La mayoría de comerciantes chinos que llegaron a España desde principios de los 90 provenían de Wenzhou, una de las primeras ciudades abiertas a la inversión extranjera Leer La mayoría de comerciantes chinos que llegaron a España desde principios de los 90 provenían de Wenzhou, una de las primeras ciudades abiertas a la inversión extranjera Leer
Dos veces por semana, cada miércoles y sábado, desde el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas sale un Airbus A359 con más de 280 pasajeros operado por China Eastern que vuela directo hasta Wenzhou. Se trata de un próspero centro comercial costero del sureste de China, pero que está lejos de la fama de las imponentes urbes de primer nivel del gigante asiático. Es como si Pekín tuviera conexión aérea directa con Alicante. Algo que tendría su lógica si en la capital china estuvieran viviendo más de 200.000 migrantes procedentes de la provincia valenciana y de sus pueblos de alrededor. Esta es precisamente, a la inversa, la relación que une a Wenzhou y Madrid.
La gran mayoría de comerciantes chinos que fueron aterrizando en España desde principios de la década de 1990 hasta bien avanzados los 2000 venían de Wenzhou y de su vecino condado de Qingtian. «El vuelo directo desde Madrid se inauguró en 2023 por la alta demanda que había«, explica Yang Wei, un treintañero que lleva viviendo en Madrid desde que tenía ocho años y que regresa a China con toda la familia, incluyendo un bebé, para que sus abuelos conozcan a su nieto.
En el último vuelo de esta semana entre Madrid y Wenzhou, que recorre 10.500 kilómetros en algo menos de 13 horas, viajaban dos veteranos empresarios chinos que hicieron fortuna en España con bazares y restaurantes, y que después abrieron en su tierra fábricas de botones y calzado que exportan por todo el mundo. Uno de ellos, Chen Tang, cuenta que vuelven a Wenzhou porque están muy preocupados por los aranceles de Estados Unidos, uno de los principales mercados para su negocio.
«Con un 145% de aranceles a los productos importados chinos, muchos de nuestros clientes han paralizado sus pedidos, incluso algunos que ya estaban en los contenedores listos para salir», cuenta Chen. «Tenemos algunos socios con fábricas en Vietnam donde estamos empezando a trasladar una parte de la producción. Desde allí se enviará a Estados Unidos para esquivar los elevados aranceles, pero todo este traslado es un proceso muy lento y ya estamos asumiendo muchas pérdidas».
Wenzhou, cuyo nombre adoptó la cadena de supermercados chinos más famosa de España, es una ciudad de nueve millones de habitantes que no ha parado de desarrollarse gracias a ávidos comerciantes que se han especializado en varias industrias y a las inversiones de muchos vecinos que hicieron buenos negocios en el sur Europa. La ciudad es conocida dentro de China por varios apodos: la cuna del capitalismo chino, de la economía privada, de los préstamos informales, epicentro de la comunidad católica de China, la capital del mundo de los botones, del calzado, de las gafas, de las muñecas sexuales…
«En la década de 1980, durante la época de la reforma y la apertura, Wenzhou sirvió como modelo de prueba al ser de las primeras ciudades que se abrió a la inversión extranjera y potenció su industria manufacturera de productos básicos para la exportación», explica Ju Ma, un inversor español de ascendencia china, que hace un resumen de lo que popularmente en el país asiático se conoce como el Modelo Wenzhou.
Esto lo explica bien también un reportaje del Diario del Pueblo, el periódico oficial del gobernante Partido Comunista: «Wenzhou aprovechó las oportunidades de la apertura de China para transformarse de una humilde ciudad montañosa en la costa a un próspero centro de negocios. A medida que China abrió sus puertas al mundo exterior, facilitando los viajes al extranjero, la emigración desde Wenzhou también se disparó. Pero fueron principalmente personas de los alrededores rurales quienes se marcharon, estableciendo una importante red comercial en Europa«.
En Wenzhou, según las cifras que manejan internamente, se producen el 60% de los botones del mundo (hay más de 250 empresas que fabrican 60.000 millones de botones en el municipio vecino de Qiaotou y que dan empleo a unas 16.000 personas), una cuarta parte de las gafas y una décima parte de los zapatos (hay más de 4.000 empresas de calzado que fabrican uno de cada siete pares de zapatos de mujer que se venden en todo el mundo).
Es un importante centro manufacturero que lleva todo abril sufriendo los continuos golpes arancelarios del presidente estadounidense Donald Trump, quien esta semana aseguró que reduciría los gravámenes a los productos importados chinos. Un movimiento más conciliador que en Pekín, aunque no se fían de las intenciones de un siempre imprevisible Trump, entienden como una estrategia para dar paso a que las dos superpotencias empiecen sus negociaciones con el fin de llegar a un acuerdo comercial. «Si EEUU realmente quiere resolver el problema, debería escuchar las voces racionales de la comunidad internacional y abolir por completo todos los aranceles unilaterales sobre China», señaló el jueves He Yadong, portavoz del Ministerio de Comercio, quien negó que su país, como había asegurado Trump, hubiera iniciado ya esas negociaciones.
Wenzhou es uno de los rincones chinos con una engrasada maquinaria comercial que aguarda con impaciencia el fin de la guerra arancelaria entre Washington y Pekín. Esta ciudad, antes de la ola migratoria hacia Europa, ganó notoriedad mediática dentro de China al ser la ciudad que recibió la primera licencia comercial privada del país, otorgada en 1980 a una fabricante de botones llamada Zhang Huamei. «El milagro económico de China comenzó con Zhang», reza el arranque de una entrevista que realizó la agencia estatal Xinhua. «Mi vida siempre ha sido como un botón: pequeño, pero no insignificante. Si un pequeño botón puede hacer la diferencia, una mujer como yo también podía tomar la delantera en la arena de los negocios», afirmaba Zhang.
Si bien el sector privado contribuye en estos momentos al 60% del PIB total de China, en Wenzhou representa más del 90%. «Los mejores negociantes de China siempre han salido de aquí», dice el dueño de una moderna cafetería que pasó una década trabajando en la ciudad italiana de Prato. Su familia, según cuenta el hombre, continúa en Italia con negocios textiles. De Wenzhou y sus alrededores hay cerca de 700.000 personas repartidas por un centenar de países, lo que representa la comunidad china más grande en el extranjero.
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