¿Niños, mujeres o ancianos? La eterna excusa de la derecha contra la memoria

Cada vez que se habla de memoria en el Congreso de los Diputados, la derecha utiliza el mismo argumento: que no es urgente y hay otras prioridades. Lo ha vuelto a hacer este jueves la diputada del PP María Jesús Moro Alcaraz en el debate sobre la proposición para modificar la ley de asociaciones y promover ―la decisión final será de un juez― la ilegalización de la Fundación Franco: “No creemos que sea la máxima prioridad de los españoles. Y menos en un momento de dolor desgarrador por las consecuencias de la riada. ¿No tenemos nada más urgente que legislar?”. Es una premisa tramposa porque esa propuesta no frena el resto de actividad legislativa, incluidos los sucesivos capítulos aprobados de ayudas a los afectados de la catástrofe en Valencia. La falacia se desmonta llevándola al extremo: nunca se podría aprobar una ley porque siempre habría otra más importante; habría que elegir entre proteger a los niños, a las mujeres o a los ancianos; entre la Sanidad o la Educación; entre la lucha contra el cambio climático o la promoción de la cultura…

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 El PP pone de nuevo a competir a víctimas en el debate sobre la ilegalización de la Fundación Franco, una anomalía internacional  

Cada vez que se habla de memoria en el Congreso de los Diputados, la derecha utiliza el mismo argumento: que no es urgente y hay otras prioridades. Lo ha vuelto a hacer este jueves la diputada del PP María Jesús Moro Alcaraz en el debate sobre la proposición para modificar la ley de asociaciones y promover ―la decisión final será de un juez― la ilegalización de la Fundación Franco: “No creemos que sea la máxima prioridad de los españoles. Y menos en un momento de dolor desgarrador por las consecuencias de la riada. ¿No tenemos nada más urgente que legislar?”. Es una premisa tramposa porque esa propuesta no frena el resto de actividad legislativa, incluidos los sucesivos capítulos aprobados de ayudas a los afectados de la catástrofe en Valencia. La falacia se desmonta llevándola al extremo: nunca se podría aprobar una ley porque siempre habría otra más importante; habría que elegir entre proteger a los niños, a las mujeres o a los ancianos; entre la Sanidad o la Educación; entre la lucha contra el cambio climático o la promoción de la cultura…

Como no es prioritario, han pasado 49 años de la muerte de Franco y sigue existiendo una fundación a su nombre que justifica el golpe de Estado de 1936, que considera a los partidos políticos, es decir, al sistema democrático, “construcciones artificiales que solo sirven para dividir” y que niega la represión. En su página web, para referirse, por ejemplo, a Guernica, uno de los primeros bombardeos indiscriminados sobre población civil, se presume de “la modélica reconstrucción” efectuada posteriormente por “Regiones Devastadas” y se habla del dictador en estos términos: “Consiguió durante su magistratura construir los cimientos sobre los que fue posible que se construyera la democracia que disfrutamos”; “Ha buscado siempre el contacto directo y cordial con el pueblo español, que, a su vez, le ha correspondido con adhesión incondicional, otorgándole una autoritas plena y sin fisuras, en un fenómeno sin parangón posible con cualquier otro político de nuestra historia contemporánea”. Durante los gobiernos de José María Aznar recibieron casi 150.000 euros en subvenciones para realizar copias de seguridad y microfilmar su fondo documental. Hace años que ya no perciben dinero público, pero sus socios disfrutan de deducciones fiscales. Para Pablo de Greiff, exrelator de Naciones Unidas, su existencia es una “anomalía” internacional. “En el entorno europeo”, explicó en este diario, “no hay nada parecido y existe una legislación que impide la apología del odio y criminaliza el negacionismo. En el contexto europeo no cabe una Fundación Hitler o una Fundación Mussolini”.

Como no era prioritario, un dictador disfrutó, durante más de cuatro décadas en democracia, hasta octubre 2019, de una tumba de Estado a la que peregrinaban nostálgicos para hacer el saludo fascista. Unos meses antes, en junio, el antropólogo del CSIC Francisco Ferrándiz había llevado de excursión al mausoleo a una treintena de especialistas alemanes, italianos, estadounidenses, canadienses, franceses, taiwaneses, argentinos, ucranios… que participaban en Madrid en un congreso internacional sobre la gestión del pasado traumático. No daban crédito a lo que vieron. “Estoy anonadada. En mi país resultaría impensable ver a alguien rezando junto a una tumba de Hitler”, contaba Astrid Schmetterling. En su móvil, mostró a esta periodista la fotografía de una de sus compañeras con el retrato de Franco que se había encontrado en el Airbnb de la capital en el que se hospedaba. Al terminar la visita, la expedición se cruzó con una pareja de novios que había decidido casarse ante la tumba de un dictador. No es cuantificable como los datos de exportación de aceite de oliva o el número de turistas que visitan cada año nuestro país, pero aquello también era Marca España. De la mala.

Como no era prioritario, un estudio reveló, en 2022, profundas lagunas entre los jóvenes sobre la historia de su propio país. “La Guerra Civil fue porque el pueblo se rebeló contra Franco”, afirmó un chaval de 16 años, alumno de un centro público de Madrid, cuando le preguntaron por las causas del conflicto bélico. La Ley de Memoria Democrática establece una actualización de los materiales curriculares para enseñar la represión franquista en secundaria. Para la derecha es “adoctrinamiento”, pero entre quienes portan banderas con aguilucho en las protestas y levantan orgullosos el brazo en algunas concentraciones recientes, hay siempre jóvenes nacidos bien entrada la democracia.

Como no era prioritario, se ha dejado escalar el discurso apologético de la dictadura, es decir, de la falta de derechos y libertades, hasta el mismísimo Congreso de los Diputados, sede de los representantes de la soberanía popular. “Gracias a las redes sociales, muchos jóvenes”, celebró este martes desde su escaño el diputado de Vox Manuel Mariscal, “están descubriendo que la etapa posterior a la Guerra Civil no fue una etapa oscura, como nos vende este Gobierno, sino una etapa de reconstrucción, de progreso y de reconciliación para lograr la unidad nacional”. La Fundación Francisco Franco tiene cuenta en Facebook, X y Youtube. También, afortunadamente, el historiador Ángel Viñas, que desmontó con datos el discurso de Vox.

María Jesús Moro reaccionó bien al defender a Martina Velarde, de Podemos, del ataque desde la bancada de Vox, donde otro parlamentario le espetó “tómate la pastilla” durante el debate sobre la modificación de la ley de asociaciones. Pero la diputada del PP dedicó su intervención en la tribuna a desarrollar una falacia, la de que legislar para intentar cerrar la Fundación Franco impide dedicarse a nada más, en especial, a los afectados por la dana. Ni compiten las leyes, ni han de competir las víctimas. Lo explicó Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio, concejal popular asesinado por ETA, tras el penúltimo intento de Alberto Núñez Feijóo de explotación partidista del dolor: “Nos llegó un wasap convocándonos prácticamente de un día para otro a una reunión en el Congreso, sin orden del día. Luego me enteré de que era para utilizar a las víctimas de ETA y enfrentarnos con las víctimas del franquismo mientras se debatía la Ley de Memoria Democrática. Y entré en cólera. ¿Cómo me voy a oponer yo a que las víctimas del franquismo tengan una ley de reconocimiento y reparación igual que la tenemos nosotros? Usar a unas víctimas contra otras es caer muy bajo”. No hay que elegir. Busquen otra excusa.

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