La batalla de Trump frente a la igualdad, ¿el último gran ‘backlash’ contra las mujeres en la economía?

La estrategia del presidente de EEUUcontra las políticas de igualdad y equidad abren el interrogante sobre si estamos al inicio de un gran retroceso en derechos y avances que las mujeres han conquistado a nivel económico, empresarial y laboral Leer La estrategia del presidente de EEUUcontra las políticas de igualdad y equidad abren el interrogante sobre si estamos al inicio de un gran retroceso en derechos y avances que las mujeres han conquistado a nivel económico, empresarial y laboral Leer  

La escasa leyenda que hay en torno a Robby Starbuck asegura que es descendiente de migrantes cubanos en EEUU y que fue criado en un hogar cristiano. Muchos supieron de él cuando lanzó una campaña pública contra la actriz Megan Fox para criticar que sus hijos varones utilizasen vestidos y faldas. «Te metiste con la bruja equivocada», le respondió ella. Starbuck lleva varios años inmerso en su particular caza de brujas instigando una cruzada contra las políticas empresariales a favor de la diversidad y la inclusión en Washington que se ha anotado victorias frente a gigantes como Walmart, Tractor Supply, John Deere, Harley-Davidson o su rival Indian Motorcycle. «El Estados Unidos corporativo está recuperando la razón», escribió en X cuando consiguió que el todopoderoso Ford también cediera y dejara atrás sus políticas y prácticas inclusivas.

La carrera de este activista republicano seguidor declarado de Donald Trump ya se había cobrado no pocas piezas cuando el presidente estadounidense firmó el decreto para poner fin a las políticas de diversidad, igualdad e inclusión (DEI, por sus siglas en inglés) en las empresas que tuviesen relaciones comerciales con el gobierno federal. Trump ni siquiera llevaba 24 horas en la Casa Blanca cuando estampó su rúbrica en el documento y, con ella, dio el espaldarazo definitivo al movimiento contra los derechos de la mujer y de las minorías sociales y raciales que llevaba tiempo latente en EEUU.

La duda que planea ahora es si ese decreto es el último paso de su estrategia o, por el contrario, supone sólo el origen de un gran retroceso en derechos y avances que las mujeres habían conquistado en los últimos años a nivel económico, empresarial y laboral. Si estamos, en definitiva, ante el último gran backlash contra la mujer en el ámbito económico.

EEUU siempre ha tenido una relación complicada con la igualdad y, en concreto, con la igualdad en el terreno de la economía. El país ocupa el puesto 43 de 146 en el Índice Global de Brecha de Género 2024 del Foro Económico Mundial, con una puntuación media de 0,747 puntos (siendo 1 la paridad y 0 la ausencia de ésta) y con un empeoramiento de una milésima en el último año. Países como Liberia, Cabo Verde, Ruanda, México, Burundi o Jamaica se sitúan por encima de él con mejor calificación. Los europeos copan 7 de las 10 primeras posiciones, con Islandia en el primer puesto (0,935 puntos), Alemania en el séptimo (0,810 puntos) y España en el décimo (0,797 puntos) tras escalar ocho lugares respecto al año anterior.

La brecha de género global se situó en el 68,5% en 2024, frente al 68,6% del año previo, lo que implica que en 12 meses se cerró apenas un 0,1 punto porcentual adicional. «La falta de cambios significativos y generalizados desde la última edición muestra una desaceleración del ritmo de progreso para lograr la paridad. Según los datos actuales, se necesitarán 134 años para alcanzar la paridad total, aproximadamente cinco generaciones más allá de la meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030», advierte el estudio del Foro Económico Mundial.

El análisis de la brecha se realiza en base a cuatro dimensiones: participación económica, educación, salud y empoderamiento político. La brecha en lo que respecta a participación económica se sitúa en un 60,5%. Las mujeres, en promedio, ganan aproximadamente el 80% de lo que perciben los hombres por trabajos de igual valor, según datos de Naciones Unidas

O sea, que la situación de partida ya es complicada. ¿Qué podemos esperar en la segunda era Trump? «La orden que firmó nada más llegar debilita la protección de mujeres y niñas, incluido todo lo que tiene que ver con el trabajo: la brecha salarial, la incorporación al mercado laboral… La orden es la muestra de su filosofía, un mensaje al mundo: las políticas de diversidad son consideradas por Trump como medidas discriminatorias y lo que plantea el mandatario es un cuestionamiento de la desigualdad de género», señala María Solanas, directora de Programas, y experta en igualdad de género y política exterior del Real Instituto Elcano. «Se lanza un mensaje a todas las empresas, no sólo a las que quieren trabajar con la Administración, de que la equidad es un parámetro no aceptado. Si algunas compañías atendían a estas medidas por obligación, ahora quedan totalmente liberadas», añade.

