Miles de ucranianas empiezan a servir en la defensa antiaérea de las principales ciudades de Ucrania Leer Miles de ucranianas empiezan a servir en la defensa antiaérea de las principales ciudades de Ucrania Leer
Inna es una veterana maestra de escuela. Tiene aspecto de no haber pisado un gimnasio en su vida, tiene tres hijos y un marido reclutado al que hace tiempo que no ve. «Yo me dedico a explicar matemáticas a los niños y jamás pensé que podría estar aprendiendo a usar un arma para derribar drones», dice enfundada en su uniforme de píxeles ocres.
– ¿Crees que podrías matar a alguien con tu arma?
– Lo he pensado mucho. Jamás podría matar personas, pero creo que los rusos son sabandijas. Estamos en Bucha y todos vimos lo que hicieron aquí. Contra los rusos no voy a dudar y una bala disparada por mí es idéntica a la de cualquier hombre.
Estamos en el norte de Bucha y hoy toca entrenamiento para la guarnición de la guardia territorial que protege la ciudad, a la que pertenecen las llamadas Brujas de Bucha, una unidad de voluntarias exclusivamente femenina (en su parche usan el icono de la escoba) formada por mujeres que, en su mayoría, nunca han tenido ninguna relación con el ejército.
Bien temprano, entre la niebla, las voluntarias reciben el nuevo mensaje del comandante, uno de los héroes de la defensa de Bucha frente a los ocupantes rusos: «Vamos a aprender a manejar ametralladoras antiaéreas. A partir de ahora, además de patrullar nuestras calles, defenderemos también los cielos de Kiev y derribaremos drones rusos», dice a la formación.
En el polígono de tiro, un oficial con el sobrenombre de El Italiano (habla ese idioma a la perfección) nos explica que los drones Shaheed de origen iraní vuelan bajo y son lo suficientemente lentos y sonoros como para poder derribarlos con ametralladoras si se conoce previamente su trayectoria. Los datos confirman que así es: la mayoría de estos aparatos no tripulados son derribados antes de llegar al centro de la capital. Sólo una minoría la alcanza. El armamento elegido para tal fin llama la atención: dos viejas ametralladoras Maxim, en servicio desde 1889 y protagonista en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial. Montadas sobre una plataforma giratoria con una mira telescópica, siguen siendo capaces de disparar 600 balas por minuto. Preguntamos a El Italiano por esta pieza de museo:
– ¿Puede la Maxim, que es un arma de otra era, tumbar a los modernísimos drones Shaheed?
– Por supuesto. Son dos abriendo fuego a la vez. Muchos de nuestros defensores derriban drones a diario con ellas. Esto es lo que tenemos y hay que sacarle el máximo partido. Además son sencillas de utilizar.
Las voluntarias se dividen en tres equipos. Deben entrenar la llegada de la orden, localizar la trayectoria, montar la doble ametralladora sobre la camioneta, cargarla y, cuando vean el dron, esperar órdenes. No pueden abrir fuego sin la indicación pertinente. Ya ha habido casos de fuego amigo sobre un caza propio que trata de derribar el dron en vuelo y ha sido alcanzado por estos disparos. Por esa razón, aunque se pierdan unos segundos, los operadores deben estar seguros de que el dron vuela solo.
Natalia, una mujer de pelo rubio y ojos azules, viste con su galón de comandante. Es la única con experiencia previa con armas (era policía) y eso le valió un ascenso en la unidad: «La pregunta no es por qué fundamos esta unidad y por qué decidimos combatir. La pregunta sería para aquellos que no lo han hecho todavía: ‘¿Cómo podéis seguir viviendo sin luchar contra el enemigo que nos mata sin que hagáis nada por evitarlo?’«.
Ahora las responsabilidades de este tipo de grupos de civiles militarizados aumentan como consecuencia de la carestía de soldados en primera línea, fruto amargo de la guerra de desgaste que dura ya tres años. Por esa razón, estos voluntarios ya tienen asignadas nuevas tareas. La defensa antiaérea es una de ellas. Con este movimiento, Kiev pretende liberar a soldados profesionales de brigadas veteranas para que trabajen más cerca del frente y sean estas unidades de voluntarios (y Brujas de Bucha es una de ellas) las que se encarguen de proteger las ciudades en retaguardia.
La actual defensa antiaérea de ciudades como Kiev va por capas. Estos cazadores de drones con ametralladoras representan la primera de ellas. Después, Ucrania cuenta con misiles Stinger disparados al hombro, aviones de combate como los MiG29 o los estadounidenses F16 para derribarlos desde el aire, y después las diferentes baterías antiaéreas de misiles que rodean la capital, como las Hawk (algunas de ellas donadas por España), las NASAMS y los Patriot, última capa de esta cúpula de acero a la ucraniana que se encarga de los misiles de crucero y balísticos rusos.
Natalia tenía un salón de manicura antes de la invasión. Sus uñas, puntadas de rosa, están perfectas, y contrastan con la rugosidad del uniforme, el metal del Kalashnikov y la fealdad del casco de kevlar. «Todas nosotras teníamos una vida que nos fue arrebatada y a la que ya no podemos volver. Nuestros negocios fueron arrasados y nuestras clientas huyeron a Europa. Ahora ya no hay vuelta atrás», comenta.
Un par de operadores lanzan un dron al cielo similar a un Shaheed al que persiguen sin apretar el gatillo. Llegado el momento, El Italiano pide usar fuego real pero sin derribar su propio dron. Una mujer que era panadera pulsa los dos gatillos y toda la camioneta se estremece con el sonido de las viejas Maxim. Pum, pum, pum, pum. Cada bala deja un rastro de humo negro y un casquillo vacío. Pronto abatirán Shaheed.
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