España deja atrás su peor epidemia de tosferina: 12 muertes, 920 hospitalizados y casi 29.000 casos

España ha dejado atrás en este 2025 la que ha sido la peor epidemia de tosferina ocurrida en el país desde que hay registros sobre la infección, que se remontan a hace medio siglo. Los casos empezaron a crecer en la primavera de 2023 y los contagios no se frenaron hasta octubre del año pasado, con un total de 28.688 positivos, 920 hospitalizados y una docena de fallecidos. Las cifras finales del brote han sido avanzadas en el congreso de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) celebrado la semana pasada en Las Palmas de Gran Canaria.

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Una investigadora manipula un cultivo de la bacteria 'Bordetella Pertussis' en el VHIR, en Barcelona.  Sanidad estudia cambiar el calendario vacunal para mejorar la protección de los lactantes después del mayor brote de la enfermedad desde que hay registros  

España ha dejado atrás en este 2025 la que ha sido la peor epidemia de tosferina ocurrida en el país desde que hay registros sobre la infección, que se remontan a hace medio siglo. Los casos empezaron a crecer en la primavera de 2023 y los contagios no se frenaron hasta octubre del año pasado, con un total de 28.688 positivos, 920 hospitalizados y una docena de fallecidos. Las cifras finales del brote han sido avanzadas en el congreso de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) celebrado la semana pasada en Las Palmas de Gran Canaria.

“Ha sido una oleada epidémica extraordinaria, con una incidencia que ha triplicado a las registrada en la anterior, ocurrida en 2015 y en la que hubo unos 9.000 casos”, explica Josefa Masa-Calles, la investigadora del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) que ha presentado los datos en la reunión científica.

Seis de los fallecidos eran lactantes que no pudieron beneficiarse de las vacunas. Estas se administran en una pauta cuya primera dosis recibe la madre —preferentemente en las semanas 27 o 28 de gestación— para que genere los anticuerpos que deben proteger al bebé durante las primeras semanas de vida. Pero algunas muertes se produjeron entre bebés prematuros nacidos antes de ese momento, mientras en otros casos las madres no se vacunaron. Los otros seis fallecidos han sido personas mayores de 70 años que sufrían otras patologías.

La tosferina está causada por la Bordetella pertussis, que se transmite por vía respiratoria. “Es una bacteria muy contagiosa, casi tanto como el virus del sarampión”, ilustra Ángela Domínguez, coordinadora del grupo de trabajo de vacunas de la SEE.

La infección se desarrolla en dos fases. En la primera, leve y que dura hasta dos semanas, los síntomas son congestión nasal, fiebre baja, tos ocasional… La segunda, que solo desarrolla una parte de los infectados, produce síntomas graves como ataques de tos violentos e incontrolables, que producen dificultades respiratorias y pueden llevar a la muerte. Los lactantes son el grupo de población de mayor riesgo y en el que se concentra la mortalidad.

Para prevenir este riesgo, existe una vacuna que reduce la circulación de la bacteria y previene los casos graves, pero no impide todos los contagios. “La vacuna es muy eficaz para proteger a los lactantes y evitar el desarrollo de síntomas graves. Pero un niño vacunado puede infectarse, aunque tendrá un cuadro leve o incluso asintomático. Esto es más frecuente en la adolescencia, porque la efectividad de la vacuna desciende con el tiempo”, afirma Pepe Serrano, miembro del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (CAV-AEP).

Según los datos presentados en el congreso de la SEE, la incidencia de la tosferina empezó a crecer en España en abril de 2023 y, tras una breve pausa durante el verano, la circulación de la bacteria se disparó con el inicio del curso escolar hasta producir una explosión de contagios sin precedentes que alcanzó su pico en marzo de 2024. A partir de entonces, los diagnósticos iniciaron un descenso hasta llegar a niveles mínimos a finales de año.

Uno de cada tres casos se registraron en niños de 10 a 14 años, el 19% en el grupo de 5 a 9, el 9% en el de 1 a 4 y el 4% en menores de un año. Las hospitalizacione se concentraron entre los más pequeños, ya que mientras apenas el 0,5% de adolescentes requirió ser ingresado, este porcentaje creció al 32% entre los menores de un año y se disparó al 78% de los lactantes con menos de dos meses.