El cambio ha empezado a sentirse ya en las empresas que, como poco, no saben cómo deben actuar en el nuevo contexto. En España, la embajada estadounidense se puso en contacto con sus proveedores para solicitarles que certifiquen que no cumplen con políticas de diversidad e igualdad, so pena de enfrentarse a una congelación de sus pagos. El Ministerio de Trabajo y Economía Social se apresuró a salir al paso y recordar a las compañías nacionales que «deben cumplir escrupulosamente» con los planes y normativas de igualdad, así como con la protección de la diversidad vigente en el ordenamiento jurídico y constitucional de España. Sin embargo, el ruido de fondo permanece.

«Ese nivel de distracción y de caos en las empresas es perjudicial para las compañías y para la actividad económica», advierte Luisa García, socia y CEO Global de Asuntos Corporativos en LLYC. García viaja con frecuencia a EEUU, donde la consultora se encuentra en pleno proceso de expansión, y comparte con Actualidad Económica que en las últimas semanas están recibiendo muchas consultas y ayudando a clientes a interpretar la norma para adaptarse sin tener que renunciar a sus compromisos y a los principios de equidad que defienden por convicción propia y filosofía interna.

Otras empresas ni se lo plantean. Meta, la firma matriz de Facebook e Instagram, anunció la eliminación de sus políticas DEI a inicios de año, apelando a un «cambio en el panorama legal y normativo». En esta línea se sitúa también McDonald’s, que motu propio implementó a principios de año cambios en sus programas de diversidad, inclusión y equidad. Entre ellos, la cadena de comida rápida comunicó que retirará las metas específicas -las denominadas cuotas- para lograr la diversidad en los niveles de liderazgo superior y que pondrá fin a un programa que alienta a sus proveedores a desarrollar capacitación en diversidad. Además, el equipo de diversidad de la empresa pasará a llamarse Equipo de Inclusión Global.

Para Solanas, esta reacción no es nueva. La investigadora analizó el impacto de las políticas trumpistas durante el primer año de la primera legislatura del republicano y ya entonces detectó que en sus primeros 12 meses en el Despacho Oval suprimió medidas destinadas a combatir la discriminación laboral, la brecha salarial, el acoso sexual en el trabajo y el abuso sexual en la escuela y la universidad, así como a garantizar los derechos sexuales y reproductivos. En las conclusiones de su estudio La igualdad de género en la América de Trump, Solanas indica que la forma del presidente de abordar los temas relativos a la igualdad de género no tiene en cuenta las consecuencias que eso tiene en la estabilidad social y económica. «La falta de referentes de mujeres en puestos de responsabilidad política, la cultura del silencio en el caso de la violencia de género, la brecha salarial o la falta de acceso gratuito a medidas de planificación familiar, además de poner nuevas barreras a la igualdad real y efectiva, perpetúan los estereotipos de género que dificultan el cambio cultural pendiente en la mayoría de los países, por no hablar de las pérdidas económicas que representan para su PIB», apunta.

