¿No le da vergüenza? Marco Aurelio no se quejaba al volver de vacaciones

El gran predicamento del pensamiento estoico en el entorno de la gestión empresarial lo hace propicio para afrontar la vuelta al trabajo Leer El gran predicamento del pensamiento estoico en el entorno de la gestión empresarial lo hace propicio para afrontar la vuelta al trabajo Leer  

Cada 10 años, los astros se alinean para crear el domingo más fatídico: el día siguiente es 1 de septiembre. La psicología se ha hartado de analizar el concepto de Sunday blues. Del síndrome posvacacional ni le cuento. La mezcla de los dos pide algo diferente. Droga dura. Porque, además, para qué engañarnos, llevamos ya demasiados años repitiendo los mismos consejos. Proponemos algo más: un cambio de perspectiva. Una aproximación filosófica.

Premisa primera: por mucho que le fastidie, nadie le va a librar del final de las vacaciones y el retorno al trabajo. Pero la civilización occidental tiene una veta de pensamiento dedicada al noble arte de aguantarse ante lo inevitable. Se llama estoicismo. Esta rama de la filosofía lleva años triunfando en el entorno de la gestión empresarial.

Sus orígenes se remontan hasta bastante antes. Allá por el año 301 a. C., Zenón de Citio la fundó en la Stoá poikilé, un pórtico del ágora ateniense, como una especie de coda al esplendor de las grandes escuelas de la Grecia clásica. Tras la muerte de Alejandro y la invasión romana, la etapa helenística había dejado a los ciudadanos bastante agobiados. Malos tiempos. ¿Le recuerda a algo? Entonces, Zenón le bajó los humos metafísicos a los Platón, Aristóteles y compañía para predicar cómo, a través de la tolerancia y el autocontrol, se pueden aceptar las cosas tal y como se presentan, sin dejarse engañar por los trucos del deseo y el miedo.

Las élites romanas lo compraron. Escritores y políticos como Epicteto y Séneca, pero también todo un emperador. Las Meditaciones de Marco Aurelio se consideran una obra maestra universal tanto desde el punto de vista literario como del práctico. Un monumento al gobierno perfecto y a la vida buena y sencilla con el que culminó el estoicismo. El cristianismo absorbió toda la filosofía hasta la modernidad, que tampoco le hizo mucho caso a las viejas teorías de Zenón.

Pero el espíritu sopla donde quiere. El estoicismo ha vuelto a brillar en Silicon Valley. Al principio, la Academia era renuente, pero gente como Bill Irvine, profesor de Filosofía de la Wright State University, dio un paso adelante. Su El arte de la buena vida: un camino hacia la alegría estoica (Paidós) sigue pasando de mano en mano entre los emprendedores que sufren la tensión de montar una startup. Pero el gran apóstol del resurgir estoico en estos predios quizá sea Andrew Taggart, filósofo… y consultor de empresas de Silicon Valley. Y tiene discípulos como Donald Robertson: autor de How to Think Like a Roman Emperor, alabado por The Wall Street Journal, su entrevista sobre estoicismo en la radio de la escuela de negocios Wharton se publicó en la web del Foro Económico Mundial. Y un largo etcétera.

En España, la editorial Conecta anuncia como una de sus joyas para el otoño que viene La sabiduría es la recompensa, de Ryan Holiday, un autor al que define como «referente del estoicismo moderno». Hace una década, su clásico El obstáculo es el camino, también en Conecta, inició su descomunal éxito de ventas, tirando del ejemplo de gente como Marco Aurelio… y John D. Rockefeller, Amelia Earhartl o Steve Jobs. Sostiene que «no inventaremos el siguiente iPad o iPhone, pero hacemos las cosas para alguien, aunque solo sea nuestro currículum. Podemos tratar cada parte -en especial el trabajo que nadie ve, las cosas difíciles que quisiéramos evitar o que podríamos habernos saltado- igual que las hacían Jobs y Marco Aurelio: con orgullo y dedicación». Y recuerda la frase de Rockefeller: «El mayor imperio es el dominio de uno mismo».

Guillermo de Haro, coautor de El pequeño libro de la filosofía estoica (Alienta), explica en el Insights de la IE University que «emprendedores, gerentes y directores ejecutivos a menudo deben lidiar con situaciones complejas, a veces incluso desesperadas, y en circunstancias que escapan por completo a su control. En estos momentos, es muy posible que los líderes pierdan la calma y la perspectiva ante un alto costo personal y económico que también afecta a otros. Es imposible encontrar una solución en estas situaciones sin aplicar los principios del estoicismo (aunque no seamos conscientes de ello), ya que resolver problemas complejos requiere una serie de virtudes eminentemente estoicas».

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