En una vieja fotografía de 1928, la Junta Directiva de la Sociedad Matemática Española (actualmente, Real Sociedad Matemática Española) posa con gesto solemne. Todos con traje, todos hombres. Todos, excepto una mujer en el extremo derecho: María del Carmen Martínez Sancho. Carmen, cómo le gustaba que la llamaran, no está ahí por cortesía, ni como concesión a la modernidad. Se trata de la primera doctora en matemáticas en España, experta en la geometría de la teoría de la relatividad.
La matemática fue pionera en el estudio de la geometría de la teoría de la relatividad, durante una breve carrera como investigadora que tuvo que abandonar para dedicarse a la docencia
En una vieja fotografía de 1928, la Junta Directiva de la Sociedad Matemática Española (actualmente, Real Sociedad Matemática Española) posa con gesto solemne. Todos con traje, todos hombres. Todos, excepto una mujer en el extremo derecho: María del Carmen Martínez Sancho. Carmen, cómo le gustaba que la llamaran, no está ahí por cortesía, ni como concesión a la modernidad. Se trata de la primera doctora en matemáticas en España, experta en la geometría de la teoría de la relatividad.
Martínez Sancho nació un 8 de julio de 1901 en Toledo y 26 años después, en 1927, se convirtió en la primera mujer doctora en matemáticas de España, con una tesis englobada en el área de la física matemática. La desarrolló en la Universidad Central (actual Universidad Complutense) bajo la dirección de José María Plans, conocido por ser el matemático que introdujo la teoría de la relatividad en España. En la tesis, Carmen exploraba los denominados espacios normales de Bianchi, unos espacios geométricos que ayudan a dotar de rigor a las ideas de Einstein sobre el universo.
Estos espacios fueron definidos por el matemático italiano Luigi Bianchi para formalizar la noción de un espacio-tiempo que puede expandirse a distintos ritmos en las tres dimensiones espaciales. El trabajo de Martínez Sancho durante su tesis se centró en extender este tipo de espacios en contextos de más dimensiones espaciales que las tres conocidas: cuatro, cinco, … hasta cualquier número natural.
El año anterior, antes de defender su tesis, Martínez Sancho se convirtió en vocal de la Junta de la Sociedad Matemática Española. Poco después, en 1928, obtuvo la cátedra de matemáticas en el Instituto de Ferrol, convirtiéndose también en la primera mujer en obtener una plaza de ese tipo.
Además, durante los cinco años de su licenciatura, ejerció como docente en el Instituto-Escuela, un proyecto pedagógico adelantado a su tiempo. Allí no solo enseñaba matemáticas, sino que también aprendía alemán en cursos para profesores y asistía esporádicamente a algunas conferencias —como, probablemente, la que impartió Einstein en su visita a España en el año 1923—.
También obtuvo una de las becas que la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) ofertaba a investigadores para desarrollar su formación en el extranjero, convirtiéndose en la primera para temas de matemáticas —y la quinta en todas las ciencias—, gracias a lo que hizo una estancia en la Universidad de Berlín. Durante 18 meses, asistió a las clases de renombrados geómetras y analistas como Issai Schur, Adolf Hammerstein o Heinz Hopf. En Alemania siguió cultivando su interés por la docencia, estuvo matriculada en cursos sobre educación y psicología pedagógica.
A su regreso, recibió la oferta de incorporarse al recién creado Instituto-Escuela de Sevilla, donde permaneció hasta su jubilación, dejando de lado su carrera de investigación. Fue el caso de muchos jóvenes investigadores en aquella época. Si bien las nuevas ideas de comienzos del siglo XX trajeron un amplio apoyo económico a las universidades, estas no podían ofrecer estabilidad a su personal, y muchos doctores optaban por puestos fijos en un instituto y abandonaban sus carreras investigadoras. Carmen, además, siempre había querido ser profesora.
Como docente, Martínez Sancho formó estudiantes y sembró vocaciones. Y su corta carrera investigadora la hizo pionera y referente. Casi cien años después de aquella fotografía de la Junta de la Sociedad Matemática Española, las mujeres hemos ganado terreno —en presencia e impacto— en la investigación matemática, aunque todavía queda mucho por hacer para alcanzar una igualdad plena. Historias como la de Carmen nos inspiran y nos abren camino.
Alba García Ruiz es investigadora predoctoral del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en el Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT).
Café y Teoremas es una sección dedicada a las matemáticas y al entorno en el que se crean, coordinado por el Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT), en la que los investigadores y miembros del centro describen los últimos avances de esta disciplina, comparten puntos de encuentro entre las matemáticas y otras expresiones sociales y culturales y recuerdan a quienes marcaron su desarrollo y supieron transformar café en teoremas. El nombre evoca la definición del matemático húngaro Alfred Rényi: “Un matemático es una máquina que transforma café en teoremas”.
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