Fue en 2020 cuando Pekín sancionó dos veces al entonces senador de Florida por impulsar un proyecto de ley que prohibía la entrada de funcionarios chinos a Estados Unidos y por apoyar los movimientos democráticos de Hong Kong Leer Fue en 2020 cuando Pekín sancionó dos veces al entonces senador de Florida por impulsar un proyecto de ley que prohibía la entrada de funcionarios chinos a Estados Unidos y por apoyar los movimientos democráticos de Hong Kong Leer
En 2020, en un margen de menos de mes y medio, el Gobierno chino sancionó dos veces al entonces senador de Florida, Marco Rubio. La primera fue por impulsar un proyecto de ley que prohibía la entrada en Estados Unidos a funcionarios de la región china de Xinjiang por su papel en la represión contra la minoría musulmana uigur. Después, Pekín apuntó hacia Rubio por apoyar los movimientos democráticos de Hong Kong.
Tanto Pekín como Washington recurren a menudo a estas sanciones, que son más simbólicas que efectivas porque básicamente se suelen reducir a prohibir la entrada a los países. Pero en el caso de Rubio cobran ahora especial importancia: el nuevo secretario de Estado de Estados Unidos, el jefe de la diplomacia de Donald Trump, figura clave en el futuro de las relaciones entre las dos superpotencias, tiene prohibido en estos momentos poner un pie en China.
En Pekín, en los últimos días, se ha especulado mucho sobre si se levantarán pronto las sanciones impuestas a Rubio. «No quiero ser paranoico, pero estoy empezando a pensar que no les gusto», soltó Rubio con sarcasmo hace cinco años tras conocer estas sanciones.
El republicano tenía entonces razón en una cosa: es uno de los políticos estadounidenses a los que más detesta el gobernante Partido Comunista Chino (PCCh). Rubio ha sido uno de los críticos más beligerantes con el régimen chino y en Pekín han interpretado su nombramiento como una señal muy clara de que la administración Trump va a seguir una línea muy dura contra la segunda economía mundial.
«China es el adversario más potente y peligroso al que esta nación ha enfrentado jamás», declaró Rubio el pasado miércoles en su primera audiencia tras asumir el cargo. Unos días antes, el nuevo secretario de Estado ya acaparó algunos titulares al asegurar que el gigante asiático era la «mayor amenaza» para Washington.
«Espero que se comporte bien y desempeñe un papel constructivo en el futuro de las relaciones entre el pueblo chino y el estadounidense», le recriminó hace unos días a Rubio el jefe de la diplomacia china, Wang Yi. Ambos mantuvieron una conversación telefónica en la que el republicano rebajó el tono, siguiendo la línea marcada por Trump, aunque dejó claro a su homólogo que su Gobierno promoverá los intereses de su paso «poniendo al pueblo estadounidense en primer lugar».
Otra señal de la agresiva estrategia que va a seguir Rubio respecto a China lo mostró en primer acto de la política exterior del Gobierno de Trump. Apenas unas horas después aceptar formalmente su nueva posición, Rubio se reunió con sus aliados del Indo-Pacífico. En Washington, recibió a los ministros de Exteriores del grupo Quad, la alianza de seguridad formada por Estados Unidos, India, Japón y Australia que busca ser un contrapeso al avance de China en la región.
El primer encuentro de Rubio fue con el ministro indio Subrahmanyam Jaishankar, del país que este año celebrará la cumbre de líderes del Quad, un bloque que resucitó precisamente con la primera administración Trump tras una década que estuvo prácticamente inactivo. El Quad, que se creó en 2007 como una asociación centrada en la ayuda humanitaria, el cambio climático y la seguridad marítima, ha ido evolucionando en lo que en Pekín considera un intento por parte de Washington de crear una especie de «OTAN asiática».
Con Joe Biden en la Casa Blanca, aumentaron las reuniones entre los principales diplomáticos de los países del Quad, convirtiendo las cumbres en foros de defensa para hacer frente a la asertividad de China, la amenaza a Taiwan y las reclamaciones territoriales de Pekín en las disputadas aguas del Mar de China Meridional.
En este último escenario entra otro actor regional importante Filipinas, que mantiene con las fuerzas chinas un largo enfrentamiento por un puñado de islotes y arrecifes. Rubió también llamó a su homólogo filipino, Enrique Manalo, para subrayar «los compromisos de Estados Unidos bajo el tratado de defensa mutua». El estadounidense condenó a Pekín por sus acciones «peligrosas y desestabilizadoras».
Durante su pasada audiencia del 15 de enero, Rubio criticó las ambiciones globales de China y sus «agresivas actividades navales», y acusó al régimen de Xi Jinping de violar la autonomía de Hong Kong. También afirmó que Estados Unidos tenía que apoyar la participación de Taiwan en organizaciones internacionales.
«Trump quiere hacer daño a Pekín como táctica de negociación para lograr mejores acuerdos para la economía estadounidense. Pero las credenciales anticomunistas de Marco Rubio significan que la diplomacia diaria del Departamento de Estado hacia China podría volverse más agresiva y menos predispuesta a la consulta y el diálogo«, señala Neil Thomas, investigador de política china en el Centro de Análisis de China del Asia Society Policy Institute, un think tank con sede en Washington.
La línea dura de estos días de Rubio hacia China choca con el tono mesurado que está empleando por ahora el propio Trump, quien en una entrevista el jueves con Fox News declaró que la conversación que mantuvo la semana anterior, antes de su investidura, con el líder chino Xi Jinping había sido «amistosa» y que confía en poder llegar a un acuerdo comercial con China a pesar de sus amenazas arancelarias. «Siempre he tenido una gran relación con el presidente Xi Jinping», añadió en otra entrevista virtual en el foro de Davos.
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