En este mismo sentido se expresa Marta Graño, profesora de Liderazgo e Innovación de OBS Business School, quien considera que dentro de la imprevisibilidad de Trump, «si nos basamos en lo que ha anunciado hasta ahora y no hay un incentivo legal que fomente la diversidad e inclusión, lo más previsible es que vayamos hacia atrás». La profesora recuerda que ya en 2017 derogó la normativa de Barack Obama que obligaba a las compañías a reportar los salarios de sus empleados para tratar de reducir las diferencias salariales. «Ahora no hay anuncios sobre qué va a hacer con esa brecha salarial, pero tampoco hay medidas que hagan pensar que tiene intención de cerrarla». Destaca también el impacto que pueden tener las restricciones en derechos reproductivos, porque «limitan las opciones de las mujeres en muchos aspectos del mundo laboral y de desarrollo profesional», o la difusión de movimientos como las trad wives, que promueven la vuelta de la mujer al hogar. Si hablamos de acceso al liderazgo, «en la primera etapa puso a Janet Yellen al frente de la Reserva Federal y a Ivana Trump en un instituto, pero no había ninguna legislación que fomentase este aspecto, así que lo más razonable es pensar que ahora se irá hacia atrás en ese aspecto». En general, concluye Graño, «analizando tanto lo que hizo en su primer mandato como los anuncios que ha hecho, la perspectiva es que la brecha de género en EEUU podría no mejorar e incluso retroceder».

Los expertos coinciden en que uno de los aspectos en el que tendrán más consecuencias estos cambios es en la incorporación de las mujeres a puestos de liderazgo, algo en lo que en los últimos años se ha avanzado pero no tanto como cabría esperar. El Informe Brecha de Género 2025 Mujeres en posiciones de liderazgo y de visibilidad elaborado por Graño para OBS Business School recopila varios ránkings de liderazgo mundial y los datos, aunque distintos, apuntan todos en el mismo sentido. Por ejemplo: las mujeres representan el 10% de los CEO en las empresas del Fortune 500; en la lista Forbes 2024, sólo 5 de las 100 personas más poderosas son mujeres, lo que representa un 5% del total (en 2020 suponían el 3%); en el Harvard Business Review de 2024 que recopila los mejores CEO del mundo, 8 de los 100 mejores líderes son mujeres, un 8% del total, y en el Brand Finance, que recoge los CEO mejor valorados, sólo 7 de los 100 líderes son una mujer.

«Se está recuperando un discurso facilón sobre la meritocracia que obvia la existencia de unos sesgos que siempre han existido y que ahora pueden volver. Se extiende la duda sobre los perfiles de las mujeres y se vuelve a los mitos de que las mujeres no llegan a los puestos directivos porque no quieren, porque no son buenas o porque no tienen ambición», señala Luisa García. «Es una vuelta atrás claramente y nos están obligando a cambiar la conversación», lamenta.

García coordina el reciente informe Sin Filtro publicado con motivo del 8-M por LLYC sobre la conversación en redes sociales sobre igualdad y, en concreto, sobre cómo esas redes se han consolidado como una herramienta de ataque contra el discurso feminista. Sus datos tras analizar 8,5 millones de mensajes en X en 12 países diferentes reflejan un «claro aumento de la polarización», hasta el punto de que el 50% de los mensajes sobre feminismo en el antiguo Twitter ya son negativos. El 98% de los perfiles ya están radicalizados y los «antifeministas recurren a los insultos tres veces más que los más radicales feministas».

«Ese clima conversacional es un caldo de cultivo para que empresas y organizaciones no se signifiquen públicamente sobre su apuesta por la equidad, una suerte de autocensura que desemboca en una profecía autocumplida: los avances no se cuentan porque sienten que no tienen nada que ganar», explica García.

Aun así, hay grupos que resisten. Apple, otro buque insignia del tejido empresarial estadounidense, pidió a sus consejeros votar en contra de una propuesta para erradicar los programas DEI de la compañía. Su CEO, Tim Cook, se opuso frontalmente en un difícil equilibrio entre pertenecer al privilegiado grupo de tecnócratas que rodea al presidente Trump y atreverse a llevarle la contraria.

Buscando un ángulo positivo a esta situación, Luisa García considera que el escenario «es una oportunidad para empresas que quieren seguir apostando por el compromiso de la igualdad y la diversidad en su entorno y es una oportunidad para que sus marcas corporativas salgan reforzadas, pero deben tener claro que en el camino habrá tormenta porque, entre otras cosas, los consejos tendrán que ratificar en qué dirección siguen y qué apoyo darán a sus equipos de recursos humanos para que lo hagan realidad».

Y aunque considera «clarísimamente» que estamos en un momento de backlash contra las mujeres, también cree que la situación es diferente a épocas anteriores porque las mujeres «estamos más preparadas para luchar contra las amenazas y cada vez hay más hombres convencidos de que esta lucha merece la pena».

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