Regreso a Kafar Nabel, la ‘capital del humor’ de la revolución siria

Los activistas de Kafar Nabel, que animaron la revuelta contra la dictadura de Asad y sufrieron la represión de la facción que ahora ocupa el poder, dicen que mantienen la «tregua» con el nuevo Gobierno, pero otros no comparten ese optimismo Leer Los activistas de Kafar Nabel, que animaron la revuelta contra la dictadura de Asad y sufrieron la represión de la facción que ahora ocupa el poder, dicen que mantienen la «tregua» con el nuevo Gobierno, pero otros no comparten ese optimismo Leer  

La primera vez que el periodista visitó Kafar Nabel, en julio de 2012, Ahmad Yalal tenía que esconder las pancartas que dibujaba, junto a Raed Fares, debajo de las piedras. Las sacaban sólo para las manifestaciones de los viernes.

El régimen seguía en control de la pequeña aldea de Idlib, en el norte de Siria, aunque sólo de forma nominal. Los militares rara vez salían de las bases que mantenían en una población donde entonces habitaban unas 30.000 personas.

Raed era la mente pensante y Ahmad el dibujante que plasmaba sus ocurrencias.

Desde hacía meses, la localidad se había ganado un singular espacio en la iconografía de la revuelta a la que asistía el país árabe gracias a la cáustica ironía de los mensajes que enarbolaban, escritos en árabe e inglés. Una crítica mordaz que normalmente se centraba en el régimen, pero de la que no se salvó ni la comunidad internacional, ni los países árabes ni los propios rebeldes armados, y en especial las facciones más extremistas.

Bashar Asad, Vladimir Putin y Abu Bakr al Baghdadi: 'los Goodfellas'.
Bashar Asad, Vladimir Putin y Abu Bakr al Baghdadi: ‘los Goodfellas’.AHMAD YALAL

Algunas eran tan demoledoras como aquel dibujo que presentaba a un miembro de la ONU, identificado con un casco azul, sacando fotos de una niña aplastada bajo los escombros de una vivienda bombardeada por el régimen de Bashar Asad, pidiéndole casi que sonriera para salir bien en la instantánea.

Ahmad Yalal vivió para ver el triunfo de la revuelta popular. Raed no tuvo esa suerte. Sobrevivió a un intento de asesinato en 2014, cuando fue alcanzado por una ráfaga de balas en el pecho. No superó el segundo intento. Fue asesinado el 23 de noviembre de 2018 por unos encapuchados que ametrallaron su coche. En esas fechas, Hayat al Tahrir (HTS), la facción que lideró el actual presidente sirio, Ahmed Al Sharaa, controlaba Kafar Nabel.

«Los asesinos actuaron a pocos metros de un puesto de control del HTS. Raed ya había sido amenazado de muerte por el HTS. Antes le había secuestrado Jabhat al Nusra [la agrupación con la que Al Sharaa comenzó a pelear en Siria]», recuerda Yalal, sentado en uno de los contados edificios de la localidad que han sido rehabilitados. En esas fechas, el jefe de Estado actual respondía al nombre de Abu Muhammad al Jolani y Jabhat al Nusra era leal al ideario extremista de Al Qaeda.

Yalal ha regresado a Kafar Nabel para reconstruir su vivienda. La localidad quedó completamente devastada tras ser ocupada por las tropas de Damasco en 2019. El camino desde la cercana ciudad de Maarat al Numan es una sucesión de estructuras de cemento vacías, saqueadas o derruidas hasta los cimientos.

«Kafar Nabel se liberó del régimen en 2012. Toda la población huyó cuando los soldados de Bashar regresaron en 2019. Se convirtió en un pueblo fantasma. Tras la caída del régimen sólo ha podido regresar un 10% de la población«, explica Alaa al Khatib, instalado a pocos metros de Yalal.

Alaa y Yalal estudiaron juntos en el colegio. Marcharon casi de la mano en las primeras manifestaciones contra la dictadura. Ambos pertenecían al mismo grupo de activistas que pedían una democracia secular como alternativa a la autocracia dirigida durante décadas por el clan Asad.

Ahora, Alaa, el antiguo opositor que coordinaba las protestas populares de Idlib, incluidas las de su villa natal, Kafar Nabel, ha sido nominado nuevo alcalde del lugar. Un significativo giro en la historia de esta población, especialmente porque tanto Alaa como Yalal, y la mayoría de los que acompañaron a Raed Fares durante los años del conflicto, sufrieron la persecución, primero de los acólitos del régimen y después de los extremistas que peleaban bajo las órdenes de Ahmed al Sharaa, que se hicieron con el control del sur de la provincia de Idlib en diciembre de 2014.

