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Oigo a Nana Mouskouri cantando en París bajo el Arco de Triunfo la conmemoración del final de la segunda Guerra Mundial. Supongo que es el 50 aniversario y, por tanto, que esto fue en 1995. Han pasado años, pero me ha impactado la cantidad de repeticiones de la palabra libertad.
No hay muchas noticias ahora y las televisiones siguen hablando de los fuegos de este verano. Y de las responsabilidades de todos los niveles. Y del pueblo cuyos habitantes no quisieron irse y se quedaron para salvarlo. Y lo salvaron. Ahora, cuando pasean por las calles, hablan de su pueblo, del que, a base de trabajo libre (me quedo porque me da la gana), pueden presumir.
Un amigo me habla de su sorpresa al reconocer en TikTok a una señora a la que no veía hace muchos años. Entonces era una jovencita y ahora es una señora mayor, 70 años o así. Sorpresa. La jovencita se ha convertido en una influencer con 500.000 seguidoras a las que dice dónde hay que comprar un vestido y un bolso y unos zapatos como los que ella lleva.
Sin ninguna base científica, empalmo a Nana -libertad- con los que se quedaron en su pueblo -libertad- con las 500.000 que siguen, con un poco menos de libertad, a la influencer.
Pero de repente, hoy me sorprende una noticia. Una periodista de alto nivel va a perder un rato -largo, supongo-, entrevistando a Pedro Sánchez.
Cuando oigo a Pedro, le veo decir lo que le da la gana -libertad-, pero luego recuerdo que la libertad exige -he dicho «exige»- la verdad.
Y, normalmente, frecuentemente, casi siempre, Pedro no combina los dos factores. Con un valor añadido: que lo hace muy serio; y con un valor más añadido, que lo hace mirando a los ojos.
Le veo por tele y pienso: «¡es un crack!». Ayer dijo blanco y hoy asegura que es negro.
Ahora sí empalmo todo. Y recuerdo aquello de que «la verdad os hará libres». O sea, que, a base de no decir la verdad, Sánchez no quiere realmente que seamos libres.
Mientras esté en la presidencia, viviremos aherrojados (calificativo un poco exagerado, pero que se entiende).
No se hagan muchas ilusiones, porque, a base del chantajillo de otro crack –Puigdemont– el mentirosete se mantendrá en su sillón, único objetivo que me parece que persigue.
«Lasciate ogni speranza«, escribió Dante Aliguieri.
En el siglo XIV ya debía haber algún Sánchez.
P.S.
Si hoy el artículo les parece un poco pesimista, no lo tengan en cuenta e ignórenlo.
Debe ser que he vuelto de vacaciones.
Actualidad Económica // elmundo