Nos quejamos del calor, pero disfrutamos del verano. Para la gran mayoría de españoles ha llegado el momento, aunque sea por unos días, de aparcar la rutina y cambiar los madrugones por el trasnoche que anima fiestas, alarga tertulias y multiplica las cenas en las terrazas. Pero en muchos aspectos lo de las vacaciones estivales, tal y como las vivimos, está muy sobrevalorado.
Los hábitos de vida y consumo han variado y los largos veranos de antaño en los que el tiempo se paraba han dado paso a unas vacaciones fragmentadas en las que se arañan días, preferentemente unidos a puentes y festivos, para hacer encaje de bolillos con los meses sin clase de los niños y las obligaciones de trabajo de los padres. Toca dividirse y estresarse lo suyo para sacar tiempo para todo.
Los más jóvenes tampoco escapan de la tensión veraniega: campamentos de toda clase y condición, viajes al extranjero para afianzar idiomas, donde el tiempo acaba estando tan reglamentado como durante el curso escolar.
Del estrés tampoco se libran quienes eligen viajar tan lejos como el presupuesto permita y se enfrentan estos días a la saturación de aeropuertos, atascos en carreteras y averías y retrasos en los trenes, que este año han amargado el comienzo de las vacaciones a más de uno. Todo eso para que tampoco encuentres sitio para aparcar el coche y si te descuidas, tengas que acabar poniendo el despertador para asegurarte sitio en primera línea de playa.
Nos quejamos del calor, pero disfrutamos del verano. Para la gran mayoría de españoles ha llegado el momento, aunque sea por unos días, de aparcar la rutina…
Nos quejamos del calor, pero disfrutamos del verano. Para la gran mayoría de españoles ha llegado el momento, aunque sea por unos días, de aparcar la rutina y cambiar los madrugones por el trasnoche que anima fiestas, alarga tertulias y multiplica las cenas en las terrazas. Pero en muchos aspectos lo de las vacaciones estivales, tal y como las vivimos, está muy sobrevalorado.
Los hábitos de vida y consumo han variado y los largos veranos de antaño en los que el tiempo se paraba han dado paso a unas vacaciones fragmentadas en las que se arañan días, preferentemente unidos a puentes y festivos, para hacer encaje de bolillos con los meses sin clase de los niños y las obligaciones de trabajo de los padres. Toca dividirse y estresarse lo suyo para sacar tiempo para todo.
Los más jóvenes tampoco escapan de la tensión veraniega: campamentos de toda clase y condición, viajes al extranjero para afianzar idiomas, donde el tiempo acaba estando tan reglamentado como durante el curso escolar.
Del estrés tampoco se libran quienes eligen viajar tan lejos como el presupuesto permita y se enfrentan estos días a la saturación de aeropuertos, atascos en carreteras y averías y retrasos en los trenes, que este año han amargado el comienzo de las vacaciones a más de uno. Todo eso para que tampoco encuentres sitio para aparcar el coche y si te descuidas, tengas que acabar poniendo el despertador para asegurarte sitio en primera línea de playa.
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