Zoran Mamdani y el debate sobre el alma del Partido Demócrata

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El viernes por la tarde, Hakeem Jeffries, el líder de la minoría Demócrata de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, dio oficialmente su respaldo a Zohran Mamdani, miembro de su partido, antes de las elecciones para la alcaldía de la ciudad de Nueva York. Ese apoyo debería haber sido un mero trámite, una obviedad. Pero nada de lo que rodea a Mamdani, el primer candidato musulmán y el segundo socialista de la historia, ni nada de lo que rodea a los Demócratas, es normal ahora mismo, políticamente hablado.

Mamdani, nacido en Uganda, hijo de inmigrantes, de izquierdas y un completo desconocido en EEUU hasta hace apenas unos meses, será el próximo alcalde de la ciudad más grande del país, si nada realmente raro ocurre de aquí al 4 de noviembre. Todas las encuestas le dan entre 11 y 25 puntos de ventaja sobre sus rivales, el republicano (pero no MAGA) Curtis Sliwa y el ex gobernador Andrew Cuomo, que se presenta como independiente tras haber perdido las primarias Demócratas y que se ha convertido en el favorito y última esperanza de los millonarios, buena parte de los republicanos pero también de figuras Demócratas. Y aquí es donde todo empieza a ser muy extraño.

Mamdani ganó esas primaras, de forma muy clara, a finales de junio. Con un discurso centrado en el coste de la vida, que aboga por gravar a los más ricos, intentar congelar la renta de lo pisos de los más pobres, crear algo parecido a economatos municipales para ayudar a las familias de menos recursos a combatir la inflación o hacer que los autobuses sean gratuitos. Desde entonces, se ha convertido en uno de los objetivos favoritos de Donald Trump, que lo insulta, critica y amenaza sin parar, diciendo que es un «peligroso comunista» y un «lunático de izquierdas» que arruinará la ciudad, por lo que le va a cortar los fondos federales.

También es blanco de una de las campañas xenófobas más brutales, con el universo MAGA y la ultraderecha haciendo constantes referencias a que la ciudad ha olvidado el 11S y comparando su victoria con un nuevo atentado. Por no hablar de los que piden privarle de la nacionalidad o deportarlo.

En todo ese tiempo, su Partido, en líneas generales, ha guardado silencio. Sin casi apoyos relevantes (el aparato del Estado está partido en dos), sin infraestructura. Ni Jeffries, que está en el Congreso por Brooklyn, ni el senador Chuck Schumer, que es el líder también de la minoría, y de Nueva York, le habían dado su apoyo. Apenas un puñado de figuras nacionales. Al revés, había esfuerzos notables por distanciarse, criticar su ideología. E incluso maniobras para impulsar las opciones de su rival, Cuomo, que dimitió tras una década en el poder por numerosas denuncias de acoso sexual. Jeffreys no es sólo uno de los líderes nacionales que tiene ahora mismo el partido, sino también es uno de los políticos negros más prominentes de Nueva York, pero ha optado por una línea muy crítico con la corriente de los Socialistas Demócratas de América, de la que forma parte Mamdani.

En un mensaje por escrito este viernes, el líder de la minoría ha insistido en que tiene «áreas de desacuerdo de principios», pero que Mamdani ganó «unas elecciones libres y justas» en las primarias demócratas y enfatizó que el partido necesitaba unirse ante la amenaza «existencial» del presidente Trump. Uno de los apoyos más pobres y menos sentidos que se puedan imaginar. Casi en los mismos términos poco entusiasta que Kamala Harris, la ex vicepresidenta. «Zohran Mamdani se ha centrado incansablemente en abordar la crisis de asequibilidad y se ha comprometido explícitamente a ser un alcalde para todos los neoyorquinos, incluidos aquellos que no apoyan su candidatura», se limitó a decir Jeffries.

Esta tarde, Mamdani estará en el barrio de Queen, con el lema de ‘Nueva York no se vende’ junto a los únicos dos políticos Demócratas que se han significado claramente, que le han animado, apoyado e impulsado: el senador Bernie Sanders y la congresista Alexandria Ocasio-Cortez. No por casualidad los políticos más famosos del ala izquierda del Partido, los dos rostros más conocidos, que llevan meses recorriendo juntos el país para denunciar a Trump. Las figuras que más claramente abogan por llevar el partido a la izquierda para derrotar a unos republicanos que se han echado en brazos de Trump y el mundo MAGA.

No es ningún secreto que los Demócratas huyen de la etiqueta «socialismo» como de la peste. Desde al menos los años de Jimmy Carter, pero especialmente de Bill Clinton, su discurso económico se ha ‘centrado’, defendiendo que el Gobierno debe ser mucho más pequeño y no está para resolver todos los problemas de la gente. Su interpretación económica del panorama electoral es que los estadounidenses se volcarán siempre antes con un partidario del libre mercado y los impuestos bajos, «moderado», que por alguien que se presente abiertamente como socialdemócrata, o socialista. Y por eso prefieren no vincularse con Mamdani, al que ellos mismos consideran un radical, incluso si éste trae la victoria en una ciudad con ocho millones de habitantes y un representativo problema de vivienda, salarios y precios.

En el pasado, ese debate hubiera sido parecido. Pero ahora, de fondo, hay mucho más. Está en juego el ‘alma’ Demócrata, decidir qué camino seguir de cara a las elecciones de 2026 y las presidenciales de 2028. Trump derrotó a Hillary Clinton y perdió con Biden, pero el año pasado parecía claro que el presidente no podría volver a hacerlo. Se apostó, a trompicones y contrarreloj por Harris, y salió mal. El núcleo del partido parece pensar que ni mujeres ni minorías bastarán dentro de tres años, y que es necesario apelar al centro para movilizar a quienes se decantaron por el trumpismo en el pasado. Pero cada vez más voces ven inevitablemente, lo contrario, ir al choque de frente, con una opción muy escorada a la izquierda, con políticas más redistributivas e intervencionistas. Trump, sostienen, ya ha demostrado que el problema no es la acción del estado, sino cómo se presente.

El problema, responden desde el aparato, es que las políticas que propone Mamdani, por bien que suenen en sus oídos, son caras, difíciles de financiar y casi imposible de sacar adelante con la oposición de los políticos estatales y una guerra abierta con la Casa Blanca. El probable futuro alcalde tiene carisma, no arrastra errores del pasado, tiene papeletas para ser un peso pesado en el Partido y lograr un rol a nivel nacional. Pero sin dinero, su programa sería, le reprochan, «más guerra cultural y wokismo». El camino del que todos parecen querer huir ahora mismo, salvo los que son más populares. El camino que despejó el terreno para que Trump arrasara.

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