Líbano elige un nuevo presidente apoyado por Estados Unidos

La victoria del hasta ahora jefe del ejército, Joseph Aun, certifica el declive político de las agrupaciones pro iraníes como Hizbulá, que tuvieron que renunciar a su candidato Leer La victoria del hasta ahora jefe del ejército, Joseph Aun, certifica el declive político de las agrupaciones pro iraníes como Hizbulá, que tuvieron que renunciar a su candidato Leer  

El Parlamento libanés eligió este jueves por una abrumadora mayoría al nuevo presidente del país, el hasta ahora jefe del ejército, Joseph Aoun, poniendo fin al vacío político que generó el final del mandato de su predecesor, Michel Aoun, en octubre del 2022.

El general libanés consiguió el voto de 99 diputados de los 128 que componen la Cámara libanesa, aunque se tuvo que recurrir a una segunda votación ya que en la primera no obtuvo la mayoría absoluta requerida.

A las 14:35, cuando todavía no había concluido el recuento de las papeletas pero ya era claro que el hasta ahora militar había conseguido la victoria, las televisiones locales difundieron imágenes de numerosos grupos de personas bailando en las calles, mientras otros lanzaban fuegos artificiales.

El nuevo jefe de Estado fue recibido en el centro de la ciudad con honores, banda y toda la fanfarria requerida entre la aclamación de los civiles que se habían congregado en las inmediaciones, una imagen especialmente simbólica dado que ese espacio -antaño uno de los enclaves más populares de Beirut- permanece casi desierto desde la explosión de un depósito de fertilizantes en el cercano puerto, que arrasó las inmediaciones en el año 2020.

Aoun, que ya apareció vestido de traje, afirmó que el Estado árabe «entra en una nueva era» y exigió que las «autoridades tengan el monopolio de las armas«, un discurso que pone en cuestión su futura relación con los paramilitares de Hizbulá. El jefe del estado, sin embargo, indicó que una de sus prioridades será «discutir una estrategia de defensa para que Líbano luche contra la invasión israelí«, cuyas tropas siguen ocupando una franja del territorio local en el sur.

La designación de Aoun, que había recibido el sostén de naciones como Estados Unidos, Francia o Arabia Saudí, supone un nuevo varapalo político para la alianza pro iraní que dominaba la escena del país, integrada por Hizbulá y Amal, en coalición con los cristianos del ex presidente Michel Aoun.

El propio candidato que pretendía imponer Hizbulá, Sleiman Frangie -jefe de una facción cristiana del norte del Líbano, tradicionalmente vinculado a la dictadura del clan Asad en Siria– anunció el miércoles que desistía de ser elegido para no ser un «obstáculo en el proceso electoral».

La ausencia de un presidente había agravado la inmensa crisis que sacude al estado libanés desde hace años, hasta el punto de que ese vacío se había extendido a casi la mitad de los cargos más relevantes de la nación, incluido el Gobierno que lidera de forma interina el primer ministro Najib Mikati, desde el mismo año de 2022.

«Líbano está en la ruina», titulaba el diario L’Orient Le Jour al hacerse eco hace algunos meses de la profunda parálisis que afecta a su país, que ha sufrido una brutal caída del 38% de su PIB desde 2019, y donde la pobreza afecta ya a un 44% de la población.

«Líbano figura en la triste categoría de estados fallidos«, opinó este jueves la analista e historiadora Carole Dagher en las páginas del diario local L’Oriente Le Jour, resumiendo el estado de colapso en el que se encuentra sumido el Estado árabe.

Como explicó el columnista Alan Sarkis en el matutino Nidan al Watan, las formaciones aliadas de Irán, incluido el Movimiento Patriótico Libre (MPL) de Michel Aoun, han sufrido un significativo declive en su influencia política, especialmente en el caso del MPL, que registró la deserción de varios diputados que le han dejado con sólo 13 escaños.

