Estados Unidos distraído e India a lo que está

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«Estados Unidos anda distraído mientras India está a lo que está». Planea en la atmósfera un Washington impredecible, asestando órdenes presidenciales y golpes de efecto declaratorios con graves consecuencias. Por contraste, toman envergadura actores alternativos -a la cabeza de los cuales se alza Delhi desde una sólida aspiración integradora del «Sur Global»-. Este mensaje trabó la inauguración de Raisina Middle East en Abu Dabi el martes y miércoles pasados, coincidiendo con la visita del ministro de Asuntos Exteriores de Narendra Modi -S. Jaishankar- a su homólogo y viceprimer ministro -Sheikh Abdullah Bin Zayed Al Nahyan-.

Equipaje de mano no suele hacer crónica de reuniones multilaterales o cenáculos de pensamiento. Detrás del evento que inspira la reflexión de hoy está el pujante Raisina Dialogue que, fundado en Delhi en 2016 como buque insignia global del gobierno Modi, se ha erigido en inexcusable intercambio anual de ideas seminales bajo la batuta de la Observer Research Foundation, hoy think tank de referencia. La tenida en Abu Dabi -fruto de la asociación con el Ministerio de Asuntos Exteriores emiratí- traduce, asimismo, la ambiciosa política de la autoridad anfitriona, de cuyas capacidades diplomáticas resultó exitoso escaparate la presidencia de COP28.

En el acto de apertura, S. Jaishankar apuntó, «Una [evolución] significativa es la creencia, en círculos clave de Estados Unidos, que su verdadero potencial ha sido obstaculizado por regímenes y restricciones. Estas percepciones se han visto alimentadas por quienes sostienen que otros han manipulado el sistema internacional en perjuicio de EEUU. Por ello, […] el aspecto competitivo de los asuntos mundiales probablemente eclipse, cada vez más, al colaborativo». India -entre otros- instrumentaliza hábilmente en oportunidad el espacio que la América trumpista genera, para conducir aproximaciones que son la esencia de la diplomacia; que han de tener en cuenta la duración en el tiempo frente a la mera gestualidad o el transaccionalismo descarnado del art of the deal.

India ha dejado de ser un gigante en pausa para forjarse un lugar privilegiado en el tablero multipolar. Primera en población -más de 1.400 millones de habitantes-, su economía en expansión es ya la quinta del planeta, con un PIB rondando los 4 billones de dólares. Pero su crecimiento (el Fondo Monetario Internacional, FMI, pronostica un 6,5% este curso) no es el único elemento definitorio de la transformación en curso; su consolidación como centro tecnológico predominante es igualmente reseñable: en materia de información y comunicación, pretende superar el billón de dólares en 2025, lo que representaría el 20% del PIB proyectado (ya contribuye más del 13 %). El patente auge va de la mano de la juventud de su sociedad -una edad media de poco más de 28 años-. Estas bazas se solapan con la determinación de asumir un papel protagónico en el actual panorama geopolítico dislocado.

Emiratos Árabes Unidos (EAU) se inscribe en similar orientación de emergencia y alcance. Se prevé que su PIB descolle en 2025: el FMI estima un 5,1%, frente al 2,2% de EEUU, o el 0,8% de Alemania. Además de su robusto sector energético -no solo destaca la producción de combustibles fósiles, sino su innovación y pragmatismo en fomentar la diversificación y descarbonización-, busca la primera línea en campos como fintech o IA. Mubadala Investment Company, uno de sus fondos soberanos, destronó al de Arabia Saudí en 2024 en actividad (con alrededor del 20% de la cifra acumulada global de este tipo de fondos). En paralelo, EAU ha ascendido a mayor inversor en nuevos emprendimientos en África: entre 2019 y 2023, actores emiratíes comprometieron 110.000 millones de dólares en el continente -más del doble de lo anunciado por empresas chinas, francesas o inglesas-. Estas actuaciones han merecido al país -por segundo año consecutivo- el décimo puesto en 2024 en el Global Soft Power Index, por detrás de Italia.

India y EAU coinciden en enfoques económicos, tecnológicos y especialmente de futuro. Pero, ante todo, ambas capitales apuestan por la importancia de Oriente Medio, su estabilización, reconstrucción y porvenir, compartiendo un concepto ancho de región que abarca el Sahel, llega hasta el cuerno de África y el corazón euroasiático, al este y al norte también. En palabras de Jaishankar, «[…] según todo criterio, esta es una región crucial para los intereses estratégicos de la India». Mientras se explayaba sobre los ámbitos de cooperación -concretamente, la conectividad en su acepción amplia-, aclaró que su gobierno entiende la geografía y sus tensiones como «un vecindario extendido», un «pasaje crucial hacia el mundo más allá, hablemos de África o el Atlántico».

La irrupción de India y relevancia de EAU se refleja en los compromisos tempranos del secretario de Estado americano, Marco Rubio. Su primer encuentro bilateral tras asumir el cargo lo destinó al ministro Jaishankar. Tampoco es azar que, muy pronto en su agenda -marcando preferencia respecto a la conversación de rigor con la Alta Representante Kallas o cualquier homólogo europeo-, dialogase con el mencionado Sheikh Abdullah bin Zayed Al Nahyan.

Europa exhibe una recientísima (aparente) toma de conciencia de peligrosas derivas, así como empeño de rectificación y reafirmación. En este contexto, redobla afanes por mantenerse dentro del radar de la India. Durante su voluntarioso discurso en el World Economic Forum de Davos, Ursula von der Leyen proclamó Delhi como prioridad estratégica, subrayando que le dedicará su primer viaje de este segundo mandato al cargo de la Comisión Europea -con participación del Colegio en su totalidad- a finales de febrero. Por su parte, el comisario de Comercio y Seguridad Económica, Maro Šefovic, ha explicado que el periplo se endereza a establecer nuevos lazos y progresar en las negociaciones mercantiles -después de casi 20 años remoloneando con el Acuerdo Bilateral de Comercio e Inversiones-.

En estos momentos, pese al cuestionamiento de su liderazgo, EEUU aún es la Indispensable Nation (en feliz acuñación de Madeleine Albright). El alto el fuego en Gaza se ha conseguido cuando Washington ha movilizado su «maximum pressure«; los avances de Kyiv en la guerra iniciada por Moscú han sido posibles solo gracias al desbloqueo de ayuda en el Capitolio -y el consiguiente empuje a OTAN y la UE-. La seguridad de regiones enteras -desde el Mar del Sur de China hasta nuestro propio bloque europeo- depende, hoy por hoy, del hard power de la Casa Blanca, de su todavía inigualable fuerza militar. Sin embargo, la gran incógnita reside en la volubilidad del 47 presidente, quien da muestra de carecer de todo concepto de alianzas o afinidades, con roma contabilidad del interés estadounidense.

Ante un EEUU distraído, India, a lo que está. Y Emiratos, alerta.

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