A la presidenta del Banco Central de Rusia le toca poner serenidad a la economía. Pero sus 11 años en el cargo la han llevado hacia arenas movedizas. Sigue siendo una de las pocas personas capaces de decir al presidente lo que no quiere oír. Ahora le toca tranquilizar a los ahorradores rusos, que temen un ‘corralito’ Leer A la presidenta del Banco Central de Rusia le toca poner serenidad a la economía. Pero sus 11 años en el cargo la han llevado hacia arenas movedizas. Sigue siendo una de las pocas personas capaces de decir al presidente lo que no quiere oír. Ahora le toca tranquilizar a los ahorradores rusos, que temen un ‘corralito’ Leer
La presidenta del Banco de Rusia Elvira Nabiullina se mantiene como una de las pocas mujeres rusas en puestos de poder. Mientras retumban las mentiras de la guerra, con voz serena ella suelta las duras verdades de las finanzas. Ahora su mano firme se ha topado con el oleaje de una inflación alta, unos tipos al alza, una desconfianza creciente en el sector bancario y un mastodóntico presupuesto militar que no deja sitio para nada más.
Fue ministra de Economía y cuando Putin volvió a la presidencia en 2012, ella se unió a él en el Kremlin como asesora económica. Un año después se convirtió en su perfil elegido para hacerse cargo del banco central ruso. Pero no puede celebrarlo porque está en medio de la tormenta. El mes pasado el Banco de Rusia sorprendió a los analistas elevando el tipo de interés hasta el 21% anual.
En la sesión plenaria de la Duma Estatal el martes tuvo que desmentir los rumores sobre planes de congelar los depósitos de los rusos o los intereses sobre ellos. Los rumores se han intensificado en medio del endurecimiento de la política monetaria del Banco Central, una de las pocas instituciones relativamente independientes de la Rusia de Putin. Nabiullina es una de las pocas personas capaces de decirle a Vladimir Putin que las cosas van mal. Durante meses ha alertado de los efectos nocivos de la escasez de mano de obra causada por la guerra. Más todavía con un presupuesto hinchado por el enorme gasto en defensa. En este aspecto no le han hecho caso. El gobierno ruso presentó el 30 de septiembre un proyecto de presupuesto a la Duma Estatal, que contempla que en 2025 se asignará el 6,31% del PIB de Rusia para gastos militares bajo el título ‘Defensa Nacional’. Se trata de un presupuesto militar récord en la historia moderna del país. El gasto en guerra y fuerzas de seguridad supera el gasto en educación, atención sanitaria, política social y economía nacional juntas.
En un país aferrado al belicismo, ella es la sangre fría que sabe contar. Una semana después de que comenzara la guerra, en un vídeo filtrado al personal del banco central, Nabiullina salió diciendo lo que muchos pensaban: que «todos nosotros habríamos querido que esto no ocurriera».
Ahora los tipos de interés disparados imponen condiciones desfavorables para los préstamos. Y a la vez crean un fuerte incentivo para ahorrar dinero en los bancos. Cuando haya que dar marcha atrás, la población retirará activamente sus ahorros de los depósitos, los gastará y acelerará la inflación. Para detener este proceso, las autoridades podrían limitar la retirada de fondos de los depósitos: el viejo temor ruso al ‘corralito’.
Varios diputados de la Duma estatal tuvieron que tranquilizar a la población. De hecho los especialistas aseguran que es poco probable que el gobierno, el Banco Central y otras instituciones opten por una medida que devolvería al país a los tiempos de Boris Yeltsin. La gente no olvida la congelación de los depósitos en 1991. Por eso ha tenido que salir al ruedo la voz más solvente del país: la de Elvira Nabiullina. Los rusos se fijan hasta en su manera de vestir para saber lo que se les viene encima. Desde el inicio de la gran invasión en 2022, cuando estuvo a punto de dimitir, la dama del rublo dejó los broches coloridos. Y los rusos empezaron a calcular cuánto dinero cabe debajo de la cama. Sólo Nabiullina sabe si es pronto para el pánico.
Internacional // elmundo