Alaa formó parte de los dirigentes que alentaron las manifestaciones que se multiplicaron en la región de Idlib durante el año pasado contra la Administración que dominaba HTS desde 2017. Yalal, refugiado en una zona del norte de Siria bajo control turco, les ayudó a diseñar sus pancartas siguiendo el espíritu que establecieron al inicio de la revuelta en 2011. Eran los integrantes del llamado Hirak (Movimiento), que se lanzó a las calles al grito de «Isqat al Jolani» («Abajo con Jolani»), parafraseando el eslogan que usaron contra Bashar Asad.

«Queríamos más libertad de expresión y que no reprimiera a la sociedad civil», indica Alaa al Khatib.

Antiguo directivo también de Radio Fresh, la mítica emisora que fundó Raed Fares y que fue asaltada en varias ocasiones por los fundamentalistas del Estado Islámico y Jabhat al Nusra, Alaa al Khatib prefiere aferrarse al futuro en vez de pensar en el pasado y, aunque admite que «no coincide» con la ideología de Al Sharaa, afirma que prefiere otorgarle «una tregua».

«Creo que hay que darles una oportunidad para ver cómo gobiernan. Eso no quiere decir que estemos de acuerdo con ellos. Hasta ahora han demostrado que priman la lealtad sobre la eficacia, y eso es un problema. Va a ser difícil que puedan pasar de ser combatientes a ministros«, asevera en su despacho.

Yalal asiente, incluso después de recordar cómo tuvo que huir de su domicilio para evitar primero las razzias de los soldados de Asad y más tarde de los militantes de Al Sharaa. El activista escapó de Kafar Nabel tras el atentado contra Raed.

«Hice muchos dibujos criticándole directamente y le acusé del asesinato de Raed. Sigo pidiendo que se abra una investigación sobre ese homicidio. Pero la ideología del HTS de esos años era muy diferente a la que tiene hoy en día. Al Sharaa se ha desembarazado de los elementos más radicales«, apunta.

El tono conciliador de los antiguos activistas de Kafar Nabel no es una posición unánime entre los que iniciaron la oposición a la dictadura de Asad reclamando -como hacía Raed Fares-, un Estado democrático y secular.

Pese a que los datos recogidos por un sondeo del Centro Árabe de Investigación y Estudios Políticos, revelado este fin de semana, muestran que un 56% de los consultados cree que el país «va en la dirección correcta», un 25% opina lo contrario.

El colapso del sistema totalitario no ha significado el final de la violencia que ha enfrentado este país desde 2011. Según indicó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos a principios de agosto, casi 10.000 personas han muerto desde diciembre pasado, muchas de ellas en masacres tan sangrientas como las que se registraron en marzo y julio pasado en las regiones de mayoría alauí y drusa, donde las fuerzas del Gobierno de Al Sharaa fueron acusadas de cometer ejecuciones sumarias e incontables violaciones de los derechos humanos.

Las dos matanzas han disparado las suspicacias de las minorías hacia el nuevo Ejecutivo, pese a las promesas de Al Sharaa de respetar la singularidad de cada comunidad que integra el país y su apoyo a una constitución transitoria que defiende que «los ciudadanos son iguales ante la ley» y no se permite «discriminación basada en raza, religión, sexo o linaje».

La citada encuesta del Centro Árabe de Investigación y Estudios Políticos dejaba claro que un 85% de los sirios cree que el «discurso sectario está muy extendido» en el país.

Para otra pareja de opositores históricos a Asad, los hermanos gemelos Malas -Ahmed y Mohamed-, su conocido antagonismo a los usos autoritarios de Asad tendrá que continuar ahora contra el Gobierno de Al Sharaa, al que no perdonan las últimas matanzas. «Nosotros criticamos las masacres de Homs y de Alepo. No podemos ignorar las de Sweida o las de la costa [que afectaron a la minoría alauí]», asegura Ahmed.

Al igual que los opositores de Kafar Nabel, los Malas se ganaron una notable popularidad en los inicios de la algarada contra Asad gracias a las cáusticas representaciones teatrales que organizaban en su domicilio de Damasco. Una actividad que iniciaron en 2009, antes de las primeras movilizaciones populares, como reacción a la censura ejercida en los teatros oficiales. Allí reproducían temas tabúes como la conversación entre un policía del régimen y un manifestante arrestado. El desplante acabó, como era de esperar, en detención. La pareja tuvo que huir del país y acabó refugiada en Francia, de donde retornaron 14 años después, tras la huida de Bashar.

El dúo reactivó su carrera teatral con representaciones en varias localidades sirias con el apoyo del nuevo Ministerio de Cultura hasta que se les ocurrió publicar un comentario crítico con el actual Ejecutivo después de la sangría que se registró en la región drusa de Sweida. «Querido nuevo Gobierno, somos hijos de la revolución de 2011. Si las cosas siguen así, con violaciones, masacres y asesinatos diarios, pronto volveremos a corear las mismas consignas de 2011», se leía en el post que difundieron en las redes sociales.

