Un estudio muestra por primera vez que el ejercicio funciona como ‘medicina’ frente al cáncer

Ya se habían hecho estudios que muestran que el ejercicio mejora la calidad de vida de los pacientes con cáncer o reduce los efectos secundarios de la quimioterapia y había indicios de que sus efectos podían ir más allá. Ahora, un estudio que se acaba de presentar en la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Oncología Médica (ASCO), en Chicago, ha comprobado que también mejora la supervivencia.

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 El ejercicio después de cirugía y quimioterapia redujo el riesgo de muerte en un 37% en pacientes con tumores de colon: “Es una nueva parte del tratamiento, al mismo nivel”  

Ya se habían hecho estudios que muestran que el ejercicio mejora la calidad de vida de los pacientes con cáncer o reduce los efectos secundarios de la quimioterapia y había indicios de que sus efectos podían ir más allá. Ahora, un estudio que se acaba de presentar en la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Oncología Médica (ASCO), en Chicago, ha comprobado que también mejora la supervivencia.

El ensayo Challenge, liderado por el Grupo Canadiense de Ensayos en Cáncer, es el primero que ha intentado responder a la pregunta de si el ejercicio puede servir para tratar el cáncer, como los medicamentos, la cirugía o la radioterapia. Durante 17 años, entre 2009 y 2024, los investigadores siguieron, en periodos de alrededor de 8 años, a 889 personas con cáncer de colon en estadios II (cuando el cáncer ha crecido en la pared del colon, pero no se ha extendido a los ganglios linfáticos) y III (cuando ha llegado a los ganglios linfáticos cercanos, pero no a otras partes del cuerpo), de alto riesgo. Tras recibir el tratamiento habitual de cirugía y quimioterapia, la mitad fueron asignados a un programa de ejercicio estructurado durante tres años, mientras la otra mitad solo recibió materiales educativos.

El programa de ejercicio estructurado tenía como objetivo aumentar la actividad física aeróbica recreativa. A lo largo de los tres años de intervención, el grupo de ejercicio logró cumplir y mantener el objetivo propuesto, añadiendo entre 45 y 60 minutos de caminata rápida o 25 a 30 minutos de trote moderado entre tres y cuatro veces por semana.

Tras ocho años de seguimiento, la supervivencia global fue del 90% en el grupo que hizo ejercicio aeróbico semanal supervisado por especialistas, y del 83% en el grupo que recibió material educativo. El riesgo de muerte fue un 37% menor entre los que hicieron ejercicio, reduciendo el número de muertes en 7 por cada 100 tratados. “Nuestro estudio muestra que el ejercicio ya no es solo una intervención de calidad de vida, es un tratamiento para el cáncer de colon que debe estar disponible para todos los pacientes”, ha dicho Kerry Courneya, profesor y titular de la Cátedra de Investigación de Canadá en Actividad Física y Cáncer en la Universidad de Alberta, y coordinador del estudio CO21.

Chris Booth, el otro coordinador del estudio, que se ha publicado en la revista New England Journal of Medicine, puntualiza que sus resultados “no implican que el ejercicio reemplace la cirugía o la quimioterapia”, sino que es una nueva parte del tratamiento, al mismo nivel. Para los investigadores, el mensaje es claro: para mejorar la supervivencia, es necesario ayudar a los pacientes a cambiar hábitos, incluyendo entrenadores en los equipos médicos como parte esencial de la terapia.

El programa de ejercicio se integró, con la guía de un fisioterapeuta o un kinesiólogo, en el tratamiento posterior a la cirugía y la quimioterapia y cada participante eligió su tipo de ejercicio de intensidad moderada. “Queríamos dejar claro algo importante: los beneficios del ejercicio para sobrevivir al cáncer son tan grandes como los de muchos medicamentos, e incluso mayores en algunos casos. El ejercicio potencia el efecto de la quimioterapia y esto es un avance enorme”, resume Booth.

Para aplicar este tipo de tratamientos será esencial la incorporación de profesionales que puedan diseñar los programas de ejercicio y hacer un seguimiento personalizado para cada paciente. “La sensación de compromiso marcó toda la diferencia. Que un médico me dijera simplemente que hiciera ejercicio no habría sido suficiente; lo que realmente lo hizo posible fue tener a alguien a mi lado, guiándome y haciendo un seguimiento regular”, dijo según una nota de los organizadores del estudio, Terri Swain-Collins, una de las participantes del ensayo.

Mikel Izquierdo, catedrático del Departamento de Ciencias de la Salud en la Universidad Pública de Navarra, afirma que el estudio supone “un antes y un después”. “Es un ensayo aleatorizado, eso quiere decir que se establece un vínculo causal entre el ejercicio y el incremento de la supervivencia libre de enfermedad y la reducción de mortalidad”, continúa. Y añade: “Es un nivel de evidencia suficiente para cambiar las guías clínicas e introducir este tipo de intervención para tratar el cáncer”.

Izquierdo, que este año fue el primer firmante de una guía con recomendaciones para utilizar el ejercicio como medicina para personas mayores, advierte que la aplicación del ejercicio “requiere personalizarlo y dar la dosis adecuada, como con los fármacos”. “Ahora habrá que ver si el sistema está preparado para incorporar esta inmunoterapia metabólica, que si se hubiese descubierto en forma de fármaco encapsulado, habría sido la bomba”, apunta. “El sistema de salud tiene que invertir, incorporar personas formadas para dar estos tratamientos, que hay cada vez más, pero aún falta, y también falta infraestructura”, añade.

Durante los últimos años, la evidencia científica sobre los beneficios del ejercicio en el cáncer se ha acumulado. Algunos estudios muestran que media hora de ejercicio aeróbico tres veces por semana reduce significativamente la ansiedad o la depresión, y que otros programas de actividad aeróbica o de resistencia reduce la fatiga relacionada con la enfermedad y la que provocan los tratamientos. Aunque los ensayos no estuviesen diseñados para probar la eficacia del ejercicio como medicina contra el cáncer, ya se había observado una asociación entre la actividad física regular y un aumento en la supervivencia en cánceres de colon, próstata o mama. El estudio que se acaba de publicar abre una nueva línea de tratamientos para el cáncer, seguros y con escasos efectos secundarios, aunque será necesario un proceso de aprendizaje para aplicarlo a gran escala.

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