Hay varias razones que explican la magnitud de esta epidemia, coinciden los expertos. La primera —no exclusiva de este episodio— está relacionada con la propia vacuna disponible. “Como no corta la circulación de la bacteria ni evita todas las infecciones, cada cinco años aproximadamente se produce una pequeña oleada epidémica, aunque casi todos los casos sean siempre muy leves o asintomáticos”, cuenta Pepe Serrano.

Estas oleadas incrementan la inmunidad natural de la población al actuar como una especie de dosis de recuerdo. “Lo que ha ocurrido en esta ocasión es que, tras la oleada de tosferina de 2015, la pandemia y los confinamientos evitaron que de forma natural se produjera la que previsiblemente hubiera ocurrido en 2020 o 2021. Esto ha hecho que la población susceptible haya crecido de forma muy importante en los últimos años. Y cuando la bacteria empezó a circular en 2023, encontró el terreno libre para transmitirse”, añade Masa-Calles.

Microbios en el cerebro

Un equipo del Instituto de Investigación del Vall d’Hebron (VHIR, en sus siglas en catalán) descubrió el año pasado otra razón que ha contribuido a la explosión de casos. “Al investigar las causas del gran aumento de contagios, detectamos la irrupción un nuevo linaje de la Bordetella pertussis con características distintas a los que circulaban anteriormente. Esto impide que el sistema inmunológico reconozca bien al patógeno y ha contribuido a la gran incidencia de la enfermedad”, explica Juanjo González, jefe del Grupo de Investigación en Microbiología del VHIR.

La magnitud del brote ha sorprendido a los expertos y acelerado algunos cambios en el calendario vacunal. Según el aprobado en 2024 por el Consejo Interterritorial de Sanidad, la inmunización contra la tosferina consistía en cinco dosis. La primera es la que recibe la madre durante el embarazo y luego siguen otras dos a los dos y cuatro meses de vida del lactante, y dos más de recuerdo a los 11 meses y a los seis años. Estas vacunas también inmunizan en el mismo pinchazo contra la difteria y el tétanos.

Algunas comunidades, sin embargo, han ido añadiendo una sexta dosis al principio de la adolescencia para reducir la circulación de la bacteria. Asturias fue de las primeras, pero luego le han sido siguiendo otras como Cataluña, Madrid y Andalucía. Los expertos de la Ponencia de vacunas del Ministerio de Sanidad estudian ahora extender la medida a todo el país mediante un cambio en el calendario vacunal común. Aunque las comunidades tienen libertad para introducir modificaciones en el mismo si lo consideran necesario, la mayoría suele seguir lo establecido por las recomendaciones de la Ponencia.

“El objetivo es reducir la circulación del patógeno y proteger a los más vulnerables, que son los lactantes. Los casos en los adolescentes son casi siempre leves, pero en esta última oleada hemos observado una incidencia muy elevada entre ellos que les hace actuar como grandes diseminadores de la bacteria. Esta nueva dosis de recuerdo reducirá los contagios y la circulación de la bacteria, lo que indirectamente protegerá a los lactantes”, afirma Ángela Domínguez.

Pese a la importancia del brote sufrido, los expertos destacan con cierto alivio el papel que han jugado las altas coberturas vacunales de las que disfruta España para proteger a los más pequeños. “Hubiera podido ser mucho peor”, confiesa Josefa Masa-Calles.

Un Informe de Riesgo publicado por el Centro Europea para el Control de Enfermedades (ECDC) en mayo del año pasado y que analizaba el gran aumento de casos de tosferina que sufría el continente, muestra que España es el país con mejores coberturas entre la decena de los que informó sobre el porcentaje de embarazadas que recibían la dosis. El 88,5% de España ocupa el primer lugar seguido de cerca solo por el 85% de Flandes en Bélgica y el 84% de Portugal. Muy por detrás quedan el 69% de Dinamarca, el 49,9% de Irlanda o el 39,7% de Alemania, entre otros porcentajes aún más bajos.

Todos los expertos coinciden en que es fundamental proteger a los lactantes, recibiendo las madres a tiempo la dosis durante el embarazo y cumpliendo el calendario vacunal durante la infancia. “Es una enfermedad que puede llegar a ser mortal, pero frente a la que contamos con una vacuna muy eficaz para prevenir los casos graves. Entre todos debemos esforzarnos para proteger a los más vulnerables”, concluye Pepe Serrano.

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