Mientras apuran una bebida en el popular café Rawda de Damasco -un centro de referencia para los intelectuales capitalinos-, Ahmed y Mohamed recuerdan cómo recibieron de inmediato una llamada de un «alto cargo» del Ministerio de Cultura exigiéndoles que borraran ese comentario.

«Le dije: ‘¿Que pensáis? ¿Qué habéis comprado a los hermanos Malas?’ Me amenazó con suprimir toda la ayuda oficial a nuestras representaciones y le respondí: ‘Pues ahora escribiré todo esto que me has dicho’. Cuando lo hice, nuestros teléfonos parecían echar humo. Al final, el Ministerio se disculpó públicamente«, agrega Mohamed.

Ambos coinciden en que «la esperanza inicial» de la sociedad local tras el colapso de la autocracia «comienza a desvanecerse». «La gente no aceptará otro Bashar, saldrá a la calle», dicen.

La controversia generada en torno a los Malas se ha sumado en las últimas semanas a otras muchas que las élites más seculares del país han señalado como ejemplos de los guiños autoritarios que muestra la Administración dirigida por Al Sharaa.

En julio, el conocido novelista local, Khalil Sweileh, denunció que se le había prohibido volver a imprimir su novela El Paraíso de los Bárbaros, ya que las autoridades le exigieron suprimir varios párrafos. La obra, que se publicó en Egipto en 2014, relata la sangría que sufrió el país a partir de 2011 bajo la feroz represión de la dictadura, pero también de los grupos extremistas.

Según un portavoz de las autoridades, Haj Ahmed, director de Asuntos de Medios de Comunicación, sólo se le exigió «corregir» algunas pequeñas «informaciones históricas inexactas y descripciones ofensivas de los revolucionarios». Sweileh, sin embargo, contradice esta versión. En una conversación telefónica con este diario precisa que se le exigió cambiar «el título de la novela y todas las referencias a los grupos extremistas, cuya violencia costó muchas vidas sirias». «Es irónico, pero la primera parte de la novela, la que trata sobre la violencia del régimen, no le gustaban al antiguo régimen [al de Asad], y la segunda, que habla de la violencia de los insurgentes, no le gusta al nuevo régimen», observa.

Ganador de varios premios literarios árabes en los últimos años, Sweileh se declara «pesimista» a la hora de analizar el futuro del país. «Todavía tenemos que pasar la censura para publicar un libro y todas las señales indican que vamos hacia un recorte de libertades», considera.

La controversia en torno a los límites de la libertad permitida por el Gobierno de Al Sharaa volvió a generar un tumulto en las redes sociales en agosto después de que se conociera que el decano de la Facultad de Artes de Damasco ha prohibido la representación de «modelos desnudos» en los trabajos de los estudiantes que aprenden escultura o pintura para «alinearse con los valores sociales y morales» que pretenden promover las autoridades.

El Gobierno decidió también en junio imponer el uso de bañadores «modestos», como los «burkinis o trajes de baño que cubren más el cuerpo», en playas o piscinas públicas, tanto para los locales como para los turistas, aunque el Ministerio de Turismo excluyó de esta normativa los hoteles de lujo.

«Sí, todo eso es cierto, pero al menos ahora podemos quejarnos. Con Bashar nos mataban por eso«, apostilla Alaa al Khatib en Kafar Nabel.

En la pequeña población norteña, el desafío para Al Khatib y sus ayudantes es tan descomunal como el que enfrenta Al Sharaa en Damasco. La desolación es la norma en este enclave. «Fue un saqueo sistemático. El 30% de las casas no tiene techo, otro 30% no tiene muros, se llevaron las ventanas, los cables, las barras de metal. Arrancaron 30.000 árboles…», enumera el regente del núcleo urbano.

Putin y Asad, como Jack y Rose en 'Titanic'.
Putin y Asad, como Jack y Rose en ‘Titanic’.AHMAD YALAL

Tanto Alaa como Ahmed recuerdan con nostalgia las primeras movilizaciones populares que organizaron contra Asad en 2011, cuando no eran sino unos pocos cientos de personas.

El pasado 25 de mayo, las famosas pancartas de Kafar Nabel que Ahmad Yalal consiguió preservar fueron objeto de una exhibición en la estación de tren de Hejaz, en Damasco. «Cuando nos dimos cuenta de la significación que tenían, comenzamos a preservarlas para el futuro. Conseguimos salvar un 70%», evoca el artista.

La exposición incluyó retratos de Raed Fares, del fotógrafo Hamoud Junaid -que fue asesinado junto a él- y del también reportero de Kafar Nabel, Khaled al Essa, que murió en otro atentado en Alepo en 2016.

«De los que iniciamos la revolución en Kafar Nabel, la mitad están muertos», apostilla Yalal.

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