Aoun fue elegido precisamente en 2016 gracias al apoyo decisivo de Hizbulá y Amal, las dos principales agrupaciones que representan a la comunidad chií.

Sin embargo, la desaparición del régimen sirio y el duro quebranto que tuvo que afrontar el grupo armado libanés el año pasado en su choque con Israel han subvertido por completo el statu quo político de toda la región. «Hizbulá ya no puede imponer (en la presidencia) a alguien cercano porque está muy debilitado», opinó el analista Karim Bitar.

El sostén a la figura de Joseph Aoun se aceleró desde el inicio de esta semana y este miércoles un amplio grupo de diputados cristianos -incluido otro aspirante a la Presidencia, Samir Geagea– indicaron que secundarían la elección del militar, el quinto uniformado que ocupa la presidencia del Líbano desde la independencia del estado.

«EEUU considera que la elección presidencial servirá para consolidar un orden político más allá de (la influencia) de Hizbulá. Washington cree que el ejército debe llenar el vacío que ha dejado la derrota de Hizbulá (en la guerra con Israel)», opinó Michael Young para el think tank Carnegie Internacional.

A sus 60 años, medios como Al Modon han intentado presentar a Joseph Aoun como un émulo actual de la figura del presidente Fouad Chehab, otro general que se convirtió en jefe de estado tras la guerra civil de 1958 y dirigió el país de forma autocrática, coincidiendo con el inicio de los años de esplendor del Líbano, que se ganó entonces el apodo de la Suiza de Oriente Próximo.

Aoun ingresó en el ejército en 1983 y se formó durante varios periodos en EEUU, lo que explica los vínculos que mantiene con Washington. Durante la guerra civil fue el jefe de las fuerzas especiales hasta que en 2017 fue nombrado jefe absoluto de las fuerzas armadas.

El militar se ganó una cierta reputación al comandar a los uniformados en la ofensiva que lanzaron en 2017 contra los milicianos del Estado Islámico en la frontera con Siria, que desalojó a los extremistas de esa región.

El final del marasmo creado por la ausencia de un jefe de estado permitiría ahora centrarse en la designación de un nuevo Gobierno y en la reconstrucción del país, que sufrió graves destrozos durante la reciente guerra.

Las fuerzas de Tel Aviv siguen destruyendo viviendas e infraestructuras en las aldeas del sur del territorio libanés de las que no se han retirado pese a que se aproxima la fecha límite de 60 días en la que deberían hacerlo, como establecía el acuerdo de alto el fuego que aceptaron el 27 de noviembre pasado.

Los habitantes de localidades como Rmeich, Beint Jbeil o Markaba han denunciado ataques de los uniformados israelíes en las últimas horas, un comportamiento que se ha convertido en algo habitual por parte de los militares de la nación vecina. Según la contabilidad del citado L’Orient Le Jour, los israelíes han asesinado al menos a 34 personas desde que entró en vigor el cese de hostilidades y ha secuestrado a numerosos residentes de esa región.

La victoria electoral de Aoun permite también aliviar la incertidumbre en este sentido ya que eran legión los expertos que alertaban que si la reunión del Parlamento concluía en «fracaso» como había acaecido en las 12 ocasiones anteriores y los diputados no conseguían elegir a un presidente, «se ponía en peligro la persistencia de todo el alto el fuego».

Según admitió hace días un diputado de Hizbulá, Hussein Al Hajj Hassan, el coste de la reconstrucción puede superar los 7.000 millones de dólares. Como ya ocurrió tras la guerra del 2006, el grupo libanés ha desplegado a una miríada de voluntarios y expertos para evaluar los daños y diseñar un proyecto de rehabilitación, aunque en este caso su potencial económico está muy lejos de ser el que exhibió tras aquel conflicto, pese a la ayuda que sigue recibiendo de Irán.

El departamento de construcción de Hizbulá, llamado Jihad al Binaa, estimó que al menos 185.000 bloques de viviendas han sido destruidos o dañados gravemente durante la última confrontación.

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