Sólo el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, muy cercano a Maduro, se desplaza a Caracas para apoyar a su gran aliado revolucionario Leer Sólo el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, muy cercano a Maduro, se desplaza a Caracas para apoyar a su gran aliado revolucionario Leer
Nicolás Maduro se autocoronó ayer como dictador de Venezuela tras confirmar la usurpación ilegal del poder, de espaldas a un país que le rechazó en las urnas de forma abrumadora. El presidente de facto desplegó un vendaval de falsedades durante la hora y media de discurso, con las incoherencias y los insultos habituales, todo ello en un acto deslucido, alejado del habitual boato revolucionario.
Ni se realizó en el hemiciclo de la Asamblea Nacional, ni se pudo transmitir más allá de la conexión con las teles chavistas, ni contó con presencia de periodistas. Sin pueblo en las calles, más allá de los cientos de personas trasladadas por el gobierno para la ocasión, que fueron premiadas a final de la jornada con una bolsa de pollo. Con Caracas militarizada, una ciudad en funeral por la democracia, y con el país cerrado a cal y canto, con fronteras bloqueadas y con el espacio aéreo bajo férreo control gubernamental.
La presencia de peso fue otra muy distinta: los generales del alto mando militar, comandados por el general en jefe Vladimir Padrino López. A ellos miraba de vez en cuando Maduro, sabedor de que todo pasa por sus armas. Así de claro lo dejó muy temprano el comandante estratégico Domingo Hernández Lárez, quien anunció el despliegue del sistema antiaéreo de misiles, no fuera a pasar que a Edmundo González Urrutia, la persona que debería estar en ese mismo lugar tomando posesión, se le fuera a ocurrir volar en misión suicida a Caracas.
El «conductor de victorias» contó también con el respaldo de los otros dos dictadores de América Latina, el cubano Miguel Díaz-Canel y el nicaragüense Daniel Ortega, que llegó tarde y por sorpresa. Tres revoluciones fracasadas y envejecidas, que han gobernado 120 años, con millones y millones de emigrantes a la fuerza y con 3.000 presos políticos en sus mazmorras. Junto a ellos, también llegado a última hora, estuvo el presidente de la Duma rusa, enviado por Vladimir Putin.
«¡No pudieron impedir la toma de posesión, es una victoria venezolanista! A mí no me ha colocado como presidente el gobierno de EEUU ni los gobiernos proimperialistas de la derecha latinoamericana, vengo del pueblo», predicó Maduro, que el 28 de julio sólo obtuvo 3.385.155 votos frente a los 7.443.584 del diplomático, una de las mayores palizas en la historia electoral del continente.
Mientras el «hijo de Chávez» disertaba comparándose con David frente a Goliath pese a su gran sobrepeso, la División Antinarcóticos del Departamento de Estado ultimaba el millonario cartel de se busca en su contra: 25 millones de dólares para toda aquel que aporte información para su captura (la misma cantidad que en su día se ofreció por Osama Bin Laden), bajo la acusación de ser un narcoterrorista y de importar y distribuir cocaína. Las autoridades de Washington ofrecen la misma millonada por la cabeza de Diosdado Cabello, ministro de Interior y principal represor en la actualidad.
La principal novedad de la batería de sanciones que cayeron ayer sobre el régimen chavista es la incorporación del general Padrino López, hasta ahora «protegido» por quienes pensaban que ofrecía un perfil institucional. Su cabeza vale hoy 15 millones de dólares.
Washington extendió las sanciones vigentes a otro grupo de jerarcas chavistas, incluidos los nuevos directivos de Petróleos de Venezuela (PDVSA) y sumó nuevas restricciones de visa a 9.931 funcionarios «que han socavado el proceso electoral y son responsables de actos de represión».
En paralelo, Bruselas hizo pública la lista de los 15 jerarcas sancionados en diciembre, para un total de 70, encabezada por la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), Caryslia Rodríguez, una de las presentes en el acto fraudulento de ayer que aplaudía con más vehemencia. Antes de llegar al TSJ era concejala. También el comandante Hernández Lárez figura en la lista negra europea.
Canadá y el Reino Unido se sumaron a las sanciones europeas y estadounidenses.
Ninguno de todos estos países, incluida España, participó en el acto fraudulento de ayer, algo que sí hicieron México, Colombia, Bolivia y Brasil, al enviar a sus respectivos embajadores. Maduro, no obstante, saludó con vehemencia a Juan Carlos Monedero, cofundador de Podemos, que fue uno de sus asesores durante la fracasada campaña electoral.
Washington fue más allá al hacer público su no reconocimiento a Maduro como presidente de Venezuela, en coincidencia con la Plataforma Unitaria opositora, que en un comunicado nada más producirse la coronación fraudulenta quiso dejar claro que «con la usurpación del poder por parte de Nicolás Maduro de la Presidencia de la República, apoyado por la fuerza bruta y desconociendo la soberanía popular expresada contundentemente el pasado 28J, se ha consumado un golpe de Estado en contra de los derechos del pueblo venezolano».
La respuesta contra la «coalición de potencias extranjeras liderada por EEUU» llegó con el general en jefe Padrino López, que comandó el acto de «reafirmación de lealtad» de los militares con el usurpador Maduro, una vez acabado el acto en la Asamblea Nacional. El «hijo de Chávez» aprovechó el desfile militar para asegurar que «soy el presidente constitucional, no estoy aquí como un pelele o un cobarde», por si alguien tuviera dudas.
Maduro había aprovechado previamente su púlpito para mofarse de Edmundo y para embestir contra María Corina: «A veces es peor una demonia que un demonio. Y si está desquiciada, más».
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