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Las cinco de la madrugada. Me desperté. Se oía ruido en el salón. Allí estaban. Dos de mis yernos, 50 años cada uno, jugando a la PlayStation. Y riéndose como niños. No hice ruido y me volví a la cama. Por el sueño o porque me emocioné, se me salió una lagrimica.
Leo que los cuñados suelen estropear las cenas de Navidad. Supongo que en las cenas de empresa también existe el peligro de que el metepatas de turno estropee la fiesta.
O que la fiesta ‘
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