan cierto como que a la UE se le abre una oportunidad por la atrabiliaria gestión de Trump, que ha situado a Europa en el trance existencial del acelerar sus reformas.
Los efectos de la reducción de la jornada no serán perceptibles en el intradía de la Bolsa, pero España se pondrá a correr en la dirección contraria hacia donde señala Draghi: primero la productividad y luego lo demás.

 Actualidad Económica // elmundo

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